martes, 27 de septiembre de 2016

David Caleb Acevedo, poemas - Puerto Rico

Foto: Fabricio Estrada. Retrato de David Caleb Acevedo.


Cuando se habla de que el poeta o la poeta son los receptores de la sensibilidad de una época ¿de qué se está hablando, realmente? ¿de política? ¿de moral o ética espiritual? ¿Qué es sensibilidad en la poesía? Hay un canon que circula con mucha fanfarria y actos protocolarios, un corsette bien amarrado que ensalza las buenas formas y que ha hecho, en deformidad continua, que esto confunda las genuinas formas de la poesía, es decir, su estructura detonante. La sensibilidad del poeta es una hiedra venenosa, un calamar sideral que va palpando cada rincón -a tono con el hentai- y que no admite discursos de contención . Que se decida lo que se escribirá de la época es, creo yo, el punto dorado de la expresión liberadora en la poesía. 

Hay un nuevo lenguaje más allá del binario y David Caleb Acevedo ha venido trasvasándolo desde cada expresión literaria que ha abordado. Su lenguaje tiene conectada  toda expresión híbrida que ha podido dar esta cultura porn-zapping, que en el fondo, ha llevado a cabo una castración sistemática de todo tipo de afecto sensorial, es decir, la abolición del idioma más claro del cuerpo, su sexualidad elegida. Catulo, Petronio, Sade, los robots amatorios en Inteligencia Artificial, las grandes sagas del gore, los inquietantes video clips del rock gótico, todas esas cosas que se ven a oscuras y por millones en esta generación snuff -no snob, ojo-, se entrelazan en su más que decidida empresa de tocarle los bemoles a una época auténticamente queer. La historia, que de día es correcta, la niña, pero de noche, es otra historia. Y para llegar a la noche no hace faltan las horas. Todo eso lo ha demostrado el atorrante e ingrávido occidente, civilización ablatoria y ambigua. 

Que mejor lo diga Caleb, antes de que usted pase o huya aprisa -como mejor pueda- de esta casa de bujos suicidas (Rogert Rabbit ya hizo zoofilia a la inversa ¿no es así?): 

La clandestinidad es necesaria para la propagación de lo falso.
Y aunque tengo secretos
no quiero llevármelos a la tumba. 



Sueño de Okinawa
(de Sueño de Okinawa, inédito)
a Pablo Arroyo-León

Pensar el amor
es jugar con críptidos
y otras criaturas que se esconden en la noche.
El amor entre dos hombres no se piensa
se negocia en campos amarillos llenos de trigo.
¿Cómo pensar en el punto de fuga
que borra las líneas
entre amigo, hermano
amante, hijo y amor de mi vida?
¿Cómo borrarte,
si todavía te debo un sueño de Madrid?
Entonces, pensar el amor
se vuelve una mera necesidad de recuerdos
como burbujas de jabón,
resbaladizos,
flotantes,
fáciles de romper,
y por ello, me aferro a Blindness,
The Secret Life of Bees
y The Curious Case of Benjamin Button,
y sobre todo, a vampiros cuyas pieles
brillan en la luz del sol.
A lo mejor el cine
pueda salvar algo de esta unión
que ha pausado con la necesidad del tiempo.
Amar no debería provocar tanto dolor
como la penetración de un ano virgen y velludo
o por lo menos, virginizado por el tiempo,
la sangre o la falta de uso.
Pero todo se ve bien sobre papel,
y en teoría,
hasta los hombres de hojalata somos humanos
y las mariposas viven para siempre.
La pregunta ―creo―
tiene que ver con el tiempo.
¿Cuánto puede aguantar mi piel sin la tuya?
No lo sé.
A esta historia le cabe tinta.

Y solo sé que me debes un sueño de Okinawa.



Poema cursi de pura alegría
(de Pie forzado, inédito)

Hoy, decirte que somos átomos
materia oscura
que de alguna forma se hizo luz
en este planeta tan azul y verde
decirte que somos tiempos
circulares, de arena, con manecillas y horas
segundos que se escapan
minutos que escapan menos pero igual
decirte, hoy, que somos la oportunidad de la raza
que podríamos cambiar el mundo
cada mes
y presentar nuevos paradigmas dos veces por semana
porque así de buenos podríamos ser
que podríamos acabar con el conflicto en Gaza,
con el hambre en África
o el analfabetismo funcional en Puerto Rico.
Que podríamos ser más de lo que somos.

