me levanto de la cama
voy con un gomón de miedo y con un fuego en la garganta.
7:30 vamos sueltos
una dosis de alimento:
una coca, una semita y un royal...*
Todos estamos preparados para irnos a quemar algo. Desde hace quince años se arma la ruta hacia Trinidad, Santa Bárbara, un peregrinaje irrenunciable que nos reúne desde todos los rincones de Honduras para presenciar una de las tradiciones más enigmáticas de nuestra identidad. ¿Quemar lo que tanto cuesta? ¿Quemar la belleza? En un país de fuegos cruzados es casi preferible tomar la conciencia de un bonzo e inmolarse sin que nadie venga a ponernos su cerillo encima.
Llega el bus. Todo el equipo está acomodado y los guancascos ya eligieron asiento y chiste para acortar distancias. Pavelín, Pavelón, Wilmer, Carlitos, Marianito, Marlon, Yemil y Cristian -se quedó el Memo-, van hablando de todos los discos posibles, de las versiones de tal canción o de los arreglos que preparan para el otro concierto, quizá algo de Pink Floyd -aunque siempre hay un pincelazo de Pulse en ellos- o un homenaje a Facundo Cabral, que sé yo, qué saben ellos, las canciones van a ir moviéndose en su túnel del tiempo y el Sargento Pimienta se irá agregando como siempre, sin condimentar demasiado. Café Guancasco, o el encuentro de Pavel Núñez y Pavel Cruz, apareció en escena precisamente en Trinidad, en la dinámica que fue atizando por igual el Colectivo de Poetas Paíspoesible junto a Meme (Délmer López, director de Teatro La Siembra), y por eso se vuelve tan significativo ir a cantar en este tedeum fogoso para los 15 años del Paseo Real de las Chimeneas Gigantes, que este año llevó como tema: Peligro de Extinción, en atención al cambio climático y a la destrucción humana al ambiente y hábitat de las especies.
Café Guancasco.
Yo voy por las fotos. Esta vez no leeré ante los públicos de las aldeas y del casco urbano. No, esta vez llevo mi cámara y caminaré pendiente de toda pavesa.
No ha sido nada fácil mantener la tradición. Pasó el golpe de Estado, pasó el repliegue de patrocinadores, pasó de todo, incluso el intento de parar la quema llevada a cabo por la actual administración edilicia, quienes tuvieron que vérsela con la irreductible voluntad de Teatro La Siembra, quienes, en protesta frontal, cargaron con los armatostes de las enormes esculturas y las plantaron frente al edificio de la alcaldía. El pueblo entero se puso en pie de lucha, de nuevo, una lucha que por segunda vez defiende su patrimonio artístico-cultural. La primera fue el día del golpe de Estado, cuando medio pueblo se fue a la posta a rescatar a sus teatreros. Sin dudarlo un instante, fuero ellos los que salieron en la primera resistencia al golpe y fueron ellos, los que una vez rescatados de la cárcel, crearon aquel gorila inmenso para quemarlo. ¿Que cómo bautizaron al gorila? Goriletti, por supuesto. La multitud completa rodeó esa noche al Goriletti y del aquelarre surgió el grito que en toda Honduras se gritaba: el pueblo unido jamás será vencido. Esta vez, seis años trancurridos desde ese atorrante día, cambió en algo el grito, pero en esencia el fuera joh que se gritó llevaba la misma música de Café Guancasco de fondo y la misma algarabía que siempre triunfa sobre las graves disposiciones del totalitarismo.
El poeta Samuel Trigueros junto a Délmer López, director de Teatro La Siembra.
Un espíritu liberador es entonces la quema de las Chimeneas. Un postulado al desapego, antítesis de la acumulación de bellezas coleccionables que el poder y los valores capitalistas promueven cada treinta segundos a través de la mass media. El mundo es imposible, déjalo ir, parecieran escribir las llamas en la noche profunda de Trinidad, y Verlaine, en algún horno del purgatorio poético se sonríe junto al poeta Rigoberto Paredes que, con seguridad, recordaba ese verso cada vez que regresaba a su pueblo y miraba el destello de lo efímero.
