Un día como hoy
en la historia, 19 de enero (de 1985), culmina su faena terrenal el líder
revolucionario y poeta Juan Antonio Corretjer, quien se
destacó por su amor entrañable a lo puertorriqueño a la par de su lucha por la
independencia y el socialismo. El hecho de que varios cantores musicalizaran su
poesía, sobre todo el gran Roy Brown, afianzó el conocimiento y gusto popular
por ésta. De modo tal, que no resulta extraño escucharla con frecuencia en
labios del pueblo.
En el país existe un debate acerca de quien merece ser
nombrado Poeta Nacional. A mí el asunto me parece un resabio más de nuestra
condición colonial. Me explico. Mi mayor reparo al pretendido galardón en el
Puerto Rico de hoy día es la burda y libertina democratización del concepto y
su consiguiente devaluación. En 1ra instancia, mis amigos los diccionarios
aseguran que el adjetivo “nacional” aplica a todos y cada uno de aquellos que
son naturales de una nación. Es decir, nacional es perteneciente o relativo a
la propia nación. Entonces, en virtud del buen uso de los sabios diccionarios,
resulta que son nacionales los bardos de mayor excelsitud en sus ejecutorias
tanto como los aedas pródigos en carestías. De otra parte, el abuso de
adjudicación, el dislate de la calentura y la hojarasca que suele hacerle el
ruedo y la corte al nuncio y sus esfinges, el penoso apéndice (la jauría con su
oxígeno triunfal y sus destemplados trinos apartados del más decoroso
proceder), han terminado trastocando el significado emblemático de la antes
rutilante (y ahora desteñida) etiqueta. A menudo nos quejamos del colonialismo,
pero actuamos como colonizados. Me parece que detrás de la grandilocuente pero
truculenta retórica de llamar a título de nacional a un poeta, el que fuese, se
esconde un retorcido tic de nuestro tercermundismo colonial.
¿Acaso es Corretjer (“jamás humillado, jamás herido ni
aplazado”) más poeta, más nacional o más “Poeta Nacional” que Palés Matos
(“¡Déjeme tu implacable poderío / una hora, un minuto más con ella!”), que
Julia de Burgos (“Tú te rizas el pelo y te pintas; yo no; / a mí me riza el
viento, a mí me pinta el sol.”), que “Paco” Matos Paoli (enorme quetzal de la
nada alumbrando el camino de los elegidos), que Klemente Soto Beles (sic)
(salpicando de risa e inocencia la aventura de alguna jalda montaraz con su
invicto tirigüibe), que Chevremont (“y su espíritu puro se hizo ave / y su
cuerpo llagado se hizo rosas”), que De Diego (el de las cantarinas piedras,
embistiendo como el toro que no muge) o Edwin Reyes (con su violenta mano de
amigo y los ojos abrasados por el resplandor del cielo)?
Confieso
que si hubiera de sucumbir al enredo espiritual (que ni me sube la marea ni me
revuelca el flato), le entregaría el máximo guanín de 24 quilates a Lloréns
Torres (volviendo a Collores en la jaquita baya por el sendero entre mayas
arropás de cundiamores), pues entiendo que su obra capta ejemplarmente (y mejor
que la de ninguna otra egregia voz poética de nuestras campiña y ciudad
letrada) los elementos que configuran la esencia viva del alma puertorriqueña.
En 1981,
Joserramón Melendes (sic) recopila en su editorial QeAse una serie de ensayos
de Corretjer, POESÍA Y REVOLUCIÓN.
Allí el egregio cialeño consigna que “(…) Lloréns ha sido el más universal de
los puertorriqueños por ser el poeta más auténticamente representativo de la
puertorriqueñidad" (164-165). Y unas páginas más adelante concluye:
"Luis Lloréns Torres es el poeta más importante de nuestra historia. Al
día de hoy, nuestro poeta imprescindible" (183). Me parece que el
enunciamiento del propio Corretjer debería culminar tan estéril polémica.
Que sepa
mi persona, al sol de hoy, jamás he leído acerca de que ni franceses ni rusos
ni gringos (gentes muy pragmáticas) se hayan visto precisados a escoger entre
sus excelsos artesanos de la palabra a uno que merezca el mencionado galardón.
Imagino la caldeada reyerta de no acabar que enfrentarían los hermanos chilenos
si, de repente, tuvieran que elegir el nombre de un Poeta dizque Nacional en
representación de su terruño y compatriotas pues, amén de contar entre sus
filas con 2 ilustrísimos Nobel, una arisca y áspera, pero, ante todo, piadosa
Gabriela Mistral (“Enseñar siempre: en el patio y en la calle como en la sala
de clase. Enseñar con la actitud, el gesto y la palabra.”) y, ebrio de
trementina y absoluto, el torrencial y caudaloso Neruda (“alguien, en fin, que
no tenía nombre, / que se llamaba metal o madera, / y a quien miraron otros
desde arriba / sin ver la hormiga / sino el hormiguero”), destacan con
semejante brillo estelar su tocayo enquistado con él hasta más allá de la
muerte, Pablo de Rokha (la inmensa ventolera de lo infinito deshoja
horrorosamente los pájaros muertos de su voz agraria y formidable), el
polemista incansable y caprichoso pequeño dios Huidobro, quien nos asignaba la
tarea de crear poemas del mismo modo que la naturaleza crea árboles (“De pie en
la popa siempre me veréis cantando. / Una rosa secreta se hincha en mi pecho /
y un ruiseñor ebrio aletea en mi dedo.”), su pupilo Braulio Arenas (“El espejo
es espejo en cuanto mundo, así como el mundo es mundo en cuanto espejo”), el
centenario y rebelde ludópata Parra (“A mi modo de ver, el cielo se está
cayendo a pedazos; ha llegado la hora de modernizar esta ceremonia.”), Gonzalo
Rojas (“un aire nuevo: / no para respirarlo, / sino para vivirlo.”), Enrique
Lihn (“Porque escribí no estuve en casa del verdugo, / ni me lavé ni me ensucié
las manos. / Pero escribí y me muero por mi cuenta, / porque escribí, porque
escribí estoy vivo.”), Jorge Teillier (“Todos nos reuniremos / bajo la solemne
y aburrida mirada / de personas que nunca han existido, / y nos saludaremos
sonriendo apenas / pues todavía creeremos estar vivos.”) y el no menos
estupendo lírico Óscar Hahn (a quien le parece ver que un fantasma en forma de
reluciente blusa con una mancha de sangre justo en el lado izquierdo del pecho
cruza la calle y va dejando tras sí un arroyo de indecible blancura). Difícil
sortear semejante embrollo de optar por uno de estos 10 encumbrados picos, no
sólo de Chile, sino de la poesía de Nuestra América. En fin, hace rato que
peino canas y este asuntito de nombrar Nacional a un Poeta tiene visos de ser
otra verruga más del estrabismo ideológico nuestro de cada día.
Entonces, cortémosle aquí vuelo a la chiringa de mi
imaginación y retomemos el más sensato asunto de celebrar la persona y gesta de
nuestro gran poeta Juan Antonio Corretjer, radical defensor del derecho del
pueblo a usar los métodos de lucha por alcanzar la libertad. Llegó a esta
tierra, en Ciales, el 3 de marzo de 1908. Alabanza.
Un botón
como muestra de lo arriba aseverado: Roy Brown, Aires Bucaneros y Zoraida
Santiago.
izquierdos.reservados@edgardo.nieves-mieles
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