Banderas y estrellas rojas, la imagen de Lenin, el rostro de Stalin. Los que alguna vez fueron para Occidente símbolos de confrontación ideológica, hoy parecen ser un ícono más de la cultura popular. ¿Banalización, esnobismo, provocación o mera nostalgia kitsch?
Por Evelyn Erlij © Artes y Letras – El Mercurio
Una hoz y un martillo en la frente, una estrella roja adornando la shapka -el típico gorro de piel- y una chaqueta que evoca algún uniforme militar impreciso. El estereotipo de esa Rusia "revolucionaria" -y absurdamente "chic"- que albergaba hace unos años la publicidad de dos grandes tiendas comerciales chilenas resume en unos pocos conceptos la imagen caricaturesca que en estas latitudes se tiene de la ex Unión Soviética.Basta agregar matrioshkas, nieve, mafia, vodka, comunismo, espionaje, Lenin, Yuri Gagarin, Stalin, y hasta Chernobil para terminar de construir la distorsionada imagen de Rusia que el prejuicio y el kitsch crearon en el imaginario occidental.
El imperio del mal, la amenaza comunista, la tiranía atea; todos los epítetos que alguna vez convirtieron a la otrora potencia oriental en sinónimo de terror y apocalipsis, hoy parecen desvanecidos como el mismo país que los inspiró. Poleras con la sigla URSS, gorros con la frase "peace, love, CCCP", osos de peluche con el rostro de Lenin, posters de Stalin y hasta moda con diseños soviéticos (que incluyen desde mamelucos y baberos, hasta ropa interior) son parte de una industria que vende aparente "alternatividad" y desobediencia.
Estrella sin color
Hoy, 17 años después de la desaparición de la Unión Soviética, la percepción respecto de esta ex nación "monstruo" ha evolucionado desde el temor y la admiración -dependiendo desde dónde se mire- hacia la exotización y la glorificación, respectivamente. No obstante, ambas posturas tienen un punto en común: hoy, los referentes ideológicos vinculados a la era soviética figuran asimilados en un imaginario "donde han perdido toda potestad, donde ya no pueden comunicar nada, salvo su mera curiosidad, su mera anécdota", según explica Carlos Ossa, académico de la cátedra Cultura Visual Contemporánea de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile.
Desde esa perspectiva, asegura, podría utilizarse un concepto que en la filosofía política se denominaría el "significante vacío". Y sobre ese concepto nace el negocio de la "nostalgia" por la URSS.En nuestro país no es difícil encontrar merchandising de la estrella roja. La oferta es amplia: desde las grandes casas comerciales que han estampado poleras con la sigla CCCP -la transcripción cirílica para las iniciales URSS-, más las tiendas y puestos de feria especializados en artículos rusos, hasta los sitios dedicados a este tipo de productos, como sovietgear.com y bornintheussr. com. Sería factible decir que estos referentes visuales son parte de la cultura popular, porque ya no son sinónimo de confrontación ideológica, sino de una suerte de turismo de época, de algo que siempre estuvo, pero que nunca se conoció a cabalidad. Para otros, es sacar de paseo el cadáver del león que acechaba a las ovejas.
Pero ¿cómo se explica que una iconografía política antes tan explícita pueda llegar a convertirse en una tendencia de mercado? Según Carlos Ossa, más que una simple banalización, se trata de una neutralización del significado histórico y mítico de los símbolos políticos. Es, en definitiva, la utilización del significante político vaciado de su conflictividad. "La industria cultural es una industria de la resignificación de las prácticas políticas y culturales de la modernidad.
En ese sentido, es un proyecto político en sí mismo, y gracias a eso tiene la flexibilidad para poder convertir lo estético en político y lo político en estético", explica el académico de la Universidad de Chile. "El capitalismo entendió que no es un modelo económico, sino un lenguaje, y por eso comprende tan bien el sentido de la imagen. De aquí que la industria cultural no pueda ser entendida como una industria de la banalización, sino como industria política, del sentido".
Retro-comunista- kitsch
Tanto en los países americanos y europeos, como así también en Rusia, quienes suelen interesarse por estas mercancías pro-soviéticas suelen ser las nuevas generaciones.
