viernes, 13 de abril de 2018

Denisse Español - República Dominicana


Foto: Fabricio Estrada


Dobladita como una hoja (Cartemas)

Era el tiempo de partir.

Tomé la isla y la doblé en varias partes, dobladita como una hoja. La entré en el bolsillo, el que está encima del corazón. Tuve miedo de que descubrieran mi acción en aduanas, pero la operación resultó ser un éxito.

Ya estoy en casa.

Saco la isla del bolsillo, la despliego en los lugares del recuerdo, como un mantel. La primera vez noté que traje también rostros distintos. Cada uno con el peso adecuado: Francisco aún no ha podido sonreír, a Gustavo le salen las palabras desnudas del bigote, Ely continúa tapando los agujeros de su lengua con abrazos.

Ayer tendí su sábana espesa sobre el jardín. Quiero abrirla en cada lugar. Estoy en casa, me repito, repleta de palabras que me persiguen en una histeria mansa.
Pienso en saltar desde una montaña que se recrea en el manto, caer en mi tierra, resembrarme, para que crezcan de nuevo raíces. Luego decido que no es justo. Estos son mis recuerdos, mis caídas, mis caras, moldeando a la nueva mujer que se teje sobre el tiempo.

Cuando no puedo más, cuando el dolorcito inicia de nuevo su giro de agua, recojo el lienzo. Digo los nombres para guardarlos, Linda se come una flor, Giancarlo recoge los dinosaurios, Alejandro la lluvia.  Otros, como Roberto, se toman de un tirón el vino que queda en la copa y sonríen al despedirse ¡Salud! Hasta la próxima, susurro, queriendo decir todos los días y cada minuto.





Carta II (Cartemas)

Quise salvaguardar la despedida dentro de un abrazo (porque los abrazos son las máquinas indicadas para detener el tiempo), olvidar los pasos que compusieron el destino hacia el adiós.
Pude descoser tu imagen de mis ojos, cada hueco con la ausencia de tus hilos, pero decidí mejor clavarte en mi niña, sumarte a la colección de amores que sanan con el tiempo.
¿Cuáles fuerzas nos tiran sobre la palabra amigos?
¿Cuántos amigos cabrán en mí?

Es imposible sostener el peso de todos los nombres que se incrustan en la casa de huesos, continuar nadando por los océanos de las bienvenidas y las despedidas que me visitan a modo de látigos. Morirá la piel dentro del ritmo de los encuentros, los festivales de la poesía como excusa para conocernos, sabiendo de antemano que otro pozo nacerá.
No quiero el castigo, extraviar las presencias cuando sean ya visiones... Por eso pensé, torpemente, que llevarte dentro de un abrazo sería la solución para abandonar sanamente la tierra del adiós.




Carta III (Cartemas)

A mi regreso tomo la poesía, florecida, recién pulida, la guardo en un saco y dentro de un cajón. Trato de no mencionarla cuando salgo a la calle, me como las ansias de que vaya flotante a mi lado.

Algunos preguntan por ella, yo, la callo con el más potente engrudo de labios, pero ellos la halan por sus delicados brazos. La vuelvo a entrar en su saco de plumas perfectas, disimulando.

Mientras avanza la noche, la solicitan testarudos, desorganizando su tenue cabellera, su moño recién hecho de flores amarillas. Y así, continuamos sobre el tiempo derribando estrellas, callándola, gritándola, descomponiendo las palabras.

A la hora de marcharme recojo la poesía del suelo. Mi poesía entiende que estas cosas suceden y no reprocha. Al llegar a casa la baño con las mieles de sanación que ella misma me regala, pongo curitas en sus heridas, en las mías, intentamos dormir en el bullicio del recuerdo.

Ella no logra cerrar sus ojos luminosos, ahora es un faro que atraviesa el tejado. Mínimamente tranquila rompe la penumbra con su mirada abierta, inmóvil, entre mi cuerpo y la dulce respiración de mi compañero.




Cartema a mi padre

Papá, es lamentable que no tengas Facebook. Pudieras ver lo mucho que te recuerdan por allí, especialmente cada 3 de mayo cuando tu nombre multiplica los deseos de llorar.
Las redes sociales y ellos, con sus extensas cartas, tu foto, tu sonrisa. Las redes sociales y yo.
También hablaron de ti en Instagram, con un megáfono escrito donde las letras son punzadas. Buscan consuelo, imagino, también lo ansío. Tal vez sea yo la equivocada y deba hacer el cambio hacia el escándalo, llevar de paseo mis lágrimas, mendigar abrazos y likes.
Como ves, estos días llegan solo por sus gritos y aunque trato de olvidarte casi a diario el pálido aguacero de tu recuerdo contorsiona los objetos derritiendo sus verdades. Si encontrara el antídoto para el peso de tu inexistencia ¿habría tomado la cucharada amarga?
Sé que es tonto tratar de comunicarte lo que siento sabiendo que solo el silencio se vestirá de respuestas. Pero a pesar de ello quisiera decirte algunas cosas que te harían llorar de la risa, hacer una cita, sentarme en tu escritorio y recordarte que debes pensar un poco más en ti.
Insólito que el cielo esté tan atrasado en tecnología.



Cartema a Julio (cartemas)

Querido Julio, he perdido el corazón.
Usualmente lo ataba a mi pecho con los hilos de la concordia y la costumbre. Así logré amaestrarlo, forjarlo como ciudadano modelo de los terrenos de mi cuerpo.

