Las sillas
ya están ahí. Su discurso lleva ya más de 15 minutos y no ha comenzado la
función. Es la espera y así comienza a revelarse el tótem ¿Se descansa en
ellas? ¿Se tortura en ellas? ¿Sirven para una coreografía clásica de un night
club fino? Las puertas ¿quién entrará por ellas si acaso no son ya el otro lado
y somos nosotros los que estamos tras bambalinas? Ya expuesto el espacio del
poder –porque el poder es un espacio de movimiento- cuando los actores aún
están ausentes con toda y su tensión halando cada fibra de un espectador
impaciente. Todo espacio de poder es la antesala de un acto donde pronto dilucidaremos
qué papel hacemos en él, pero mientras esperamos entenderlo y verlo nada se ve con los
ojos si no que con la confrontación de nuestros propios abismos que, al ser
espejos oscuros e insondables, nos repiten y nos contradicen. ¿Llevamos todos y
todas un corazón doble de madera que en cada latido desesperado va adquiriendo
la forma de dos sillas que a nadie esperan?
Así comienzo
a ver Striptease, antes del inicio en que los actores José Luis
Recinos y Jean Navarro estelerizan a Hombre
1 y Hombre 2 –pasmosa cosificación
binaria, tanto como una programación informática-, dos ciudadanos modelos y
ausentes que de pronto caen a una grieta “histórica” donde se les va revelando
los mecanismos de su determinismo individual y colectivo, el acercamiento
brutal que anula las distancias auto-controladas del ser confortable y que les
muestra sin maquillaje –y sin traje- el terror de ser “lo otro”, lo mismo, lo
pusilánime.
Llega un
punto en que, al no revelarse de manera inmediata el por qué se encuentran en
el limbo, Hombre 1 y Hombre 2, comienzan a indagarse sobre cómo llegaron a este
doloroso proceso de revelación, “Nuestra dirección original fue completamente
alterada”, recapitulan aterrados al cotejar, el uno con el otro, el cómo
salieron de sus casas con toda normalidad y en dirección al trabajo hasta que
llegaron a ese espacio. “Yo me dirigía… “ dice Hombre 2 y ahí comienza el
horror de no saber a ciencia cierta si él realmente fue quien tomó la decisión
de ir hacia una dirección pre-determinada, así como la humanidad misma ha
creído que la civilización tiene un camino señalado hacia el progreso, la
felicidad y la libertad, nodos esenciales del discurso político totalitario. El
esfuerzo de comprender es tal que su mismo cuerpo revela –a través de las más
extremas muecas y convulsiones- la anulación y el absurdo de ser una
encarnación humana sin sentido, exigida hasta los límites. Esta representación
es la que define, a mi parecer, el principio de la obra: el poder
del vacío activo. Un vacío que es significado por la especulación, un poder
crecido por la fascinación, un poder que puede ser revelado en el escenario
como una simple mano que viene y da órdenes puntuales para despojarnos de todo
sin resistencia alguna, en definitiva, un poder que nosotros mismos le hemos
dado la voluntad de castigarnos por el simple hecho de existir para él.
¿Hubo en
algún momento una dirección original hacia dónde dirigirnos? ¿Qué cosa era la
libertad hacia donde nos dirigíamos? Escrita y montada para el contexto político
de la Europa oriental durante el llamado socialismo
real –épocas de disidencias igualmente activas-, la obra del polaco
Slawomir Mrozek ha sido montada por el Maese Tito Ochoa con Teatro Memorias,
traspolándola a la grave situación hondureña en la que vemos, aturdidos, el
ascenso cínico de una dictadura formal donde el supuesto orden y sin
alteraciones da argumentos para el despojo –por no decir saqueo- de todos los
simbolismos que hacían de la ciudadanía una progresión hacia lo aparentemente
civilizado.
¿Estaremos
dispuestos a entregarlo todo bajo la apariencia de conservar la supuesta
dignidad moral y cívica que se exige de todos y todas en todo momento a través de la propaganda y la coacción de la fuerza
militar y tecnócrata? “Todo esto es muy
cierto”, grita Hombre 2 mientras Hombre 1 le responde “Lo peor es esta incertidumbre”. El totalitarismo -vacío portentoso- viste y desnuda
sin darnos la cara, aunque en esta puesta en escena los actores sean conocidos
por nosotros, anden por la calle, coman, nos hablen pero ya puestos en el
escenario de la fascinación se conviertan en nuestros sádicos opresores.
Fabricio Estrada
Noviembre, 2015
EN ESTRENO en Tegucigalpa,
DEL 19 DE NOVIEMBRE AL 12 DE DICIEMBRE.
TODOS LOS JUEVES Y VIERNES 7:00 P.M
SÁBADOS 4:00 Y 7:00 P.M
DEL 19 DE NOVIEMBRE AL 12 DE DICIEMBRE.
TODOS LOS JUEVES Y VIERNES 7:00 P.M
SÁBADOS 4:00 Y 7:00 P.M
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