miércoles, 14 de octubre de 2020

Premio Casa de América 2020 recala en Honduras

 ¿Cómo se hace en Honduras para celebrar los logros más importantes de la creatividad con todo el desgarramiento diario que le ha impuesto la dictadura al espíritu colectivo? Puedo responderlo. Mi vida entera la he vivido en Honduras, creando y compartiendo con lxs demás creadorxs el tráfico de la belleza. Porque eso hacemos en Honduras: traficar, acercarnos a las fronteras internas y encontrar los puntos ciegos del oficio artístico. 

Para ello hemos debido sortear todos los retenes de la cultura castrense y toda la apabullante escultura de la vulgaridad más atorrante. Alzar la voz poética, sacar a luz una pieza musical, reflejar la luz en una pintura, afianzarnos a las tablas del teatro y la danza, todo eso se hace compitiendo contra la estridencia de ese máquina de movimiento perpetuo que la compleja mentalidad dictatorial ha armado para que no deje de llegar a todos los rincones del pensamiento. Y sin embargo, siguen surgiendo las obras concretas de artistas que esperan el documental, la novela, la película atroz de su esfuerzo.

Crear en Honduras es sobreponerse a diario a las noticias que lanza -con alevosía- el aparato mediático. Para alcanzar la belleza se debe, muchas veces, hacerlo con la cera en los oídos que Ulises utilizó para desviar el canto de su perdición. He visto y vivido los manotazos del hambre, lo he atestiguado en muchxs compañerxs. La banalidad no tiene cabida en sus vidas porque sus vidas se sostienen, precisamente, porque encontraron en el arte el trascender al acoso diario de la falta de pago para el servicio de agua, de la luz, de la internet, de la más básica comida para los dos tiempos de comida al día. No hay empleo, no hay presupuestos para proyectos, no hay compradores, no hay públicos ¿Cómo celebrar el triunfo del o la artista que alcanza un reconocimiento a nivel internacional? Es muy difícil. La palabra celebrar adquiere rasgos de una detonación submarina. 

Me pregunto en el impacto banal de nuestra tristeza hondureña. Me pregunto sobre la frivolidad de nuestra rabia acorralada si ésta es la que motiva a un o una creadora en medio del ambiente dantesco que se impone sobre Honduras, muchas veces expresado en la aparente desolación de sus calles, en el gris movimiento de la ciudadanía, en la falta de espacio para encontrar la dignidad más elemental. El poeta Rolando Kattan ha obtenido el Premio Casa de América 2020, en España, y es un poeta que ha vivido en Honduras. Sabe lo que todos sabemos y sabemos todo lo que podemos alcanzar a comprender y sentir. Conozco de primera mano su proceso y su proceso es genuino, lleno de una curiosidad poética que lo hace escribir con aparente desdén por la debacle social pero con la imposibilidad de escapar de su condición como hondureño. Mis palabras no lo celebran, solamente lo acompañan, porque simplemente estamos en el mismo pozo creativo, procedemos de ese escarbar y escarbar los versos, la idea o concepto que al final es poco probable que encontremos en medio de la masacre: el país se hará con nuestra ayuda intelectual o quizá solo lo intelectualizaremos. En medio siempre ha estado la poesía, como folcrum de esta disyuntiva, y en este momento es muy poco lo que podemos ver de horizonte más allá de los cascos de los soldados que delimitan nuestras fronteras internas.


Fabricio Estrada


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