"Creo que lo que mueve a los jóvenes que usan la polera con la sigla CCCP es la necesidad de tener una alternativa, de poder creer en algo distinto a lo que hay ahora, de pensar «alguna vez existió otra vía, allá, muy lejos». Es buscar una opción distinta al bushismo, sin importar lo que era en realidad la URSS", opina Olga Ulianova, historiadora rusa y académica de la Universidad de Santiago. "La explicación puede ser una mezcla de razones: hay lógicas de mercado que se cruzan con una búsqueda de alternativas de identidad en los jóvenes; puede ser por moda, por rebelarse ante los padres, por cierto snobismo, o porque quizás pueda haber alguna convicción política verdadera. Pueden ser, asimismo, todos estos motivos juntos".
Una lectura similar realiza Carlos Ossa, quien asegura que "hay gente que usa los signos porque de alguna forma les permiten una diferenciació n y a la vez una neutralizació n, pues no son símbolos peligrosos. Algunos los usan para acentuar que todavía imaginan esas otras dimensiones históricas y posiciones discursivas. Y otros los ven como un elemento estrictamente estético", afirma. "A modo general, lo que hace el mercado de la iconografía soviética es alimentar imaginarios «alternativos» que encontrarían en este tipo de ornamentos una opción de testimonialidad diferenciadora, teniendo en cuenta que todavía pueden operar como signos de oposición, pero descargados absolutamente de cualquier electricidad".
El bigote
El rostro de Stalin sobre un bolso, un lápiz o una prenda de vestir parece situarlo más cerca de Mickey Mouse que del sanguinario dictador que fue. Nazismo y estalinismo todavía se disputan el trono del mayor genocidio del siglo XX: mientras las víctimas del "Hombre de Acero" oscilan entre 15 y 40 millones, los muertos de Hitler fluctúan entre los 12 y 20 millones. ¿Por qué, entonces, puede comercializarse abiertamente la figura de uno y no del otro? "Hitler perdió la guerra; Stalin, en cambio, la ganó, y quedó con una imagen victoriosa. Después de la derrota, a varias generaciones se les enseñó que el nazismo fue lo peor que ha pasado en la historia de Alemania", afirma Olga Ulianova. "En la Unión Soviética, en cambio, la desestalinización no fue irreversible ni total. A fines de los '80 aparece una avalancha de información sobre los crímenes de Stalin, lo que fue clave para el descrédito del sistema. Pero hoy el shock se desgastó, y entonces quedan sólo las imágenes, las referencias" .
La inconsciencia histórica que se advierte en el comercio de la iconografía soviética está relacionada a las lecturas disímiles que existen respecto del comunismo y el nazismo.
"Poner la imagen de Hitler en una prenda de vestir podría llevar a sentir el terrible pudor de que se ha colocado ahí, donde se pensaba que se jugaba a la parodia o a la broma macabra, solamente el sentido de la muerte. Al nazismo lo miramos como la catástrofe de la razón moderna; al comunismo, como la equivocación de la razón moderna", explica Carlos Ossa.
Que la industria cultural ose burlarse de la ideología de la ex URSS no parece tan raro. "Incluso los liberales más dogmáticos asumen que el comunismo era un humanismo; equivocado, errático, torpe, totalitario, pero un humanismo, y de lo humano podemos reírnos", opina el académico. Tiene sentido: de manera subyacente, en todo este comercio hay una parodia. De acuerdo a Ossa, cuando se derrota ideológicamente una opción de sociedad, no sólo se la derrota en el campo militar, económico o político, sino también se la debe vencer en el imaginario.
Y el mercado de los símbolos soviéticos no se trata sino del triunfo de la ideología vencedora. ¿Qué mejor momento de la derrota que aquel en que el enemigo se viste con las ropas de su derrotado?
En la ex URSS: ¿nostalgia?
El negocio en las ex repúblicas soviéticas"¿Nostalgia de qué?", pregunta Igor Silaev, dueño de la tienda "Rusia Blanca", al consultarle si el merchandising soviético que vende tiene que ver con una real añoranza del pasado de su país. En las ex repúblicas soviéticas parece haber un consenso respecto al rechazo del retorno del comunismo, aunque los referentes visuales de la época siguen presentes en la producción simbólica y artística actual.
Para las generaciones jóvenes, los símbolos soviéticos no suelen asociarse únicamente con el régimen, sino, sobre todo, con los recuerdos de su infancia. "Hay que tener en cuenta que la gente que usa esta ropa en Rusia es, en promedio, no mayor de 35 años", comenta Nadia Kuznetsova, licenciada en Filología Hispánica, que llegó a Chile desde Moscú hace tres años.
"En esa época éramos simplemente niños, y las letras «CCCP» o la famosa estrella o el rostro de Lenin son parte de la cultura visual de nuestra infancia".
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