Hoy, decirte que nadamos en sueños
que juntos escribimos la Gran Novela Occido-Oriental
que somos partícipes de esta cosa que,
ingenuos e ingenuas—lo confieso—
llamamos “destino”
que entramos y salimos del colectivo mental
porque así de buenos podríamos ser
decirte, hoy, que te quiero
Eso, así mismo, que te quiero, maldita sea,
te quiero
te quiero, mundo
te quiero, amiga, amigo, hermano,
desconocida,
te quiero otra, otro, ungido, desprivilegiada,
te quiero, puñeta, te quiero,
eso, decirte te quiero, mundo, vamos a querernos hasta explotar
hasta que no existan átomos de tan juntos que estemos
porque, puñeta, ¡así de buenos podríamos ser!

Hoy, decirte que estoy dispuesto
a dar la primera línea de este gran poema
sígueme, por favor, solo porque te quiero.
Sígueme, escribe conmigo, aquí:
____________________________________,
ahora: _________________________________________,
escribe conmigo lo que sea, lo que salga de la abundancia de tu corazón:
__________________________.
Vamos, sin miedo. Te quiero. Te amo.
Escribe conmigo. Sin miedo:
________________________________________
________________________________________
________________________________________



Coitus interruptus
(de Nirvāņa, inédito)

“No estabas en el plan. Nunca lo estuviste”
dice mi padre alguna vez.
“Tu madre y yo tratamos de evitarte, de hecho,
y quise pagarle un aborto. Lo peor de todo
es que a menudo no me arrepiento de pensarlo.”
Entonces, mi mente divaga sobre las formas
de un contagio con sida, inyección de burbujas de oxígeno
mientras duerme,
o matarle el perro, el perro de mi padre, mi padre el perro
o moler vidrio y echárselo en la avena,
el perro de mi padre, mi padre el perro
esta noche mi mujer me pedirá un hijo.
Querrá que la clave en misionero.
La única posición que le gusta desde que se metió al evangelio.
Ya me dijo que esa será su única excusa para el sexo
salvo, claro, mi día de cumpleaños y quizás en Navidades.
Me desconecto.
Cambio de canal. Se la meto. Pienso en las nalgas de Jaime.
O en la crica de Beatriz. O en el culito de Carlos.
O en las tetas y pinga de Jazheera LaFontaine.
Y cuando estoy a punto de venirme,
me retiro.
Así será de ahora en adelante.


La Vorpal
(de La honra del Jabberwock, inédito)

Sé lo que eres,
¿eres La Alicia?
Los changos han llegado con su profecía.
Cheshire te llevará por la puerta ancha
por el camino angosto hacia el claro del bosque seco,
en donde encontrarás la espada Vorpal.
Le cortarás la cabeza al Gran Dragón, Jabberwocky original
y desaparecerás con el Gato Que Se Disipa
para volver a tu tierra natal, Srta. Lidell
y que un profano escritor
te suba las faldas
y toque tus entrañas—aun cerradas—
y tome fotos tuyas desnuda
cuando aún tus pechos son picadas de mosquito
y tu vulva lisa, eterno capullo verde de flor
que no acaba de ver verano.
Entonces, con el dedo perverso
llegan la pócima de hongos,
la madriguera

y la caída.



La profundidad
(de Niños malcriados, inédito)

Durante el invierno, íbamos al Lago Chester
al norte,
y patinábamos sobre el agua en estado sólido
y Janine, que en ese tiempo era mi novia,
comenzó a trazar círculos salvajes
planeta de su propio eje
y terminó en una fanfarria de gestos
de patinadora profesional.
Y el hielo cedió.

Cuando me di cuenta,
Janine se había salvado por una micronésima de segundo.
Hasta que la empujé.
Solo por saber cómo se ve un rostro ahogado
azul
que extiende sus manos hacia ti
por una salvación que se ve más interesante desde la profundidad.



