miércoles, 28 de noviembre de 2018

Las Crónicas del Capitán Snorkel 9 - Fabricio Estrada



El día en que aprendamos a caminar sobre las aguas sabremos que el mar siempre fue
un planeta líquido incrustado en el nuestro, que Jesucristo fue su primer astronauta
y que debemos agradecerle a Pedro haber sostenido tanto la cobardía y el miedo.

De haber tenido valor millones hubiéramos ido tras sus pasos, miles de millones que de pronto
vagaríamos sin sentido sobre el mar. Aún es tiempo de ver la inmensidad sin mancharla.

Ningún mar merece la multitud que somos cuando estamos solos.

Ningún mar aceptaría una civilización de cobardes.

martes, 27 de noviembre de 2018

El exterminio y esclavitud de los nativos en Argentina

Los sobrevivientes de la llamada “Conquista del Desierto” holocausto argentino
fueron “civilizadamente” trasladados, caminando encadenados 1.400 kilómetros, desde los confines cordilleranos hacia los puertos atlánticos.

A mitad de camino se montó un enorme campo de concentración en las cercanías de Valcheta, en Río Negro. El colono Galés John Daniel Evans recordaba así aquel siniestro lugar: “En esa reducción creo que se encontraba la mayoría de los indios de la Patagonia. (…) Estaban cercados por alambre tejido de gran altura; en ese patio los indios deambulaban, trataban de reconocernos; ellos sabían que éramos galeses del Valle del Chubut. Algunos aferrados del alambre con sus grandes manos huesudas y resecas por el viento, intentaban hacerse entender hablando un poco de castellano y un poco de galés: ‘poco bara chiñor, poco bara chiñor’ (un poco de pan señor)”.1
La historia oral, la que sobrevive a todas las inquisiciones, incluyendo a la autodenominada “historia oficial” recuerda en su lenguaje: “La forma que lo arriaban…uno si se cansaba por ahí, de a pie todo, se cansaba lo sacaban el sable lo cortaban en lo garrone. La gente que se cansaba y…iba de a pie. Ahí quedaba nomá, vivo, desgarronado, cortado. Y eso claro… muy triste, muy largo tamién… Hay que tener corazón porque… casi prefiero no contarlo porque é muy triste. Muy triste esto, dotor, Yo me recuerdo bien por lo que contaba mi pobre viejo paz descanse. Mi papa; en la forma que ellos trataban. Dice que un primo d’él cansó, no pudo caminar más, y entonces agarraron lo estiraron las dos pierna y uno lo capó igual que un animal. Y todo eso… a mí me… casi no tengo coraje de contarla. Es historia… es una cosa muy vieja, nadie la va a contar tampoco, ¿no?...único yo que voy quedando… conocé… Dios grande será… porque yo escuché hablar mi pagre, comersar…porque mi pagre anduvo mucho… (…)”. 2

