Heber, ayer
un pobre hombre fue muerto a tiros
mientras comía una naranja.
Yo no vi su agonía
sin embargo, cada mañana
he podido ver el redondo lugar
que dejó al caer.
Sobre él, dos niños juegan al trompo
y apuestan y discuten,
enrollan el cáñamo y lo sueltan
con un largo ademán de dioses creando.
Las horas se llenan de zumbidos
de voces difusas
que el pequeño tornado de madera
esparce junto al polvo.
Cada mañana
este hombre renace, Heber,
puedo asegurártelo.
lo he reconocido en su corta alegría
y por la sencilla forma
en que se detiene
cayendo sobre un costado.
(Solares, 2004)
un pobre hombre fue muerto a tiros
mientras comía una naranja.
Yo no vi su agonía
sin embargo, cada mañana
he podido ver el redondo lugar
que dejó al caer.
Sobre él, dos niños juegan al trompo
y apuestan y discuten,
enrollan el cáñamo y lo sueltan
con un largo ademán de dioses creando.
Las horas se llenan de zumbidos
de voces difusas
que el pequeño tornado de madera
esparce junto al polvo.
Cada mañana
este hombre renace, Heber,
puedo asegurártelo.
lo he reconocido en su corta alegría
y por la sencilla forma
en que se detiene
cayendo sobre un costado.
(Solares, 2004)
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