viernes, 24 de septiembre de 2021

Las Crónicas del Capitán Snorkel, 18 - Fabricio Estrada

 

Foto: Fabricio Estrada

Una previa contra Ezra.

 

Cuando Pound dijo que la poesía

era cosa de capitales

presto e ingenuo

revisé mis bolsillos.

Nunca esperé sacar de ellos

una plaza con su basílica

ni herir mis manos

con la aguja de una torre metálica.

Mi capital

estaba constituido

por puentes rotos y ríos falsos.

 

Pensé

a cuánto ascendería mi deuda con la poesía

el día en que, desprovisto de la más elemental riqueza

se me exigiera el símil más exiguo

y a cambio yo prometiera

las costas de una isla desolada.

 

Ezra bien pudo

señalar la puerta que abría al mundo la palabra

o reconocer las ciudades donde ésta brillara mejor,

pero bien sabemos que el verso

es una moneda al aire

y que en algún momento de su giro

-en un ángulo fugaz que esconde todos los espejos-

el sol hace de ella otro sol.

 

Me quedaba entonces la idea que

la única moneda oculta en mi mano

bien podría ser la isla

que más necesitaba

y que la poesía podía irse al demonio

con todo y sus cuitas de amor parisino

y los castrados bonachones de Picadelly Square.

Ezra Pound, por esta vez, no tendría razón.

Era preferible que callara,

viniera conmigo a la playa

y diera paso a su Cantos.

F.E.

 

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