lunes, 13 de octubre de 2008

Aquí duermen y se aventuran, F.E. ®














Aquí duermen y se aventuran mis ojos,
como ciervos perseguidos
saltan y se lanzan
entre ramajes oscuros.

Materializo imágenes de altos muros
y agrietadas techumbres,
aquí mismo
los siglos convertidos en avenidas,
el viento exacto del verano,
las cuatro de la tarde
y un tropel de sonámbulos
apoyados en las paredes.

Algunos gritan,
niños semidesnudos espantan
a las picoteantes palomas.
El grito alto circula, expandiéndose
por los costados de la plaza:
un grupo de fuentes resecas
y los balcones decadentes
de una guerra intuida que jamás cuajó.

Aquí debieron tomar impulso muchos sueños,
conquistas,
una rosa lanzada al vacío
por una mano de mujer desencantada.
Daría igual –no me sorprendería-
que cruzara tableteando
un carruaje tirado por caballos,
que el aeroplano del `24
siguiera bombardeando las calles del centro
y que al mismo tiempo
una fila de esclavos con tristeza cantara.

Aquí están la bóvedas de piedra y cal,
las palmeras mestizas
y los tejados de la octava
o la veinteava generación del XVII;
hermosas mansiones
con la sonrisa aún petrificada en las marquesinas;
aquí un héroe, transformado al bronce,
al mármol
o vuelto al barro que en todo septiembre
arrastra el río.

No importa, es suficiente
recordar las formas por sus posibles nombres:
que Los Dolores es Venecia
o que La Leona es Toledo;
que El Berrinche es Masada
o que el Juana Lainez
es aquella colina en Stalingrado
donde nunca murieron hombres
añorando maizales.
Qué importa
un pequeño parque y sus cuestas,
la sensación de estar en ningún lado
apenas
las palmeras mestizas
y los habitantes traídos a la fuerza
con los labios rajados y la distancia
delatante en sus camisas de manta.

Aquí mismo,
en esta ciudad de nombre tan raro,
sobre su adoquín irrepetible,
Tegucigalpa entre brumas y cerros decapitados.
La tristeza de sus muchos puentes,
el acento extraño
de las campanadas de las cinco en punto,
la María Auxiliadora ya sin vitrales
y con sus portales llenos de mercaderes…

La angustia,
la zozobra de un anciano
en medio del tráfico,
el temor al silencio,
el terror al olvido.
Aquí es donde regreso
cerrando mi cuerpo
al descanso de mis ojos.
(Poemas Contra el Miedo, 2001)

Apocalipsis
Día tibio, buen paseo
por esta ciudad viva, casi muerta.

El fútbol baila y da sueño a muchos,
a cucharadas rebosantes
extiende rumbos e impone.
Entre el estribillo de una trompeta
la voz del hombre entre la gente,
por todas partes
el grito mayor y la estadística,
el diario, la limosna,
que la metáfora no existe,
que nadie necesita de ella.

Entre el frontal de la iglesia
y la espada de la plaza:
1732, 1815, 1910
los pardos orgullosos
firmaron la piedra
en la pila bautismal,
una burbuja de tiempo
que solo se rompe
cuando encienden la luz.
Entre el asombroso discurrir y venir,
como una hoja de metal
atravesando el agua
personas, hormigas,
avispero de bolsas plásticas,
manzanas de cuento,
uvas sensuales y eternas,
mujeres, Salomés que piden a coro
la cabeza del bautista,
el insomne de años
cuando no permitían a los indios y pecadores
pasar de la puerta.
Puertas de cedro, clavos y mitras enormes…
la multitud intensa, alegre, juglar, dominguera,
cestas de calzoncillos rebosantes,
calcetines en oasis de lana y poliéster.
Elías arrebatado en oro
por los carros de fuego,
mascar de hamburguesas
y ojos pequeños en ayuno de días.

Entre la Avenida Cervantes
abierta a pleno sol
un nombre, Lucía,
un apellido, Rosario,
tiendas de zapatos
y Tegucigalpa entre marcos
cuando era joven y esbelta,
irracional, nada frígida
se entregaba
entre Pacards y jumentos.
Las calles polvorientas,
la nostalgia en réplicas de vidrio y pino,
al por mayor y en blanco y negro,
el color original del latín
y del Quijote muerto.

Entre los coros de niños ricos
junto a san nicolases escuálidos
y afiches del Ché triste:
ojos de tierra adentro, variopintos,
tropicales,
sonrisas tímidas y sudorientas,
disfraz nórdico, rojo sangre,
blanco impacto,
vitrinas, escaleras, malos, feos,
árboles lumínicos,
estampas de la Time Square,
pelotas de fútbol, doradas,
nieve en durapax
que ni el sol perdona,
rimbombante, triste, algarabía,
triste,
un domingo en Tegucigalpa:
baraja, presagio, tarot de una carta,
guadaña…
entre las dos de la tarde
hasta la hora en que la luna se parte
y corta el cielo de un siglo yerto
y jamás concluido.
(Poemas Contra el Miedo, 2001)

2 comentarios:

Odette Alonso dijo...

Tegucigalpa es un nombre misterioso. Así me suena. Y allí, sí, muchos sueños toman vuelo. Allí cambió de rumbo mi vida un día de octubre, hace justamente tres años.
Un abrazo.

Milagro Haack dijo...

Mis saludos Fabricio.

Vaya que de historias y cenizas revives de Tegucigalpa "Cerros de Plata" -Aquí debieron tomar impulso muchos sueños, /conquistas,-… El sueño de otros sueños ahora presentes con raíz latente en cada imagen (impresionante la de la Semana Santa) y en este texto tuyo. Honor a su realidad ancestral como “Cerros de Plata”… -Aquí mismo, /en esta ciudad de nombre tan raro, / sobre su adoquín irrepetible,/ Tegucigalpa entre brumas y cerros decapitados.-

Agradecida
Hasta pronto
Milagro Haack