viernes, 5 de enero de 2018

Lina Trujillo, poemas. Ilustraciones de Pedro Alcántara Herrán Martínez (Colombia)


Foto: Fabricio Estrada


La Mujer de la Veracruz

Por qué llegaste aquí
A apreciar los ojos de vidrio y las lágrimas de cristal de los forasteros?
Huiste del recuerdo de tu pasado
A sentarte a un lado de la Veracruz,
delirando en realidades,
Encendiendo una vela frente al altar.

Mírate al espejo,
Un montón de velas están prendidas por ti en el baldaquino,
Tú eres María, mujer,
Si tan solo creyeras en ti

Descubrirías la verdadera luz.


La noche de los sueños perdidos

Y pasó lo inocultable jamás
Y fue guardado
En ese espacio oscuro entre todos.

Al borde de lo oscuro,
no puedo ver si caeré en el agua o en un peñasco,
de tanto definir a qué lado del pecho se ponen la bandera del país
ya no sé quien soy.

La huida me ha resultado como un dulce placer
La lluvia mojaba mi cara y mis plantas se hundían en el frío lodazal.
Quisiera ser el licopodio que vive en el dintel,
No fue herido por nada después de aquella noche,
sigue intacto.

Salpicándome en sangre
La lluvia y yo somos igual de escandalosas
Cuando los cielos se nublan
Ella es agua y yo miedo:
Los tiros se confundieron con las gotas
Los truenos con las pipetas y granadas
Y el cuchillo de la cocina me coqueteaba.

Ellos pudieron haberme matado primero, lo sé
Me escondí bajo la cama, cerré la puerta y me maté.
¡Lo juro que me maté!

Se te olvidó, madre, cerrar bien la puerta,
Se te olvidaron los juguetes en el pasillo,
Los gritos de órdenes eran parecidos a los de dolor,
Mi muerte era lenta.

¿Por qué lo hicieron?
¿por qué?
Quiero entender tu dolor
¿tenías hambre?
Sí, sí por que te comiste mi comida y no sé por cuanto anduviste por el monte aguantando hambre quizás
¿Mataste a Robinson, mi amigo?
¿Mataste a tu gente, elegiste hacerlo?

Dime, que te escucho,
Dime, que me sanan tus palabras,
Dime, y te lo juro que seremos dos en uno,
Dime que me devuelves la vida,
Dime y te contaré qué ha sido de mí después,
No te pido más.

Libérame, que tengo la mente secuestrada en incertidumbre.
Sáname y devuélveme los sueños
Los que pudimos haber tenido aquella noche.




Despues de la toma, me escapé
hace años llegué a la urbe, llegué cansada, oliendo a leña, a ver más gris que verdor


A la urbe, por primera vez en mi vida,  para quedarme

y ya no se escuchan tanto los balazos tras las montañas
Y ya no se escuchan tanto los quejidos de los campesinos cuyas reces fueron robadas
Y ya no se escucha la masacre en las tomateras
Y ya no se escucha el trueno de la dinamita explotando en la torre de energía
Y ya no escucho a cada rato las campanas doblando en el parque
Y ya no escucho los animales rellenos de dinamita explotando al lado del comando

Y poco a poco me fui tranquilizando

Y al tirar pólvora en diciembre al principio quise esconderme bajo la cama
Pero cuando menos pensé me fui acostumbrando al ruido

Y así estamos, acostumbrados al ruido
Acostumbrados a un desastre de vez en cuando
A un miedo de vez en cuando
Y a la guerra de vez en cuando


Y grito con desespero: En la urbe las cosas no son iguales que en el campo!
no es de vez en cuando


Ahora, estamos tan tranquilos
pero igualmente preocupados sin hacer nada
mientras que los montes ruegan la paz a la urbe
la jungla ruega la paz a la urbe,
a la urbe que quiere la paz de vez en cuando


Porque no escucha el ruido de la torre de energía al estallar
porque no prueba el sabor de la comida cruda por causa de lo anterior
Porque ese tipo de cosas pasan algunas veces, en algunas partes, en lo poco que resta de monte
En la urbe en que no se iguala ni se sabe lo que es la guerra del campo


Y yo
Nunca me acostumbro al desdén, a la indiferencia,
al rencor a pesar de las vivencias y de los que a mi lado padecieron:
A mi mejor amigo, a su padre, a mi padre, a mis hermanos, a mi madre embarazada de mí y escondida bajo la cama acostada y acurrucada contra la esquina fría de la baldosa, a mi nacimiento prematuro, a mi abuela paterna y a mi abuelo paterno.


Acepto con humildad que lo humano es lo que soy,
pero me frustra tanto
temerle a mi especie todo el tiempo…
No seamos asesinos de nosotros mismos
No hay camino después de la guerra que satisfaga totalmente a las dos partes que la hacen

Solo espero que seamos capaces de escuchar
Sin ser tan hipócritas de solamente ir a suplicar por la paz en la iglesia
y  entrar  ignorando a un campesino que  sentado al  lado de la entrada
mira con extrañeza 
esperando que alguien se de cuenta de su existencia,
extrañando su tierra.


Volver

Los nísperos agradecidos
en áureos tonos
provocan salivación.

Las luces navideñas
nunca serán mas hermosas que las moras
que por montones recogíamos rojas,
Las comiamos con azúcar en medio de la neblina:

Se veían resaltar entre maleza y nubes
como un collar de perlas en el cuello de una mujer morena,
En la aurora,
Como estrellas en el cielo nocturno.

No, ya no
No son cascos de bala los que resaltan:
me saludan rojas, después de casi veinte años
 las testigas silvestres,
Guardianas espinadas,
 Las sobrevivientes:
las moras. 

Serie: La danza de la muerte, Pedro Alcántara Herrán Martínez. Museo de Antioquia, Medellín.






No hay comentarios: