Florián salía de su casa como actor que va en busca de su escenario. Lo vi masticar las hojas de su ruina y también alcanzar cotas de esplendor en su mundo interior. Y eso lo he visto en muy pocxs. Me hace mucha falta y suelo repasar las fotografías que le tomé, fotos que en su gran mayoría, me pidió que le tomara. Porque él sabía muy bien para qué serviría ese registro: para que Tegucigalpa, que la final lo engulló, no borrara su estro o emulsión, para que sus poemas fueran pie de foto y no al revés.
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