Es una estatua enloquecida, una estatua el verano, una estatua que corre arrebatada por los campos resecos, con la sombra en llamas incendiando todo lo que cubre... es una diosa el verano, el de Vivaldi, el nuestro. Trepida en un inmenso yermo, es una diosa que desespera en sus límites de mármol... y corre, quema, viene hacia uno con su rostro transfigurado ¿pero qué me grita? ¿Cuántos violines en sus cuerdas vocales?... viene en la llama con su rostro transfigurado, y uno espera, abre los brazos, cierra los ojos y así, con la piel que comienza a arder, se comprende que sus palabras terminarán por calcinarnos.
F.E.
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