miércoles, 12 de marzo de 2014

Personajes de Acción de Darvin Rodríguez: El ascenso del nuevo orden simbólico - Fabricio Estrada



“A nadie le interesaba hasta que me puse la máscara” (Bane en Batman – Dark Knigth Rises)


La historieta no tiene fin. La historia sí.

La historieta se agranda hasta romper su espacio, tensiona a los personajes y los hace entrar en acción dentro de una épica anónima que transita, día a día, entre nosotros. Aquí no hay heroísmo en defensa de la sociedad, no están los bomberos que sirvieron de portada a la Time Magazine, ni los soldados de Policarpo Paz desfilando en el estadio nacional en aquella lejana derrota de 1969. En la historieta que somos, Darvin Rodríguez habla con los únicos códigos con que la hondureñidad es capaz de establecer diálogo: el fragmento o, lo que sería igual, desde los restos de otras torres, de otras guerras que se vinieron abajo en silencio, bajo el sol abrasivo, bajo la carga doméstica, bajo el papel del artista.


Lichtenstein, el maistro albañil llegado de los cerros que circundan los Altos del Mogote, de la Divino Paraíso, de la Villafranca, Juan Alberto Lichtenstein, entonces,  hace la mezcla de todas las rabias y levanta la semiótica que todo muro pone entre nosotros desde que Roberto Sosa y Pink Floyd lo cantaran. No se trata de elegir qué casa o edificio construirán los equilibristas de los andamios, se trata de moverse rápido, sin vértigos de ninguna clase y sin la clase visionada por la dialéctica. Se trata de repellar sobre la formica del mundo segmentado y llevar la apretada hebilla de la faja hasta el último agujero del hambre.


Cuando Darvin Rodríguez me habló del espejismo, pensé inmediatamente en el folclor impuesto como identidad. “Lo bucólico es lo urbano” –me dijo, y así habrá que transarlo, trazarlo o tacharlo –le respondí- recordar con otra memoria, revelar que desde los campos bananeros un Prometeo Alvarado cualquiera, robó la luz en racimos para iluminar con dolor esta república bananera enclavada en los confines del olvido.

Aquí no hay más heroísmo que el de la supervivencia y sin embargo, nadie se fatiga, nadie se humilla. Los personajes, luego de la primera impresión, se revelan colosos en el acto de poner en pie la realidad, con toda la fibra de sus cuerpos en tensión extrema, como las vigas de acero de una construcción sometida a la intemperie. La construcción es la mole del capital y el capital retuerce el cuerpo físico, pone a prueba la “resistencia de los materiales” bajo todo tipo de clima, sin retóricas ni mediatización alguna: está la gran moneda del sol, supurante  y habrá que resistirlo; están las piedras que mellan los machetes y habrá que resistirlas. ¿Hay otra forma de entenderlo? ¿Necesitamos de un grupo focal para consumir el nuevo realismo o quizá un guión que se debe ilustrar para conjuntar los cuadros de la mirada que lo edita todo, que lo reduce todo, que lo aísla todo?



Todo héroe está solo y se sacrifica por la soledad definitiva. Toda heroína vence la humillación, se echa a cuestas el mundo, anima el ánime de la transculturización impuesta, se pone el antifaz del anonimato –marcada sombra de los ojos- y sale a vencer en lo que nunca será victoria, ni portada, ni secuela. Vencerá –como pudo decirlo Unamuno- pero nadie lo publicará.




Fabricio Estrada
Marzo, 2014

1 comentario:

Talita dijo...

¡Qué buen trabajo!