Fui poco a poco, sentándolo en la escuela del sosiego, retirando primero los cuchillos, para obtener su confianza. Luego, quité también toda la luz que lo hacía vibrar, evitar así sobresaltos innecesarios.

No recibí nunca una queja formal.

Tuve sospechas de que mi método de escasez fuese amenazante para corazones indomables, pero el mío no parecía serlo. Confiada abrí las bardas. Entonces llegaron los nimbos a llenar mis ojos y pasó con toda su velocidad el filo de la carretera… Ahora el corazón se ha perdido.

Dicen que lo vieron sostenido del viento, con plumas labradas a la medida. Dicen que iba sonriente con la fibra de un párvulo artilugio.



(De una casa en la palma de tu mano)

Hablemos un poco de soledad

Esta afonía inunda cavidades
este buscar y perderse en el tumulto,
mi cuerpo junto al tuyo.

Soledad de locos,
pandemia de lágrimas,
bocas cerradas regresan por vértebras ajenas
desesperando los hogares del alma.

Un desterrado tú
y un lejanísimo yo
suman un terreno vacío,
hueco excavado
para encontrar de nuevo y otra vez
un silencio vivo.

Secos yacen,
los «árboles azules»
de mi cabeza.




Fuera del lugar irremediable
Mi cuerpo, lugar irremediable
MICHEL FOUCAULT

No sé quién soy,
desconozco a la mujer que habita
este lugar irremediable,
ciudad fragmentada ante mis ojos.

¿Quién habla desde el espejo?
¿Quién vigila al otro lado?

Si solo veo un par de manos que escriben mis dudas,
unas piernas cruzadas sobre el sillón,
pedazos de un ente difuso,
fisonomía inadvertida en el tiempo.

¿Quién me ocupa?
¿Quién muerde mis uñas?
¿Quién llora en las cavernas?

La mente está vacía,
la silueta habitual se confunde,
permanezco lejos,
guarecida en las afueras del templo.

¿Dónde se esconde la mujer
que respondía por mi nombre?



Cosechas

Los ladrillos del silencio sembrados en el jardín florecen
de nuevo.

Los cosechamos en temporada y permiten construir
la pared que nos separa. Trabajamos en ella, sin dejar
pasar ni un día. Nos vemos de frente y sonreímos educados,
retirándonos después de la faena, a los mundos paralelos
que llevamos con maestría, territorios de egoísmos.

En mi hemisferio desgarro el deseo. Me baño en el lago
del recuerdo, levanto la tierra del fondo. Mis cabellos forman
islas que añoran tus ojos, raíces en busca de respuestas.

Te veo del otro lado y me pregunto si tendrás un lago
parecido al mío, donde pudiéramos reencontrarnos o
por lo menos soñar ahogados lo que un día dijimos sería
la vida.




Madres
(Poema para el grito de Mujer 2018)

Con la piedra del deber
despedazo el caparazón multicolor de mi hija.
Al verla en el suelo,
siento al animal lamer mis heridas.

¿Quién nos enseñó tan magistralmente
a estar solas?

Espero cada día no ser como mi madre,
caminar en contra del dolor y la culpa
pero soy ella incluso en las llagas.
Sin ser llamada yaces, madre, asilada en mi espejo,
precedida por abuela
y por ese recorrer infinito de mujeres con mi sangre.
Cuando golpeo sus murmullos
parpadea mi silueta.

Todas mis madres duermen
en una letanía heredada
de vientre en vientre
hasta el arribo de mi rostro, único y colectivo
superpuesto de las lágrimas y de sexo
desnudez primera de mi esencia.

El peso de mi género es una mordaza.
Dos pechos descolgados por los siglos
nacidos para coserme la boca
para recordarme que somos mejores en silencio
que somos el desierto más fértil de la tierra.





llorar contrapuesto
llorar sostenido, sistemático
dejarse halar por las contracciones
hasta el punto preciso del dolor.
Excavar profundamente
llegar hasta las venas
deslizarme en su corriente de latidos
oscuridad de mi propia sangre.
Nadar de ida por nuestros lagos
y de vuelta hasta uno mismo
por las lágrimas.
Llorar como una lluvia
como una risa compuesta de una vida.
Lavarse
sacar del fondo la imagen
la sonrisa.




Denisse Español
Nace el 3 de agosto del 1975 en República Dominicana. Arquitecta y escritora (poesía, ensayos, relatos). Ha cursado las maestrías Arquitectura crítica y proyecto (Universidad Politécnica de Cataluña) y Estudios Avanzados en Literatura Española e Hispanoamericana (Universidad de Barcelona). Autora del poemario “Mañana es Ningún día” (2013) y “Una casa en la palma de tu mano” (2016), con la editorial Mediaisla y una versión centroamericana del mismo gestionada por el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica 2016, también de los cuadernillos “No conozco el cartero” (2016) y “Cartemas” (2018) de la colección Playa Sucia editados por el proyecto editorial La Chifurnia. Responsable del Rincón Cultural de la revista Zona Este del Listín Diario. Fundadora del grupo literario-multidisciplinario Café de Artistas de Punta Cana y organizadora del recital poético anual de la misma localidad. Su obra ha sido galardonada tanto en su país como internacionalmente. Ha sido invitada a diversos festivales internacionales de Poesía.

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