miércoles, 20 de diciembre de 2023

Arthur C. Clarke sobre la simbiosis de máquina y mente (I.A)


En la última escena de la película Una odisea espacial 2001, vemos al embrión de feto humano como alfa y omega del universo planteado. ¿Cómo era posible ese reinicio luego de que la misma inteligencia artificial de HAL se mostrara como el horizonte definitivo y que lo humano quedara irremediablente atrás? En este extracto de la novela puede estar una posible explicación.

 "Si había polémica entre los físicos, no era nada comparada con la surgida entre los biólogos, cuando discutían el viejo problema: '¿Qué aspecto tendrían los extraterrestres inteligentes?' Se dividían en dos campos opuestos... argumentando unos que dichos seres debían ser humanoides, y convencidos los otros de que "ellos" no se parecían en nada a los seres humanos.

En abono a la primera respuesta estaban los que creían que el diseño de dos piernas, dos brazos, y principales órganos sensoriales de superior calidad, era tan básico y sensible que resultaba difícil pensar en uno mejor. Desde luego, había pequeñas diferencias como la de seis dedos en vez de cinco, piel o cabello de raro color, y peculiares rasgos faciales; pero la mayoría de los extraterrestres inteligentes -en abreviatura generalmente empleada, de los E.T.- serían tan similares al Hombre, que podría confundíseles con él, con poca luz o a distancia.

Este pensar antropomórfico era ridiculizado por otro grupo de biólogos, auténticos productos de la Era Espacial, que se sentían libres de los prejuicios del pasado. Señalaban que el cuerpo humano era el resultado de miloones de secciones evolutivas, efectuadas por azar en el curso de periodos geológicos dilatadísimos. En cualquiera de esos incontables momentos de decisión, el dado genético podría haber caído de diferente manera, quizá con mejores resultados. Pues el cuerpo humano era una singular pieza de improvisación, lleno de órganos que se habían desviado de una función u otra, no siempre con mucho éxito... y que incluso contenían accesorios descartados, como el apéndice, que resultaban ya del todo inútiles.

Había otrops pensadores -Bowman lo hallaba así también- que sustentaban puuntos de vista aún más avanzados. NO creían que seres realmente evolucionados poseyeran en absoluto un cuerpo orgánico. Más pronto o m;as tarde, la progresar su conocimiento científico, se desembarazarían de la morada propensa a las dolencias y a los accidentes, que la Naturaleza les había dado, y que los condenaba a una muerte inevitable. Reemplazarían su cuerpo natural a medida que se desgastasen - o quizá antes-, por construcciones de metal o de plástico, logrando así la inmortalidad. El cerebro podría demorarse algo como último resto del cuerpo orgánico, dirigiendo sus miembros mecánicos y observando el Universo a través de sus sentidos electrónicos... sentidos mucho más finos y sutiles que aquellos que la ciega evolución pudiera desarrollar jamás.

Hasta en la Tierra se habían dado ya los primeros pasos en esa dirección. Había millones de hombres que en otras épocas hubiesen sido condenados, que ahora vivían activos y felices gracias a miembros artificiales, riñones, pulmones y corazones. A este proceso sólo cabía una conclusión... por muy lejana que pudiera estar.

Y, eventualmente, hasta el cerebro podría incluirse en él. No resultaba esencial como sede de la conciencia, como lo había privado el desarrollo de la inteligencia electrónica. El conflicto entre mente y máquina podía ser resuelto al fin en la tregua eterna de la completa simbiosis.

Más, ¿era aún esto el fin? Unos cuantos biólogos, inclinados a la mística, iban todavía más lejos. Atando cabos en las creencias de diversas religiones especulaban que la mente terminaría por liberarse de la materia. El cuerpo-robot, como el de carne y hueso, sería solamente un peldaño hacia algo que, hacía tiempo, habían llamado los hombres "espíritu".

Y, si más allá de esto había aún algo, su nombre no podía ser otro que el de Dios."


A.C. Clarke

Una odisea espacial 2001

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