Edipo Elektra
(de Niños malcriados, inédito)

El verano trae sus 100 grados
pero ese día, por la humedad,
el índice de calor es de 105.
Papá se quita los pantalones y los calzoncillos.
Mamá le grita que estamos presentes.
Él se queja del calor.
Y mamá lo deja porque sabe que el calor es, en sí misma, una bestia.

Los huevos de papá flotan en el aire
cuelgan como bolas de ver el futuro
grandes huevos de avestruz
que se hacen más grandes a medida juegan a subir y bajar.
Papá se queda dormido viendo
episodios repetidos de Falcon Crest.
Mis hermanas se acuestan a dormir y mi mamá también.
Es verano, y nadie me obliga a dormir temprano
porque el calor es excusa para todo,
hasta para besarle las bolas a Papá,
y ver cómo suben y bajan en mi boca.


ii. ateísmo
(de Absolución, inédito)

si por ateísmo se entiende contradicción
entonces abrazo la ambigüedad
del sol en un día lluvioso.
será que los torpes somos bicéfalos
arrancando nuestras uñas
y vertiendo alcohol y vinagre
en las heridas.
yo quiero ser bailarina
da igual lo amorfo de la música
lo brusco de cada nota plegada en un acorde de arpa,
igual los pensamientos son ruido.
y no hay instrumento dulce que aplaque mi sed de silencio.
será que desaparezco.
¿Cómo vivir sin dios? ¿Sin música?
sencillo.
con manos, gestos y lenguaje de señas.





Locus amoenus
(Fórmula: A+B2 / ; A= “Yes, Anastasia”, de Tori Amos; B= “Somewhere Only We Know”, de Keane; c = A Rush of Blood to the Head”, de Coldplay)
(de Magna Carta, inédito)

No llores por la ausencia de las picazas
porque tu madre es hermosa y se extingue
niño hombre,
y tan fuerte como cedro minúsculo de 4’5”, se hace humo de viento.
No llores por el lugar nuestro
porque los dioses y sus profecías del 12-12-12
no tienen efecto alguno en este lugar tan ameno.
Ve a los rubios círculos que dejan halos en el cielo.
A veces sirve mirar directo al sol
para ver las manchas verdes que se nos escapan en el mundo.
Veamos cuán valientes seremos
si volteamos al mundo las otras mejillas que nos faltan,
niño hombre,
te espero sentado en nuestro parque escondido,
para rociarme con gasolina, pegarme fuego
y abrazarte para hacernos átomos acelerados hasta el olvido
porque este amor es una guerra sin sentido en Crimea
producto de la sangre que se nos estanca en la cabeza.
Quiero este jardín secreto para que ardamos en brasas y hogueras voluntarias
niño hombre, sólo por ver cómo nos consume el napalm
sólo por sentirnos emprender el viaje de sólido a gas.
Así que, no llores la ausencia de las picazas,
porque sólo sapiencia de pájaros negros y blancos
la sabiduría de morir en amor
mirando directo al sol.







Arcoíris
(de Las niñas perdidas del cielo, inédito)

El tiempo es un ave de sueños en el dominio de los deseos
vuela como decir libertad franca
aunque la libertad sea estirar las cadenas
en un espacio ilimitado
como vivir para siempre
sin que Láquesis se dé cuenta:
un viaje en globo alrededor del mundo
y morir en el aire.
El tiempo mismo
es donde me llevan los límites de mi pensamiento
porque la literatura es arcoíris
como promesa de Dios
de nunca más destruir el mundo
con un diluvio.
Yo nací para el tiempo
para los años que se van como segundos
y las horas que parecen eternas,
yo he venido al tiempo
para dar mi tinta en segundos
para que no sufran las partículas de los siete colores
y para que la paleta no desaparezca.
Porque al final del índigo
siempre hay un duende que apunta con su dedo
al portal donde el oro vuelve al plomo
y la tierra se hace verde.



