miércoles, 21 de septiembre de 2016

El hombre que oscila

Foto: El hombre que cae, Richard Drew.


Un ser humano puede caer desde cualquier altura. El impacto es igual. La fotografía de Richard Drew es solo la metáfora de tantas caídas. Cae un hombre en vertical desde una altura de más de ochenta pisos y cae un hombre desde sus propias rodillas débiles. Desde un vértigo que lleva muy adentro y que lo hace oscilar en la fila de caja de un híper supermercado.

Lo vi que caía, iba en el aire. Nadie parecía percibirlo, ni la señora que esperaba tras él con la carretilla llena de bebidas carbonatadas y repletas de azúcar. Oscilaba de una manera que parecía estar sostenido por las axilas, doblaba sus rodillas y se recuperaba en el instante mismo que todo anunciaba el estrépito. Las fotografías de los jumpers del 9-11 fueron censuradas y apenas sobreviven unas cuantas en las páginas más morbosas. Es cosa de formas. Un día la gravedad triplicará su fuerza y caer desde nuestras rodillas será algo comparado a un suicidio.

Algo he notado en Puerto Rico que dice mucho del respeto o de la incertidumbre. En más de una ocasión he hecho fila junto a indigentes que han logrado recolectar el suficiente dinero para ir por una sopa instantánea u otras vituallas. Ningún guardia los ha sacado, las cajeras los han atendido de manera normal, un tanto impacientes, quizá. Esto en Honduras sería imposible. Ni siquiera dejarían que un indigente pusiera un pie en el umbral de los supermercados y, no digamos, encontrarnos a una muchacha de la calle revisando góndola por góndola en busca de un alimento de lo más barato. Jamás. He sido testigo de esas expulsiones y me he imaginado a los guardias con alas oscuras, dando empellones a los adanes y evas más humillados. Pero aquí hacen fila, compran y se van despaciosos en busca de sombra o alguien que les preste un microondas, piedad que casi siempre encuentran.
Foto: Momentum, serie. Fabricio Estrada.


Hay niveles de mendicidad. En los últimos años, se han filtrado hechos pavorosos en las tiendas de servicio de telefonía celular en Honduras. Guardias golpeando a mujeres mayores o amenazando pistola en mano a jóvenes que reclaman una factura exorbitante. Por lo general, un comunicado de disculpas bien escrito por el copy de turno resuelve el problema, claro, con una inversión mínima de un comercial institucional donde aparecen guardias tele tubies con el rostro iluminado por el amanecer tropical, sonrientes, avanzando hacia la cámara junto a una secretaria, una ejecutiva y un niño en silla de ruedas. Logo y nuevo eslogan: estamos con vos y cambiamos cada día. fade in pantalla blanca.

Los gobiernos en boga durante los últimos años lo resuelven de manera pragmática. Factura de energía eléctrica descomunal y batallones militares inundando las calles. Causa y efecto primordial. Las filas de reclamos son fugaces y ahí sí, todos somos indigentes correctos, la fila puede admitir a ocho millones de sonámbulos y tristes, clínicamente deprimidos y con la ropa de segunda bien planchada. No hay nada qué hacer, es la respuesta en ventanilla, es el ajuste. El ajuste en todo: en las filas para matricular a los hijos o hijas, en las filas del taxi colectivo, en las filas del día Church's Chicken, en las taquillas de los estadios, en las filas de la bolsa solidaria, ocho millones oscilando con la falta de buena nutrición delatando en el rostro, con el aura de aquel que tuvo empleo digno y ahora se fue a pique, enfermos sin acceso a seguro social, diabéticos desterrados de la insulina institucionalizada, enfermos renales que ya no pueden ocultar el color papiro en su piel... todos oscilando en la fila para la cita en los hospitales públicos que les dará una receta altísima a ser comprada en la cadena de farmacias mafiosas.

El hombre oscilaba y yo me le acerqué a preguntarle qué necesitaba, que no estaba bien. Con la boca reseca y las pupilas dilatadas me dijo que necesitaba un Ice Tea, que para eso había entrado y hacía fila, que se le había bajado la presión. La señora que estaba adelante se unió a la ayuda y le compró la bebida. Su recuperación fue paulatina y efectiva, al salir me dijo adiós con su mano, todavía triste. También logré ver a los ojos de la señora que ayudó. Nos sonreímos pero en el fondo sabíamos que no era suficiente, que cada día más son miles los que no entran a los planes médicos y deambulan en los umbrales del desahucio social.

Richard Drew debería tomar fotos al pie de las cajas en los súper o las estaciones del tren. Corregir objetivo. Setear con mayor precisión la velocidad del obturador.

O quizá ir a Honduras, a ver la caída masiva desde los rascacielos invisibles.
Foto: Fabricio Estrada.


F.E.