jueves, 20 de noviembre de 2014

Carlos Godoy - Argentina

Los siguientes poemas forman parte de la muestra que la antología "30.30, poesía argentina del siglo XXI" hace del poeta Carlos Godoy, nacido en 1983, en Córdoba. Algunos de sus libros son: Prendas-2005, Escolástica peronista ilustrada-2007, La temporada de vizcachas-2009, Paritarias + Soy la decepción-2011. En novela ha publicado Sugar blueberry-2011 y en relatos Can Solar-2012. Trabaja como docente y periodista cultural. 


Los principios del federalismo.

Una tarde escuché a mi vecino pidiendo ayuda.

No me animé a salir y pensé en que otro vecino podría acudir.
De todos modos me senté junto a la puerta
y esperé atento.

O no había nadie o nadie quería ayudarlo.

El hombre forzaba tanto la voz que empezó a toser
y a ahogarse mientras gritaba.

Yo me vestí, calenté agua para un café
y seguí apoyado sobre la puerta escuchando los gritos.

De un momento a otro se calló.
Después lo escuché toser durante varias noches.

En el lapso de las dos o tres semanas siguientes
me lo crucé en el supermercado
y me saludó como siempre con un movimiento de cabeza.


Algunos perros se quedan siempre en una cuadra.

Creemos en lo que más nos impresiona.

Hoy papá se fue. Cargo todo en un camión y se fue.

El más chico se puso a limpiar los rincones
porque sabía, desde temprano, que iba a ser un día duro.

Esta es una escoba, la puedo empuñar como fusil.
Esta es la Virgen de Lourdes, la puedo visitar
o le puedo rezar por las noches. ¿Y qué dice la mente?

La mente dice: creo en la reencarnación
y confío en volver como una peste que los mate a todos.

La extinción es perfecta.

Y el epicentro sigue siendo ese perro viejo
que fue acumulando pertenencias.

Las sondas catalizan.

Y el perro sigue juntando bienes
sobre una manta tendida en la vereda.

¿Cómo es la mano enterrada en la cal?
¿Descomprimiendo las moléculas del tejido?
¿Puliendo el calcio del hueso?

Hagamos silencio.
Ahora, respiremos profundo.

Eso que se ve es nuestra ciudad de cemento.
Reténganla. Porque ahí es donde siempre se vuelve.


El vaivén.

Hubo un fuego
y un viento que se encargó de distribuirlo.

Después llovió. De la tierra brotó un humo espeso
que golpeó la cara inferior de las hojas
y se condensó en un hollín que se adhirió y las dobló
hacia abajo.
Otro obstáculo para la lucha genética contra la gravedad.

Todos quieren ser millonarios por un golpe de suerte.

Tranquilo Mario, somos demasiado sensibles para
subir de categoría, a veces, incluso hay que bajar
y no es tan malo: la materia se escabulle, busca y se acomoda.

Los hábitos sabiamente aleccionados
por la miseria, si te fijás bien, son un vaivén.

Hace varios días que me faltan diez páginas
para terminar un libro; es que es muy bueno
y no me animo.

No se debe matar a los héroes.

La pampa desde acá se ve distinta, pero en realidad
es la misma con sus colores y sustancias. El humo sube
vertical y de a ratos alguna brisa lo tuerce un poco al este,
al oeste, y vuelve a ser como un poste fijo continuo.
Estuvo bueno charlar bajo el sauce y contar las historias del río.
Del chico que se ahogó buscando una pelota, enganchado
del tobillo a una raíz oculta.
El líquido blanco que una vez bajó por el desagüe
y mató a peces y patos y pájaros.

Pero ahora hay que seguir.

Me llevo un par de fotos de cuando eran chiquitos.
Otra de papá con su uniforme posando en la cima de una gran sierra.
Y otra de mamá hippie con un rubiecito en brazos.

También está la foto del barrio:

la vereda con baldosas flojas o arrancadas,
las oleadas a descomposición que a veces se vienen del río,
el perro que nunca muere y no tiene nombre y cada nueva generación
lo bautiza "viejo", los hijos de los bolivianos que corren
por las calles metiendo cuetes dentro de botellas vacías.
Los días de partido. En fin, los cabezones del fondo que
chiflan cuando hay pelea.

Cuando el humo se fue la tierra ya esta seca. Algunos pájaros
empezaron a cantar y todos volvieron a sus casas. Tuvieron que
ventilar los ambientes y lavar la ropa, cortinas y colchas y sábanas.
Después volvieron a pintar las paredes blancas.
Quedó un bosque negro de árboles carbonizados en pie
y abajo el nuevo pasto, naciendo verde y fuerte.

¿Entendés Eloy? El vaivén.

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