miércoles, 17 de noviembre de 2010

Estación Limbo 1: Reagrupar, reagrupar

Cuesta un mundo reagrupar un mundo que se había desatado, puesto en fuga. Imagino el galope de un caballo en estos pasillos de formica. Lo veo despedazado, segmentado como aquella escena bizarra en The Cell, cuando la Jennifer López entra a la mente de un asesino en serie.
Es muy probable que en alguno de estos cubículos se esconda un psicópata pulcro que ahora mismo se afila las uñas con las teclas de su IMac.
Volver a levantar los edificios de la vanidad, los bulevares de la indiferencia, volver a estrujar el rostro contra el plasma del horario atroz.
Mantis, veo mantis por todos lados. No es Matisse, no hay una sola pintura en el alma minimalista del corral high tech. Afuera se planta digna una Llama del Pacífico, aunque de un momento a otro lleguen a talarla en pro del Nuevo Diseño.
La mayoría de las veces reina un silencio enorme en el cual gotea el pertinaz goteo de los teclados. Risas aisladas, reticuladas, siseo de faldas finas y corbatas erectas. La broma común es la de hacer un divertido retruécano en spanglish, y ya, comienza una magia fugaz que se deshace cuando llega el msn con una fuerza implosiva descomunal. Brillan los dientes feroces. Cada 15 minutos hay duchas de perfumes. Zyclon-B para los restos de chusma que se pega a la ropa en los taxis y buses.
Cuesta un mundo reagrupar un mundo que huyó en desbandada hacia los montes, hacia el pasto azul del cielo.

Zumba el salario, como un cercano y esquizofrénico panal de abejas africanas.

F.E.

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