domingo, 29 de abril de 2012

TEOR/éTica en reflexión inmediata, prueba 1, soporte mixto

Cuando pasan los F-5E sobre Tegucigalpa, cuando un piquete de simiescos soldados vigilan las esquinas, cuando la policía cruza amenazante entre las sombras, vigilando con odio en los ojos ¿qué cosa cuidan?... ¿Cuidarán acaso que nada se deslice hacia lo pacífico en sus más pequeñas muestras? ¿Cuidarán la violencia?

He salido varias veces del país y doy por supuesto que en Estocolmo la paz vagaba natural por los parques, como si ésta creciera por inercia. He estado en Madrid y disfrutado los paseos de madrugada junto a toda la población que espera lo más tarde del día o de la noche para sentirse libres y disfrutar de los espacios públicos. Managua, a una frontera de distancia, también me ha confirmado que algo macabro se incuba en la mentalidad de quienes ven al humano hondureño como pieza de cacería: he caminado kilómetros de noche en Managua y he sabido de su pasmosa tranquilidad, y de esta forma, a puro contraste, no me es ajeno que en San Salvador, Ciudad Guatemala, Ciudad de México o Tegucigalpa y San Pedro Sula el cielo es un ametralladora más apuntándote con toda su munición de estrellas perdidas cayendo alrededor... y así, ahora, luego de regresar de San José, vuelvo a sentirme ajeno a la paz. No vengo de la paz, no soy de la paz, no conozco la paz. Soy extraño a ella, me incomoda, me causa aprehensión. Y es terrible aceptarlo.

He compartido junto a artistas visuales del área los seminarios para los que TEOR/éTica nos ha convocado, y gracias a ello he vuelto a ver a amigos-hermanos que hace mucho tiempo no veía. Empezando por Dennis Avila y siguiendo con Javier Payeras, luego haciendo un enorme círculo por nuevas amistades, intensas palabras y exploraciones a las tendencias individuales en las artes contemporáneas. Asistí a cada una de las ponencias y participé como expositor hondureño junto a Adán Vallecillo y Gustavo Larach, una experiencia que por sí misma me hace comprender aún más lo que somos, y sí, definitivamente, por mucho que lo evitáramos, no éramos la paz conceptual y el pre-figuramiento de la civilización. Fuimos esa otra cosa que no se termina de entender en los espacios curatoriales del tiempo y del espacio. ¿Tan lejana queda Honduras?

Respiré profundo y aprendí, en primer lugar, a darme una oportunidad, a darme tregua dentro de lo que tantos años me cercan en forma de constantes denuncias y señalamientos del horror. ¿El horror vacui hondureño me dejó en paz? No, pero sí me cedió un recreo. Me permitió llenar su vació, aunque sea a la mitad, con agua fresquísima y diletantemente sabrosa.

Asimilar es intentar pensar con claridad luego de un enorme trancazo en el rostro, asimilar es encajar un golpe con la sonrisa tierna de los enamorados... practiqué el vago rito de la asimilación, entonces, por cuatro días, y lo disfruté, lo admito, lo disfruté en la enorme libertad de escuchar sin aprehensiones lo que sin aprehensión alguna es construcción intelectual lúdica en la mayoría de artistas invitados, y de esa lección cotidiana y efervescente quiero seguir bebiendo, sin prisas.

Entiendo por igual lo que los exploradores coleccionistas buscan y apoyan con ojo puntual y descarnado. Sé que todo invierno bajo techo que se logre montar con paciencia y estética puede ser comprado con amor.

Sé que si el ejército hondureño, por ejemplo, hubiera vendido la idea de que todo era un gran performance llamado Coup d´etat, la cosa hubiera necesitado de un enorme territorio para validar su espacio y discurso. Lo bello y significativo para todo el arte hondureño es que no fue así y que por ello, cada quien tiene la oportunidad de interpretar o darle lectura estética al hecho de la forma que le plazca, y lo mejor, es que tenemos todo el tiempo y espacio para crear nuestro propio texto curatorial. Que este texto tenga las exigencias o condiciones que la Fundación Rockefeller pide como mínimo pensum son otros veinte pesos, pero si las expresiones o definiciones que salgan en el proceso creativo tienen la capacidad de volverse incontenibles en cualquier espacio institucional al que fuera invitado entonces, podremos -en Honduras- mantener la risa tierna del o de la enamorada asimilada por un amor brutal y sin contemplaciones.

Cuando pasan los F5-E sobre Tegucigalpa, amedrentando de cuando en cuando, cuando sacan los camiones de gorilas y los policías salen de cacería y asesinan a diestra y siniestra me pregunto: ¿habrá espacio suficiente para montar con ellos una gran instalación? ¿Qué cielo costarricense o josefino podría tener las condiciones para el vuelo súper sónico del horror? ¿Qué bella floresta de La Sabana sería capaz de camuflar tanto muerto? ¿Qué luz inteligentemente dispuesta cubriría al artista hondureño en su arte forense? No conozco la paz, no, pero pude aturdirme y ser capaz de asimilar lo que no poseo, aunque esto fuera el asombro de tanta pareja joven amándose despacio en los picnic de la medianoche, entre la sombra de los parques, ante la mirada de una policía que no odia lo libre sin expectación ni sospecha.

F.E.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Solo en Costa Rica pudo ser posible ese evento, lo se porque siempre voy, ahi vocifero, peleo, me quejo, aqui en Nicaragua también. Que vivan los pueblos hermanos, un saludo de la hermana rep Nica

Anónimo dijo...

Y digo que solo en Costa Rica se pudo haber dado ese evento, justamente por esa aparente paz, aqui en Nicaragua, ante tantas discusiones y debates necesarios la gente hubiera reaccionado con bombardeos de palabras y bombas de histeria producidas por la falta de escucha