De allí partían los sobrevivientes hacia el puerto de Buenos Aires en una larga y penosa travesía, cargada de horror para personas que desconocían el mar, el barco y los mareos. Los niños se aferraban a sus madres, que no tenían explicaciones para darles ante tanta barbarie.
Un grupo selecto de hombres, mujeres y niños prisioneros fue obligado a desfilar encadenado por las calles de Buenos Aires rumbo al puerto. Para evitar el escarnio, un grupo de militantes anarquistas irrumpió en el desfile al grito de “dignos”, “los bárbaros son los que les pusieron cadenas”, en un emocionado aplauso a los prisioneros que logró opacar el clima festivo y “patriótico” que se le quería imponer a aquel siniestro y vergonzoso “desfile de la victoria”.
Desde el puerto los vencidos fueron trasladados al campo de concentración montado en la isla Martín García. Desde allí fueron embarcados nuevamente y “depositados” en el Hotel de Inmigrantes, donde la clase dirigente de la época se dispuso a repartirse el botín, según lo cuenta el diario El Nacional que titulaba “Entrega de indios”: “Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia”.3
Se había tornado un paseo “francamente divertido” para las damas de la “alta sociedad”, voluntaria y eternamente desocupadas, darse una vueltita los miércoles y los viernes por el Hotel a buscar niños para regalar y mucamas, cocineras y todo tipo de servidumbre para explotar.
En otro articulo, el mismo diario El Nacional describía así la barbarie de las “damas” de “beneficencia”, encargadas de beneficiarse con el reparto de seres humanos como sirvientes, quitándoles sus hijos a las madres y destrozando familias: “La desesperación, el llanto no cesa. Se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta contra su seno al hijo de sus entrañas, el padre se cruza por delante para defender a su familia”.
Los promotores de la civilización, la tradición, la familia y la propiedad, habiendo despojado a estas gentes de su tradición y sus propiedades, ahora iban por sus familias. A los hombres se los mandaba al norte como mano de obra esclava para trabajar en los obrajes madereros o azucareros.
Dice el Padre Birot, cura de Martín García: “El indio siente muchísimo cuando lo separan de sus hijos, de su mujer; porque en la pampa todos los sentimientos de su corazón están concentrados en la vida de familia”.4
Se habían cumplido los objetivos militares, había llegado el momento de la repartija del patrimonio nacional.

La ley de remate público del 3 de diciembre de 1882 otorgó 5.473.033 de hectáreas a los especuladores. Otra ley, la 1552 llamada con el irónico nombre de “derechos posesorios”, adjudicó 820.305 hectáreas a 150 propietarios. La ley de “premios militares” del 5 de septiembre de 1885, entregó a 541 oficiales superiores del Ejército Argentino 4.679.510 hectáreas en las actuales provincias de La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut y Tierra del Fuego. La cereza de la torta llegó en 1887: una ley especial del Congreso de la Nación premió al general Roca con otras 15.000 hectáreas.
Si hacemos números, tendremos este balance: La llamada “conquista del desierto” sirvió para que entre 1876 y 1903, es decir, en 27 años, el Estado regalase o vendiese por moneditas 41.787.023 hectáreas a 1.843 terratenientes vinculados estrechamente por lazos económicos y/o familiares a los diferentes gobiernos que se sucedieron en aquel período.
Desde luego, los que pusieron el cuerpo, los soldados, no obtuvieron nada en el reparto. Como se lamentaba uno de ellos, “¡Pobres y buenos milicos! Habían conquistado veinte mil leguas de territorio, y más tarde, cuando esa inmensa riqueza hubo pasado a manos del especulador que la adquirió sin mayor esfuerzo ni trabajo, muchos de ellos no hallaron –siquiera en el estercolero del hospital– rincón mezquino en que exhalar el último aliento de una vida de heroísmo, de abnegación y de verdadero patriotismo”.5
Los verdaderos dueños de aquellas tierras, de las que fueron salvajemente despojados, recibieron a modo de limosna lo siguiente: Namuncurá y su gente, 6 leguas de tierra. Los caciques Pichihuinca y Trapailaf, 6 leguas. Sayhueque, 12 leguas. En total, 24 leguas de tierra en zonas estériles y aisladas.
Ya nada sería como antes en los territorios “conquistados”; no había que dejar rastros de la presencia de los “salvajes”. Como recuerda Osvaldo Bayer, “Los nombres poéticos que los habitantes originarios pusieron a montañas, lagos y valles fueron cambiados por nombres de generales y de burócratas del gobierno de Buenos Aires. Uno de los lagos más hermosos de la Patagonia, que llevaba el nombre en tehuelche de “el ojo de Dios”, fue reemplazado por el Gutiérrez, un burócrata del ministerio del Interior que pagaba los sueldos a los militares. Y en Tierra del Fuego, el lago llamado “Descanso del horizonte” pasó a llamarse “Monseñor Fagnano”, en honor del cura que acompañó a las tropas con la cruz” 5.
Referencias:
1 Walter Delrio, “Sabina llorar cuando contaban. Campos de concentración y torturas en la Patagonia”, ponencia presentada en la Jornada: “Políticas genocidas del Estado argentinos: Campaña del Desierto y Guerra de la Triple Alianza”, Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Poder Autónomo, Buenos Aires, 9 de mayo de 2005. Citado por Fabiana Nahuelquir en “Relatos del traslado forzoso en pos del sometimiento indígena a fines de la conquista al desierto”, publicado en http://www.elhistoriador.com.ar/…/sometimiento_indigena_con….
2 Testimonio recogido en Perea Enrique: “Y Félix Manuel dijo”, Fundación Ameghino, Viedma, 1989. Citado por Fabiana Nahuelquir, op. cit.
3 El Nacional, Buenos Aires, 31 de diciembre de 1878.
4 Álvaro Yunque, Historia de los argentinos, Buenos Aires, Anfora, 1968.
5 Manuel Prado, La guerra al malón, Buenos Aires, Eudeba, 1966.
6 Osvaldo Bayer, “Rebelde amanecer”, Buenos Aires, Página/12, 8 de noviembre de 2003.
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Fuente: www.elhistoriador.com.ar

