PRÓLOGO
Fabricio Estrada: las imágenes se toman desde el suelo
I am never
finished answering to the dead.
-Li-Young Lee
De acuerdo al
informe de la «Comisión de la Verdad y
Reconciliación» sobre «el caso Uchuraccay»1 en el Perú, los
comuneros que acorralaron a los periodistas la tarde del 26 de enero de 1983,
«portaban sus propios instrumentos de
trabajo como armas de defensa: palos, hachas, piedras y lazos.» Por
aquellos días los miembros del
PCP Sendero Luminoso izaban banderas rojas sobre los cerros húmedos de Ayacucho, a 4,000 metros sobre
el nivel del mar. Era seguro el miedo de los campesinos
debajo de las chompas y las casacas; encima de sus alpargatas
telúricas,
como
certero el
miedo entre los ocho periodistas, quienes, según
el informe, «asustados no podían hablar y no pudieron entablar diálogo
con los campesinos.» (134) Y entre la consternación de todos, sus instrumentos
de oficio: los picos y las hachas;
las grabadoras y las cámaras. Incapaz
el diálogo, uno de los líderes comunitarios decidió la muerte de los
periodistas, persuadido de haber apresado a senderistas.
Cuarenta campesinos participaron de la matanza. Willy Retto,
fotoperiodista en el grupo, alcanzó ocho
escenas en su cámara fotográfica
antes de caer apelmazado entre las
rocas andinas y el musgo. «La primera imagen es una estampa rural», destaca el
novelista, Santiago Roncagliolo en un
recuento de la serie de retratos2. La segunda imagen
encuadra a «campesinos andando por unas pacíficas
laderas serranas. El cielo es
gris, el campo verde». A continuación, la cámara parece deslizarse. Las fotos
adoptan la inclinación y el esmalte
de las cosas que parecen hundirse en un aguacero. Las espaldas de sus
compañeros vistas a la 2 Roncagliolo, Santiago.
«Incitar al genocidio». La cuarta
espada: La historia de Abimael Guzmán y Sendero
Luminoso, Buenos Aires:
Debate, 2007.
altura de
la cadera: «Las imágenes ahora se toman desde el suelo. Alguien está
arrodillado. Hay un muro de rocas. La última foto es poco más que un borrón.»
(98) Sus muertes demoraron treinta minutos y ocho fotos.
¿Qué ve alguien cuando
mira el retrato de un muerto?
¿Para qué
alguien los busca y les regala estrofas? ¿Qué es observar la muerte, lo que muere, lo que
sufre? ¿Cuál es el juicio que propina la muerte en un retrato, en un grabado, en un poema? La selección de
poemas en Blake muere en París a causa de un paparazzo: Antología personal (2004-2017) del hondureño
Fabricio Estrada cursa retratos osados que figuran
la muerte, el desastre, la desgracia entre las formas del mundo. Hurga lo que ocupa a la muerte detrás de un
lente. Busca entre sus versos, «las imágenes (que) ahora se toman desde el suelo» para
comprender a quién envía la muerte retratos como estos de
Willy Retto, arrodillado entre los setos de yerba y los balidos de las ovejas.
La poética de Estrada indaga sobre el alcance las oportunidades que
tenemos para considerar el dolor humano en una fotografía. De este esfuerzo
resulta una
poesía que
hace ver los retratos lentos y cansados de los muertos en un camión,
de familiares presos,
de las alcancías de balas detrás de
las hidroeléctricas en Honduras. Son fotografías
como las de «un
pobre hombre … muerto a tiros mientras comía una naranja»
(«Correo para un amigo») que urgen a una reflexión sobre lo que hay que hacer ver de la miseria
entre «los panaderos
que trituran vidrios junto
al pan y los niños con hambre»
(«6»). ¿Quién debe ver la desdicha de otros en un
retrato y qué nos asegura, que la
simpatía, que la compasión es suficiente? La
compasión es de economía precaria, interpela Susan
Sontag3. Requiere el oficio de una figura
o envilece. Solicita ser representada, «apropiándose
de materiales del mundo cotidiano y dotándolos de una estética que muestre
un territorio escindido por
los padecimientos.»4 Sin embargo,
3 “Compassion is an unsatable emotion. It
needs to be translated into action, or it withers. The question is what to do
with the feelings that have been
aroused, the knowledge that has been
communicated. […] And it is not necessarily better to be moved. Sentimentality, notoriously, is
compatible with a taste for brutality and worse.” Sontag, Susan. Regarding the Pain of Others, New York: Picador, 2003. (101-102)
4 Pilar Vila,
María. «Voces del desencanto y la violencia en la narrativa
es difícil
dirigir la pedagogía del dolor en una foto. Todo aprendizaje que parte del
dolor es contingente. ¿Quién, entonces, busca esos retratos y les obsequia
estrofas? Alguien debe temblar; albergar algún temor que sufrague nuestras
deudas comunes.
La presente
colección de Fabricio Estrada participa de esa
tentativa. Su voz poética registra
lo que la historia aplaza, discerniendo que: Si no lloraste no
viviste, /y había tanto por qué llorar. Todo
muro caía en pedazos, / los
grafitis, los videos de las fugas,/el cambio de guardia en Check Point Charlie. («89 punto 2») Así, figura en sus
líneas el arrojo de
hacer tangibles los trámites de los muertos, de hacer inteligibles sus cuerpos.
«Es extraña la muerte», dice la voz
latinoamericana».
Basile, Teresa, coord. (2015).
Literatura y violencia en la narrativa
latinoamericana reciente [en línea]. La Plata [AR]: Universidad
Nacional de La Plata. Facultad
de Humanidades y Ciencias de la Educación. Instituto de Investigaciones en
Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP- CONICET). Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria. (Colectivo crítico ; 2)(129)En Memoria Académica.
Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.378/ pm.378.pdfdel
poética,
«es como aguantar la respiración/es como tomarse una foto/ posarla y repetirla y
nunca salir bien.» («Es igual a sí
misma cuando la vemos en los álbumes»).
Y es que debe ser así, que no haya respuesta acabada
ante nuestros muertos, que cada uno de sus asaltos a la vida sea indivisible e irrepetible. Que todo lo
que crezca disponga del viento «como lo hace la hierba, sin nostalgias, en
medio de toda ruina.» («89 punto 2») Después de todo, nada afirma el tiempo
como los muertos que imaginamos juntos, esos
que «se desparraman como náufragos/ sometidos por
las olas …» esos que «nacieron para serlo» y que justo por eso «se les observa con reverencial espanto»
(Ouija).
Alex Maldonado Lizardi Toa
Baja, Puerto Rico
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