jueves, 1 de noviembre de 2018

Islandia, de Cindy Jiménez-Vera: una isla para despertarse tarde y perderse las pocas horas de sol.




Durante los siglos posteriores a la caída de los dioses grecolatinos, la gente mantuvo en su memoria muchos de los impulsos telúricos que los empujó a identificar y a regresar a ciertos lugares concretos donde alguna vez, según las creencias paganas, se revelaron los hechos de las divinidades. Así, la aldea de Eleusis, en Grecia, perduró como el lugar donde estaba la cueva de aparición de Perséfone, secuestrada y hecha esposa por Hades. El lugar de las sombras tenía entonces su referente físico entre las escarpadas laderas cercanas a Atenas y a él se podía ir como precoces turistas del mundo antiguo que iban construyendo un misterio alterno al de los eleusinos. También están otros lugares sacros que abandonan la nebulosa referencial de la religión y se plantan como tótem en las llanuras y horizontes comprobables dentro de la geografía de la realidad: el Monte Ararat -para citar algunos-, la explanada en Jerusalén desde donde Mahoma ascendió a los cielos, las ciénagas norteñas del Aztlán mexica y, para el caso que nos compete, la legendaria e hiperbórea Tule, hoy conocida como Islandia.

Cindy Jiménez-Vera ha decidido en su poemario Islandia, devolverle a la isla actual su condición de Tule-No lugar para que en ella habite su madre fallecida -quien aparece sutilmente a veces a lo largo del libro y en otras, rotundamente-, no como un lugar en otra dimensión, sino como una lejanía geográfica donde, como en la misma vida, sea tan difícil ir, pero imposible de borrar de los mapas entre los destinos posibles; parafraseando a Victoria Saw agregaría que, para entender su verdadero contenido -el poemario- hay que invertirlo, porque el mito no permite una lectura clara, transparente, sino a la inversa.[1]

Quise esconderla
en veinte bóvedas chinas.
Quise abrigarla
como si se fuese
a Islandia. (Guantes)

De esta forma, Puerto Rico e Islandia se vuelven equidistantes en la ausencia y, además, susceptibles de abandonarse o llegar a ellas cuando el tiempo lo permita. Las fronteras del Hades se borran así y la madre está más cerca, susceptible a ser considerada una turista en un largo, aunque doloroso viaje.

Tengo claro que cuando escribí el poema Archipiélago, que forma parte de este libro, no lo hice con pretensiones cartográficas. Pensé en el agua que comparten las islas de las Antillas con Islandia; el océano Atlántico. Sólo propongo una pequeña reflexión hidrográfica. Los pronombres, vistos desde lejos son manchas. (Apéndice XXIII sobre cartografía)

El mar se revela como la materia de la eternidad que mantiene en un mismo territorio a la soleada Borinquen y a la crepuscular Islandia en una geografía emocional que va siendo descrita a manera de soliloquio, haciendo uso de todo el instrumental referencial de una poeta cuyo oficio profesional es el de ser bibliotecaria (hay varios poemas en los que la cotidianeidad de la atención en la biblioteca nos transmite el cómo se forja una sensibilidad tan amante de los irónicos detalles, como la tiene Cindy[2]) Por ello, su voz va atravesando los poemas en el mismo tono en voz baja que se debe a los silenciosos salones y casi se puede percibir el siseo de las páginas donde va leyendo la propia historia que ella va evocando sin ayuda de lirismo alguno. Este registro anula cualquier intención de identificar desde qué género se ha escrito Islandia pues las fuentes de información que utiliza para potenciar su gran símil del No lugar, la carencia y la ausencia, son transversalizadas y puestas a disposición absoluta de la poética coloquial y de tono cómplice.

Islandia ha adquirido al final del poemario su estatus de patria de la ausencia -matriz de la madre- a la cual podemos arribar, con la misma disposición anímica de aquellos que, llegando hasta Eleusis siglos después del abandono de los dioses, veían sin ver que Perséfone aún esperaba ahí, en lo que todos consideraban una referencia de tiempos ya idos.

Fabricio Estrada


[1] Maternidad, en el Diccionario Ideológico Feminista, Victoria Saw.
[2] Cindy Jiménez-Vera, San Sebastián del Pepino, Puerto Rico, 1978. Libros publicados: No Lugar -2017, Islandia -2015, 400 Nuevos Soles -2013, Tegucigalpa -2012, El Gran Chessburger y otros poemas con dientes -2015. Es Directora de Ediciones Aguadulce.

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