jueves, 27 de septiembre de 2018

Ivelisse Álvarez Santiago, Puerto Rico - La tomadora de soda


Presentación en Librería Mágica, Río Piedras.


Ya va siendo largo rato desde el Y2K, aquel interfase posgregorianojuliano donde el soporte fallido de la realidad informática amenazó devolvernos a las cavernas de la información. Todo pareció solucionarse. Visto desde la actualidad, el Y2K pareciera una vieja leyenda urbana de la virtualidad. Desde el año 2000, que ahora parece una fecha distópica y aún en espera, la realidad de los soportes de donde se nutre la sapiencia y reflexión humana ha cambiado radicalmente.

Una generación completa -disiento aquí por lo afirmado por Ivelisse Álvarez sobre la no generación - se ha sumergido en la interpretación del ser poético desde una realidad intelectual donde el branding no ha sido impuesto por la escalonada lectura de los autores fundacionales que intentaron transmitirnos la idea de su vida sensorial, aún y cuando Ginsberg, aún y cuando Marinetti, Bretón, Huidobro, Dante. La creación de los multidimensionales mundos de la web y de los video juegos también crearon multidimensionales  sentidos que se escapan a todo el arsenal melancólico de Kierkegard. Y es en eso que indaga Ivelisse a sus 23 años y en su segundo poemario (el primero fue Princesa Posguerra), lo que la hace una testigo directa de la palabra poética en esta generación que suele ser tan mal abordada en su fascinante complejidad.

Gaddiel Ruiz, poeta miembro de Ediciones Aguadulce junto a su directora Cindy Jiménez-Vera, ya escribieron sendas y puntuales presentaciones a este poemario, solo agregaría lo que Benjamín Noys adelanta -aceleradamente- en su ensayo Velocidades Malignas, a tono con lo que la misma Ivelisse dijera sobre el capitalismo, lo que viene a sugerir su lucidez respecto a la época en que escribe: "La pulsión acumuladora del capitalismo y su reducción del trabajo, así como su penetración en la existencia mediante la abstracción, modelan las condiciones de nuestra experiencia, dando lugar a una vívida impresión de dinamismo. El aceleramiento realza y celebra esto, pero lo que no supo captar fue un futuro de quiebra y de crisis: el frenazo en seco de la máquina de velocidad del capitalismo".

Maneras

En la forma en que se parten
la rama de los arboles
voy a encontrar
la manera
de que lo muerto resucite.

En ella
mi corazón se sabe
lo suficiente nihilista
como para decir que la belleza
son estos momentos.

Nada tienen que ver las flores
con los videojuegos.

En la forma en que me miras
voy a encontrar
la manera
denos desesperante
de morirme.



Junior Size

No quiero un mundo
de combos agrandados,
sino esta vida promedio
junior size, a la medida
de las experiencias humanas.

Una vida de estudiante,
siempre ready
para la procrastinación.

Quiero pasar muchas vergüenzas
y que nadie me pregunte
si todavía vivo aquí.

Quiero mudar el rostro
atavío
de mi propia calavera.

Quiero seguir viviendo quebrantada,
cavar una tumba
del tamaño de la muerte;
en unos cuantos años
me servirá.



No hay fotografías

de nosotros encorvados frente al televisor
jugando Red Dead Redemption,
de nosotros encorvados en una sala de espera
leyendo Pedro Páramo,
de nosotros encorvados
buscando cosas qué hacer.


Autofoto

Yo quise ser como los hipsters quisieron que yo fuese:
una bloguera subversiva;
una chica rota vestida con collar de Peter Pan.
Pero todas mis plantas suculentas se marchitaron
y mi cámara de fotos instantáneas
dejó de capturar buenas memorias,
y cactus y cafés;
no retrató sino mi rostro fraudulento,
mi expresión de niña narcisista
cansada para siempre de mí.

Yo quise ser como mi abuela
en su época de guerra o de liberación.

Vi las primeras temporadas de New Girl
y nunca terminé de leer
los poemas reunidos de Julia.

Y fui
la chica hipster, la chica millenial...

Yo quise ser como los hipster quisieron que yo fuese:
una bloguera fotogénica,
una chica cool de internet.
Pero ya estoy hecha de nostalgia
y la niña que yo era
en el álbum familiar de los 90
se quedó mirándome crecer.



Gingsberg, how do I look? (Fragmento)

I

Las niñas de mi generación
vimos la película de Pocahontas
y procuramos un espejo
donde el mundo
pudiera reconocernos.

Las mejores mentes de mi generación
usaban espejuelos
y sufrieron bullying en la escuela
para conocer el mundo.

Sino fuera porque tiene
demasiadas excepciones,
mi generación
llevaría puesta una camisa
cosida con el hilo de salvar el planeta.

Mi generación habla del siglo 21
en pretérito imperfecto.

Nos suscribimos
a un canal de YouTube
donde Trump es parodiado
y el número de views
es el número de años
que debemos retroceder
para mirar dinosaurios,
el número de views
es lo más importante.

II

Estoy contigo en el cine,
donde estar a tu lado
es un ojo de huracán
sin nombre
y alguien predice
el amor subtitulado
en otra parte de la sala.

Estoy contigo en el cine,
donde el piso
tiene palomas lejanas
de la plaza de Ponce
que ha dejado de ser
un gran escenario en distopía.

En donde han pronosticado el silencio
como una especie de aguacero
que se interrumpe
y ordena callarse a sí mismo
porque creyó ser un trailer
de la ultima sequía.

Estoy contigo en el cine
y la pantalla dice Caribbean
porque esto también es el mar
y estamos a punto
del naufragio
en algún vaso de refresco.



Pronóstico de un no lugar


La verdadera lluvia sigue cayendo.



Milagro fallido
uno es de donde llora
Elvira Sastre

Transformar
el agua en vino
en corn syrup
en petróleo
en cáncer
en efecto secundario.



Forastero

Intuirás el camino
sin rastro de viajero solitario
y descubrirás que los extraños
no tienen nombre propio.

Aprenderás a estar.

Serás de donde llueva
de donde se consuman
los sabores de la angustia
lo que bebieron sin saberlo en otro tiempo
ancianos peregrinos
para no morirse de nostalgia.

Irás al paso de la vida
y convencido
de nada serviría volver
porque uno es de donde el dolor
se queda para siempre.





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