martes, 13 de noviembre de 2018

La rendición


Me parece esta una de las mejores representaciones de la rendición incondicional alemana, el 8 de mayo de 1945. Todo el patetismo resuelto en tomas largas que buscan escarbar a fondo lo que Keitel, Doenitz y Runstedt pensaban de sí mismos, más que de Alemania. Ahí estaban los tres aristócratas de rancia tradición prusiana ante un Zhukov de extracción campesina y sin embargo, héroe absoluto de la URSS. La escena de la cena es sencillamente genial y el detalle de los soldados de los tanques rusos es brutal. Disfrútenla.

De la peícula White Tiger.

Las Crónicas del Capitán Snorkel 8 - Fabricio Estrada



Te has estado conteniendo porque es falso
es mentira.
El barco no flota el avión no flota solo está el aire, solas las aguas. Solo flota el vacío sin crear verbo
ni el ron perfecto con el que brindan los muertos. Saludás al guardia y éste responde a tus buenos días, saludás al pastor del rebaño y éste bala como oveja risueña.
Te has estado conteniendo
porque es falso
es mentira.
Ves películas en centros comerciales inmensos, películas de crionizados que despiertan antes de tiempo pero sos vos quien despierta y vagás por los pasillos buscando la grieta que reventará todo. Te vas y no hay meteoros, saludás las banderas que te salen al paso cantás el himno a la guayaba, ves tres dientes en las palabras de los mendigos y te preguntás por qué no ha ido al dentista, quizá podría podar la grama de tantas lluvias, quizá mantener limpio el cristal de los cajeros automáticos,
el caso es que vos no flotás es ese pobre hombre quien flota de hambre mientras saluda a las estatuas que te llenan de envidia. Vos quisieras ser de mármol o de bronce
 pero sos de envidia
y de ojos mirones girando en la nada, amás el calor que llega de las postales aunque rodés bajo cero en los autos que borran paisajes; y así es que la nave espacial va regresando a tu cuerpo y la butaca se acopla a tus vértebras como un traje a la medida de todas tus ausencias, te sostiene un minuto y luego te deja ir,
Ingrávido extra para todo guión en busca de un looser.

jueves, 1 de noviembre de 2018

Islandia, de Cindy Jiménez-Vera: una isla para despertarse tarde y perderse las pocas horas de sol.




