Cuando vemos que
hacemos siempre lo mismo desde siempre no podemos ya pensar en el pasado sin rencor.
Esta revulsiva cita extraída del diario
de Césare Pavese es una de las utilizadas por Ricardo Piglia en su relato Un
pez en el hielo, metaficción que se construye de la última anotación que
Pavese escribiera antes de suicidarse. Y sucede que no puedo más que aferrarme
a esta cáustica revelación como me aferro a la acusación que hago hacia mí
mismo en cuanto a poesía se trata. Porque de poesía se ha tratado siempre la
certeza de que otros ligaran mi nombre a este delicado oficio de escribir
poesía y de que yo, alevosamente, subestimara muchas veces la seriedad de mi
nombre unido al de la poesía. No me lo había creído del todo, nunca. Antes del
2008 nunca había podido asumir que había logrado poiesis alguna más allá de
aquella que fue perturbación y confusión lastimera -y pasajera- una vez me vi
reflejado en su espejo roto. Llegaron a editarse los poemarios, sí, llegaron a
salir sus tirajes, sí, pero llegó el momento, hace once años, en el 2008, que
se me exigió estar a la altura de la expectativa y no pude advertir lo crucial
por falta de seriedad.
Once años después tengo en mis manos la Antología de Poesía
Hispanoamericana Cuerpo Plural, auspiciada por el Instituto Cervantes
de Madrid y antologada por Gustavo Guerrero. La profesora de Introducción a la Literatura
Española de la UPR Recinto Río Piedras, Carmen Pérez Marín, me ha dicho la
semana pasada que la casualidad la llevó a encontrar mi nombre en esta famosa
antología y que se ha sorprendido al encontrarme en ella. Prometió llevármela
hoy y lo cumplió. Tengo en mis manos entonces el libro que debí ir a traer al
correo postal una vez que se me envío y, sobre todo, tengo en mis manos la
antología en que debí participar con toda la seriedad requerida. No es fácil
sentir el peso de este libro, quizá el libro del que más he aprendido en mi
vida de escritor. El peso de los poemas que la conforman es consistente durante
todas las páginas hasta que se llega a los dos poemas que envié para “participar”.
Hay un nombre ahí que no encaja, que desentona estrepitosamente, el mío. Donde
se lee Fabricio Estrada inicia y termina la magia que se trae desde las primeras
páginas de Cuerpo Plural. Más que merecida la lacónica caracterización que
describe la Revista Literaria Letras Libres de México, en su reseña de la
antología: hay lo mismo decepciones (el hondureño Fabricio Estrada) que
hallazgos importantes… (https://www.letraslibres.com/mexico/libros/cuerpo-plural-antologia-la-poesia-hispanoamericana-contemporanea-gustavo-guerrero
)
¿Por qué no fui a traer la antología cuando se me envío? Podría aducir que no
tenía dinero para el taxi, que me acababan de despedir del trabajo, que llovía
un diluvio ininterrumpido sobre Tegucigalpa todo ese mes, pero la verdad fue
que tuve vergüenza. Unas semanas antes había salido la nota de Letras Libres y
la mayor vergüenza del mundo gravitaba sobre mi ánimo. No celebraría aparecer
en Cuerpo
Plural hasta que me redimiera, me dije, pero ¿cómo se redime de semejante
decepción?
En 1993, el Taller de Poesía Casa Tomada completo, recibía
la charla sobre poesía hondureña que el poeta José Adán Castelar nos daba con
su eterna gentileza y cariño. Estábamos en el Paradiso que se ubicaba en el
lugar que ahora ocupa la Librería Navarro, en el barrio La Plazuela. Terminada
la charla, un poeta reconocido que se había bebido una buena tanda de vino,
explotó en burlas hacia aquellos jovencitxs que éramos. No repetiré los
insultos, pero entre ofendido y dolido prometí no regresar a Paradiso hasta no tener
mi primer libro publicado. Eso sucedió hasta 1998, año en que el poeta
Rigoberto Paredes y la Historiadora y Poeta Anarella Velez me presentaron Sextos de Lluvia. El pundonor y la inevitable
naturaleza que me impulsaba a escribir lograron esa momentánea redención.
Cosa
paradójica, fue de Sextos de lluvia que
seleccioné los poemas que envié para Cuerpo Plural.
“La diferencia entre un hombre inteligente y uno tonto es
que el primero se repone fácilmente de sus fracasos y el segundo nunca logra
reponerse de sus éxitos”, dijo Sacha Guitry, y sin duda, hasta el 2008 estuve
ciego en el oficio de escribir mirando ¿mirando qué? Pues mirando alrededor y
no solo a mi ombligo talentoso. El libro que no fui a recoger llega hoy a mis
manos que no querían ni tocarlo a pesar de que todos estos años lo he leído en
mi imaginación, jugando siempre con todos los posibles poemas que debí haber
enviado y a la vez escribiéndolos, sí, porque mi fracaso personal en Cuerpo
Plural significó para mí empezar
a escribir con sentido total del oficio y de los pasos que daba, entender que
la construcción de la belleza en mí, para compartirla con los demás, necesitaba
algo más que la espontánea ebullición de la palabra sino que también urgía elegir
la palabra que daba sobre el papel, esa nación intemporal donde estar presente
significa hundirse o flotar sobre un abismo blanco.
Existe otra paradoja en esto: a la par de Cuerpo
Plural ese mismo año fui antologado en La Herida en el sol, Poesía
Centroamericana Contemporánea, de Sergio Ramírez (Editorial de la UNAM)
y en ésta última, los poemas que envié están llenos de un contenido y forma que
supera en creces la muestra anacrónica que mandé para Cuerpo Plural ¿Cómo se
explica este dislate personal? Quizá la respuesta venga de otro dislate: las
fechas en que recibí ambas invitaciones difieren en la condición anímica
temporal en que me encontraba. En una estaba pleno y estable y en la otra era
un monigote de la sobre explotación laboral en la agencia de publicidad en la
que trabajaba. Si la poesía es intemporal -pienso ahora- el carácter y
responsabilidad para con la poesía debe ser imperturbable siempre una vez que
se asumió el oficio. “El tiempo y la
época siempre tienen razón cuando existen y no la tienen cuando desaparecen”
replicaría Sartre ante esta conveniente mirada desde once años después, pero no
tengo otra forma de explicar que Cuerpo Plural es en realidad mi parte aguas
respecto a dimensionar quién soy y en cómo la banalidad llega a mí, muchas
veces, en oleadas tentadoras que luego solo me ofrecen costillares de
naufragios.
El caso es que ahora, libro en mano, veo con claridad
cuántas veces he estado al borde del suicidio literario y cuántas otras he
decidido aprender a vivir de nuevo desde el comienzo, advirtiendo nuevas formas
y ampliando el contenido humano de lo que escribo. Mi nombre no merecía estar
en Cuerpo
Plural, pero el hombre que soy sí ha merecido entender todas las implicaciones
de aquella decepción.
F.E.
1 comentario:
Creo que la valentía no se ostenta realmente es frente a otros ( y si lo es ese valor tiene menos valía) sino frente a si mismo. Somos nuestro enemigo y la lucha se libra en ese pequeño espacio que el cuerpo limita.
Abrazo Fabricio.
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