viernes, 20 de junio de 2008

Ezequiel: advertencia para coleccionistas






Ezequiel Padilla Ayestas (Tegucigalpa, sept. 1944), uno de los artistas plásticos más contundentes en su impronta dentro del arte hondureño. Inclaudicable en su visión del mundo y de lacerante discurso a la hora de plantear la realidad humana que se debate en las fronteras que impone el consumo y la fiesta rosa del status quo.


“El arte griego nos ha enseñado que no hay superficies realmente bellas sin espantosas profundidades” (Nietzsche)
Verás pasar a la gente en llamas.


Te abrasarán en las esquinas, y de sus miradas, alimentarás la fragua donde el bronce de los héroes se funde en un largo feriado que dura siglos; el humo será la estatua y la polvareda, su leve guirnalda.

Verás un carnaval de sonámbulos, te dirán que es día de fiesta y atrocidad. . . verás pasar un tigre incendiando los puestos de periódicos, y las letras se sumarán a tu piel; el graffiti será el salmo de las masas. Salmodia de broncas y palabras dichas a medias; en la esquina del cuadro te saciarás de escombros, vuelto mendigo pedirás monedas y recibirás a cambio, un pincelazo de fiera sangre en el rostro.


Rostros frente a las vitrinas, ¡salud, tímidos traidores! Ezequiel os retrata y nunca sabréis de su nombre, trampa versicular, profecía del solo que lanza una paloma al aire y espera su regreso con verdes ramajes en sus brazos y labios. Cada cosa es medida, cada signo revelado, yuxtapuestos en lo infinito de la memoria en blanco, hombre y sombra, mujer y esplendor, tristeza y arrebato, rapto y trance encerrados es un espacio que apenas sujeta la razón de los geómetras.

Creerás entonces, que un mutilado mezcla los colores, creerás que alguien te viene abriendo todas las puertas que cerraste al ángel.. macabro espanto, ¡ah terrible belleza! teñiste la madera y ofreciste sin piedad al primogénito que ahora limpia con plumas los autos y pide, luego, un azul plomizo para pintar el cielo.

Serás el dueño de casa que reclama a su albañil, le preguntarás sobre el acabado final y él te responderá, con sorna, con un filazo de su pala: ¡Aquí no espere acabados finales, señor, no hay belleza así que no hay conclusión! ¡aquí no hay fronteras, maese! ¡la auténtica vida está ausente…nosotros no estamos en el mundo!

Y le verás el rostro, y la luz se cuajará en el tuyo, viejo prisma, hombre desollado por la ciudad que él mismo te ha construido, como un inmenso marco encargado aprisa, como una inmensa tela, en tu rostro caerán relámpagos, duros fogonazos, Dix, Permeke y Kokoschka cantando xiques bajo la artillería fantasma, un bombardeo silencioso que sólo el más aguzado puede advertir, sentir, describir.


El pánico ronda, ninguno de los tres termina las frases, las últimas palabras se convierten en duras manchas, el sujeto es sujeto del cuello y exprimido como un tubo de fresco óleo. Contenerse y estallar es el contenido. No hay distancias, no hay cristales de por medio y por lo tanto, no hay reflejos, puro músculo, pura osamenta, el inframundo orgánico profetizado por Klee …tiembla gravemente el pulso, las estampidas cruzan por los nervios, el color va sacando lo que es verdad, ¡la Phycis resplandeciente! el artefacto ornamenta las clínicas donde la neurosis es amansada y reintegrada a las calles… el horror vacuii del ocio, la espera del homo sapiens que descubre la contundencia asesina de un tordo hecho de líneas y remolinos.

Y pasás a la siguiente página, pasarás lentamente, rozando el relieve que ha dejado el sol sobre las hojas blancas.. .cada lienzo es una fragua que te funde y funda, un libro contuso, un códice recuperado a los conquistadores; y no hay más verdad que la grotesca sombra -que como un rastro- va dejando la historia, el rumor de los hinchas que suben al estadio, el siseo de las lonas que visten a los mecánicos, el golpeteo de los niños en la ventana de tu auto, el mueble Bauhaus de tu nueva casa, los afiladores, las espadas del héroe alzadas para la venta: melladas, dobladas, rotas, vueltas sacacorchos, abreautos, abreesposas, antenas, pararrayos, mondadientes, dedos acusadores, las espadas del héroe pasarán en una mercancía ambulante, de mano en mano cómo se trafica con lo digno, siempre subversivo, siempre acechador, Ezequiel dejando un ojo en todas las esquinas, sensibles ojos que contraespían a las cámaras de vigilancia y captan la luz de las estaciones, el sobrecogedor verano que instala su horno y multiplica al hombre artesanal, al transitorio, al que se vende medio cocido y que ensucia y causa repulsa entre coleccionistas, que a pesar del riesgo, lo compran, lo exhiben, lo tasan, lo encierran y olvidan que, radiando, envenena la sangre, contagia e inventa un lenguaje crudo sólo conocido por las bestias, por el amor en gestación, por la rabia sorda y convulsa del oprimido.

¿Tenías el dinero? ¿Tenías las ganas? ¿Todavía quiere, el señorito coleccionista, adornar con Ezequiel su afectada sala de gordos querubines y bodegones de pútridos frutos prohibidos?


Fabricio Estrada ®

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto sí es arte.

Anónimo dijo...

Hola Fabricio...! esta muy interesante ese trabajo de fotografia, a mi parecer oculta cierto discurso ontológico y antropologico en fin no hay palabras solo que esta brutal...
creo que esa definición le queda mas al llegue.
ya dejo ese extranado leguaje coloquial pues te cuento que aqui en Hamburgo si que me invade la nostalgia con solo pensar en ello.
te felicito y espero que sigas creando un saludo a Mayra a un Abrazo.

Roberto E. Adriano

Anónimo dijo...

Me llama la atención el nombre de "Advertencia para coleccionistas". Podrían aclarar el porqué es tan sugestivo?

Anónimo dijo...

Me llama la atención lo de "Advertencia para coleccionistas". Porqué tan sugestivo este título?