Durante los siglos posteriores a la caída de los dioses grecolatinos, la gente mantuvo en su memoria muchos de los impulsos telúricos que los empujó a identificar y a regresar a ciertos lugares concretos donde alguna vez, según las creencias paganas, se revelaron los hechos de las divinidades. Así, la aldea de Eleusis, en Grecia, perduró como el lugar donde estaba la cueva de aparición de Perséfone, secuestrada y hecha esposa por Hades. El lugar de las sombras tenía entonces su referente físico entre las escarpadas laderas cercanas a Atenas y a él se podía ir como precoces turistas del mundo antiguo que iban construyendo un misterio alterno al de los eleusinos. También están otros lugares sacros que abandonan la nebulosa referencial de la religión y se plantan como tótem en las llanuras y horizontes comprobables dentro de la geografía de la realidad: el Monte Ararat -para citar algunos-, la explanada en Jerusalén desde donde Mahoma ascendió a los cielos, las ciénagas norteñas del Aztlán mexica y, para el caso que nos compete, la legendaria e hiperbórea Tule, hoy conocida como Islandia.

Cindy Jiménez-Vera ha decidido en su poemario Islandia, devolverle a la isla actual su condición de Tule-No lugar para que en ella habite su madre fallecida -quien aparece sutilmente a veces a lo largo del libro y en otras, rotundamente-, no como un lugar en otra dimensión, sino como una lejanía geográfica donde, como en la misma vida, sea tan difícil ir, pero imposible de borrar de los mapas entre los destinos posibles; parafraseando a Victoria Saw agregaría que, para entender su verdadero contenido -el poemario- hay que invertirlo, porque el mito no permite una lectura clara, transparente, sino a la inversa.[1]

Quise esconderla
en veinte bóvedas chinas.
Quise abrigarla
como si se fuese
a Islandia. (Guantes)

De esta forma, Puerto Rico e Islandia se vuelven equidistantes en la ausencia y, además, susceptibles de abandonarse o llegar a ellas cuando el tiempo lo permita. Las fronteras del Hades se borran así y la madre está más cerca, susceptible a ser considerada una turista en un largo, aunque doloroso viaje.

Tengo claro que cuando escribí el poema Archipiélago, que forma parte de este libro, no lo hice con pretensiones cartográficas. Pensé en el agua que comparten las islas de las Antillas con Islandia; el océano Atlántico. Sólo propongo una pequeña reflexión hidrográfica. Los pronombres, vistos desde lejos son manchas. (Apéndice XXIII sobre cartografía)

El mar se revela como la materia de la eternidad que mantiene en un mismo territorio a la soleada Borinquen y a la crepuscular Islandia en una geografía emocional que va siendo descrita a manera de soliloquio, haciendo uso de todo el instrumental referencial de una poeta cuyo oficio profesional es el de ser bibliotecaria (hay varios poemas en los que la cotidianeidad de la atención en la biblioteca nos transmite el cómo se forja una sensibilidad tan amante de los irónicos detalles, como la tiene Cindy[2]) Por ello, su voz va atravesando los poemas en el mismo tono en voz baja que se debe a los silenciosos salones y casi se puede percibir el siseo de las páginas donde va leyendo la propia historia que ella va evocando sin ayuda de lirismo alguno. Este registro anula cualquier intención de identificar desde qué género se ha escrito Islandia pues las fuentes de información que utiliza para potenciar su gran símil del No lugar, la carencia y la ausencia, son transversalizadas y puestas a disposición absoluta de la poética coloquial y de tono cómplice.

Islandia ha adquirido al final del poemario su estatus de patria de la ausencia -matriz de la madre- a la cual podemos arribar, con la misma disposición anímica de aquellos que, llegando hasta Eleusis siglos después del abandono de los dioses, veían sin ver que Perséfone aún esperaba ahí, en lo que todos consideraban una referencia de tiempos ya idos.

Fabricio Estrada


[1] Maternidad, en el Diccionario Ideológico Feminista, Victoria Saw.
[2] Cindy Jiménez-Vera, San Sebastián del Pepino, Puerto Rico, 1978. Libros publicados: No Lugar -2017, Islandia -2015, 400 Nuevos Soles -2013, Tegucigalpa -2012, El Gran Chessburger y otros poemas con dientes -2015. Es Directora de Ediciones Aguadulce.