martes, 3 de abril de 2018

Puerto Rico: La sensibilidad cotidiana en la isla

He visto con reiteración -y detenimiento- algo muy singular dentro de la urbanidad de Puerto Rico, sobretodo en el área metro. Es el caso del trato al indigente. El indigente en la isla tiene derecho a entrar y consumir en todos los establecimientos de venta pública sin ser echado por guardias de seguridad. Eso incluye restaurantes de comida rápida, cines, áreas del tren, supermercados y otros. Si el o la indigente tiene el dinero para comprar hace fila sin ser molestado ni violentado en su derecho, un trato años luz de diferencia a lo que sucede en la gran mayoría de países de Latinoamérica. En Honduras ni siquiera se les permite asomarse a las puertas de los supermercados o tiendas en busca de sombra para resguardarse del sol o la lluvia cuando ya está llegando el guardia y, de manera violenta la mayoría de las veces, procede a la expulsión.

Aquí he estado haciendo fila junto a mendigos en los Wal Mart, he visto cómo entran a las comidas rápidas para comprarse combos económicos, me he quedado de una pieza al saberlos libres de circular en los mall mientras miran las vitrinas. Por supuesto que las enormes contradicciones que veo de fondo son más que suficientes para hacer un ensayo sobre el consumismo vs. marginación social, pero el detalle que resalto es esa convención social boricua que permite la presencia de la desventura sin proceder a negarla o cerrarle el paso con la brutalidad a la que estamos acostumbrados en Honduras. Eso me da una idea del carácter que ostenta esta sociedad tan tensionada por el colonialismo y que sin embargo mantiene una enorme reserva de solidaridad para lo cotidiano.

Las dos fotos corresponden a la tarde de hoy, en una sala de cine de San Juan. La señora entró porque tenía el dinero y quería comprar palomitas. Se las vendieron y sin más buscó donde sentarse. Para mi sorpresa, vació la bolsa de palomitas sobre la mesa y comenzó a comerlas una por una, despaciosamente, mientras murmuraba algo para sí misma. Nadie la molestó mientras lo hacía.

Fotos: Fabricio Estrada


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