domingo, 4 de junio de 2023

Simulacro, de Petra Bravo: córtenme la lengua, yo quiero bailar

 



Varias veces me he detenido ante el teclado. Cuando he creído tener la idea exacta de cómo escribir mi impresión sobre "Simulacro", el sistema motor se atrofia y mis dedos quedan a mitad de camino, y las teclas son como lozetas que se van dispersando y sobre las cuales debo dar saltos para evitar caer y llegar a un punto del limbo blanco de la pantalla. Las sílabas se expanden hacia todos lados, mi dedos buscan una tecla firme para crear el concepto, la palabra, el enunciado, lo que sea que logre afianzar mi pensamiento o el recuerdo de esa noche 1 de junio en el Teatro Julia de Burgos, en la UPR-Río Piedras, de San Juan. 

Le pregunto a Chomsky: Usted, Maestro ¿fue aprendiz de bailarín junto a Saussure? Porque si algo tiene "Simulacro" es la interpretación experimental, en Teatro-Danza-Poesía, del estructuralismo puro hecho imagen, figura, espasmo, imposibilidad, ahogo... Fellini. No puedo quitarme de la mente ese acto donde la bailarina, ídolo o estampa de una diosa dantesca, avanza con el tocado de una casa llena de dólares como sombrero y vestida con una falda hecha de mallas de construcción. Es una modelo digna de la pasarella vaticana en Roma, de Fellini, sí. Pero, le pregunto de nuevo, señor Chomsky: ¿se imaginó alguna vez coreografiando su tesis sobre el órgano mental de donde procede el lenguaje? 

Petra Bravo ha montado una coreografía que señala con ojo vouyeur lo que le sucede a un cuerpo social que ha sido violentado desde el lenguaje mismo, y por ello se adueña de la poesía de Roberto Net para ensamblar lo inconexo en que se ha convertido el intento de explicar Puerto Rico bajo la colonia estadounidense, ese poder que ha erigido un muro para atajar el momento portentoso donde el pensamiento se vuelve comunicación. Ese muro donde los bailarines se golpean y rebotan en espamos durante la presentación, es el muro o guillotina que parte la lengua en dos, una lengua que tiene relación directa con el resto del cuerpo que convulsiona, pero que intenta decir algo, y al final se entrega, física y mentalmente agotado.

De nuevo me detengo ante el teclado. Una ooooo, tres fetrrrr, pra, tru, nñiiii ¿Usted sse imaginó disertando sobre el estructuralismo bailando, don Chomsky? Los recuerdos son remanentes de un lenguaje de fondo que no ha podido concretarse, ¿así fue que dijo? Pues hay un obrero que intenta conectar o hacer funcionar las luces. Entra en el escenario como si entrara a nuestra cabeza, interrumpe con su escalera, sube, se toma su tiempo y nada. Trak-Trak-Trak-Trak, rompe el silencio e impone un nuevo beat, Trak-Trak-Trak, el escenario-cueva de Platón, el Simulacro, inicia otro acto. Los norteamericanos se alimentan de puertorriqueños. Trak-Trak-Trak. Sí, la colonia ya abusó de todos los giros de la lengua, sí, ya no queda forma de intentar comunicarnos, alargando los brazos, rodando sobre el tablado, subiéndonos a un micro !qué diablos intento decir! Ya no hay forma de comunicarnos, a los norteamericanos les gusta comer puertorriqueños, dicen los versos del gran Roberto Net, y la danza que lo entrega todo, todo, ya no hay más que entregar, deja tan solo, al final, el cuerpo perfecto ya desprovisto de intentos verbales, sólo y desnudo el cuerpo, sin palabras ni sintaxis.

Realmente no sé cómo describir Simulacro, una obra que la puertorriqueña Petra Bravo ha hecho surgir desde el ahogo del lenguaje colonial, desde la mutilación de los significados que Ionesco apenas bailó. Sin embargo, estoy absolutamente convencido de algo: esta obra debe presentarse en los más grandes escenarios, desde Broadway al Teatro Colón de Buenos Aires. Este espléndido absurdo, experimento o intento de desatar el nudo colonial desde el arte escénico, no puede quedarse sólo en Puerto Rico.

Me he tragado las teclas, Roberto. He borrado sus letras, Petra. Sólo quedan mis dedos en su danza inexplicable.


F.E.

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