Pero sigamos un orden, cosa casi imposible entre la multitud que se mueve de arriba abajo entre el asombro y el selfie. Las mujeres más bellas del país se cuidan de no ser tomadas por una belleza más a ser incendiada esa noche. Son decenas de muchachas bellísimas las que confirman que Trinidad sigue siendo una asombrosa fuente de indecisiones a la hora de elegir qué priorizar con la cámara.
Continúo. Aparto la disgresión.
¿De espíritu público hablaba? Pues bien. Se hace obvio luego de muchas pruebas a lo largo y ancho del país, que el espíritu público del actual gobierno promueve un repliegue acelerado de las manifestaciones populares, ensañándose -sobretodo- con aquellas donde el pensamiento artístico puro se concentra en lo que mejor sabe hacer: liberar espíritus. Cerrar el Ministerio de Cultura y transformarlo en una dirección ya es suficiente discurso; socavar paulatinamente la posibilidad de que los egresados de la ENBA (Escuela Nacional de Bellas Artes) sean considerados profesionales y que, para el futuro, se circunscriba la educación artística a la esfera exclusiva de las instituciones privadas (nueva Ley Orgánica de Educación) le pone cereza a mi argumento. Eso sin contar con el intento de tasar los espectáculos como teatro, conciertos de trova, lecturas de poesía, foros, talleres, etc., la regulación de la música entre los jóvenes y la promoción masiva de eventos folclóricos que promuevan el insustancial orgullo-catracho. Los organizadores deberían luchar para que Las Chimeneas se conviertan en Marca País -alcanzó a escuchar el poeta Samuel Trigueros (importante colaborador artístico de La Siembra) de boca de una bella jovencita-, tal vez así nos paran bola. Y no está muy despistada la reflexión tomando en cuenta que la concentración y promoción de productos artístico-culturales de este gobierno pasa por herrarse la marca país en el brazo: un reloj de Comayagua marcapaís, una playa en Trujillo marcapaís, un delfín de Roatán marcapaís, una chiringo marcapaís, pero nunca un fuego desencadenado que entre chispas y antorchas monumentales los señale desde el noroccidente hondureño. Of Course.
Café Guancasco ya cantó la del bus. Délmer ya entregó todos los reconocimientos. Ahora toca la hora del encendido y el ritual del teatro previo al atizado. Todos callan. De escultura en escultura la gente se va dorando y abriendo la boca. Hay una expresión de súplica honda antes de que el actor en zancos arremeta con sus antorchas. Se escucha el deslizar de las miradas por cada animal. El jaguar y el tigre se defienden y el venado gigante baja la testuz en espera de las llamas. Y de pronto estalla la piromanía más desquiciada, todo mundo regresa a su neanderthal más privado y grita, suspira, piensa, reflexiona. Ya que no nos dan para hacer arte aquí les damos arte a otro nivel y se los quemamos antes que vengan a ofrecer dinero para coleccionarlo o para ponerlo en un parque en espera de la lluvia desintegradora... así dice la enorme bandera invisible que flota sobre la hoguera... todos lo saben luego de que el signo fuera sembrado hace 15 años, luego que el signo creciera y se hiciera fuerte e imbatible.
Los armazones van quedando expuestos. Ennegrecidos esqueletos y la ceniza cae como nieve de sueños. Una nieve oscura que casi bendice, una ceniza que se multiplica como la memoria de Trinidad y de Honduras.
Si naciera y viviera de nuevo
gritaría unas cuantas blasfemias
quemaría todas mis mudadas
de esa ropa de marca importada...
...robaría el fuego a Prometeo.**
Esa es la que nos cantamos al regreso. Antes del silencio de los Guancascos.
Fabricio Estrada
Trinidad, Santa Bárbara
Diciembre del 2015
* El busero, Café Guancasco
** Renacimiento, Café Guancasco
2 comentarios:
Interesante recuento y tour.
Saludos.
Saludos, Jorge, bienvenido siempre.
Publicar un comentario