ii.
(de La deuda del pirómano, inédito)

extraño la piscina de la casa Rullán
cuando los tamarindos caían podridos
de su árbol pleno de gasolina
cuando el hermano mayor decidió
que sería buena idea
jugar a pirómano.
las bellotas caían y el agua se podría
marrón,
y nos bañábamos de todas formas
tratando nunca de beber jugo de tamarindo
mientras el hermano mayor
me miraba con ojos lascivos
y entrepierna mojada
por tanto jugo, tanta gasolina y agua.
hoy quiero ser pirómano de mi propio cuerpo
sicario de los templos anticuados
e iglesias inservibles
tengo un niño adentro
que chupa tamarindos
y derrama su agua podrida en mi sangre.
el hermano mayor lo sabe
y solo observa
tocándose la entrepierna mojada.
me deja podrir
pero yo decido
que ―en casos como éste―
más mérito tiene el fuego
que la herrumbre y el metal oxidado.



Andrómeda
(de Andrómeda/Bionomicón, inédito)

Me haces falta como decir
Andrómeda alejándose cada año un milímetro más.
Mi amor es un disco de estrellas
descubierto por Edwin Hubble en 1924
gigante con dos brazos espirales prominentes
y un girar de más de mil años.
Así te amo:
lentamente,
como la sabiduría extraterrestre
que suena en mi cabeza
a través de franjas oscuras de polvo y gas
y muerte en el vacío
que es lo mismo que congelarse azul en el olvido.
Mi amor es Andrómeda
cuyo brillo no depende de una sola estrella
ni depende su canción
de extraterrestres verdes
ni de hombres enamorados que escriben poemas
a la velocidad de la luz.



de Tres iniciados
(de El palacio de la memoria, inédito. Fragmento)

...El RITMO es una falacia.
No todo el mundo sabe bailar. Yo mismo sufro de pies izquierdos.
No fluye el pantano, las arenas movedizas. No fluye la tierra, o el fuego.
No fluyen las ideas ―a veces―, sobre todo en la política.
Y el agua solo fluye cuando no es hielo.

Hay algo de relatividad en la ley de CAUSA y EFECTO.
Hay cosas que suceden simplemente porque sí.
Preguntémosle a Amelia Earhart,
a las víctimas de Aurora, Colorado,
a los que mueren sin aparente causa.

Concedo el principio de GÉNERO, sobre todo en español.
Todas las palabras en este idioma tienen pene o vagina.
Y hay algunas que en su poesía se vuelven transexuales,
como el agua y las aguas.
La clandestinidad es necesaria para la propagación de lo falso.
Y aunque tengo secretos
no quiero llevármelos a la tumba. 




David Caleb Acevedo
San Juan, Puerto Rico, 1980.
Egresado de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras. Ha publicado en revistas tales como Pastiche, Tonguas, Poui, The Caribbean Writer, Contornos, y L’Antesala. Asimismo, su trabajo ha sido publicado en las antologías Nueva Poesía Hispanoamericana, editada por Leo Zelada, Los otros cuerpos, editada por Moisés Agosto-Rosario, Luiz Negrón y el mismo David Caleb Acevedo, Cuentos de oficio, edi tada por Mayra Santos Febres, Open Mic/ Micrófono abierto (Hostos Review #2), editada por Mayra Santos Febres, Los rostros de la hidra, editada por Julio César Pol, From Macho to Mariposa, editada por Charlie Vázquez y Charles Rice-González y Ó: An- tología del Colectivo Literario Homoerótica.
Ha publicado los poemarios Bestiario en nomenclatura binomial (Editorial Aventis, 2009) y Empírea: saga de la nueva ciudad (Erizo Editorial, 2012).
Entre sus novelas se encuentran Historias para pasar el fin del mundo (2015), ðēsôngbərd (ganadora del primer lugar el el Premio Nacional de Literatura del Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2014) El Oneronauta (2014), Diario de una puta humilde (2012), Empírea o saga de la nueva ciudad (2011), Bestiario en nomenclatura binominal (2009)






2 comentarios:

Antony Varela dijo...

Espléndida producción poética. Soy fiel lector de las entradas de su blog. Saludos desde la ciudad de las rosquillas, paisano.

Fabricio Estrada dijo...

Nada mejor que el saludo venga del ombligo mismo de mi ser. Saludos, Antony, aquí mantenemos en contacto, entonces.