martes, 21 de febrero de 2012

Rey feo en Sabanagrande, febrero del 2012


 Todos están preparados. Hacen la patarata de que no ocurrirá nada. A lo lejos revientan ya los primeros cuetes. "Queda chance para apostar de nuevo" se escucha decir entre las rocolas. "Apuesto que esta vez sacan a doña...", "no no no no, yo te apuesto que viene chiludo". El rey feo comenzará dentro de unos 15 minutos y la sangre comienza a efervescer como una alka seltzer en coca-cola. Sigue la bolita, sigue la bolita,¿en quién caerá la rima del testamento? Dicen que esta vez sacarán a los chepos... 


 La multitud ha comenzado a aglomerarse. Los cuetes ya revientan al ritmo del corazón. La fila se hace pequeñita ante la rueda del chicago. Comienza a dividirse en bandos las opiniones, pero aún los que saben que saldrán premiados esperan disciplinaditos y firmes ante la majestuosa tradición que año a año reúne en Sabanagrande la mayor demostración de morbo colectivo de la zona sur. Todo es un juego, muy delicado el juego pero juego, como la chalupa que le canta sus defectos o virtudes al personaje: "El sol cachetes de gringo", "El valiente cuchilleroooo".

 "Te digo que esta vez le tirarán duro a la chepa (la policía), yo tengo un primo que sale en el cortejo..." susurra un niño. Pero ya todos lo saben. Han tenido todo un año para meterse en la vida pública como privada, y lo de la policía es público y privado a la vez: público porque los medios masivos ya lo denunciaron y privado porque es mejor callarlo antes de ir "pechito de paloma" (apresado con esposas).
 Y el pandemonium ya ha comenzado en la zona de arranque. La caricatura del pueblo en carne viva bailando al son de la banda de Somoto, Nicaragua. El gran entierro de la sardina de Goya en toda su picaresca. Se va acumulando, se van haciendo espiral en la piel, el rey feo lleva consigo el secreto en forma de testamento, lleva la rimadita más filuda enrollada en un papel cualquiera pero que adquiere la importancia de un documento imprescindible para entender a Sabanagrande. Promiscuidad, arrebato, soledad, burla, cada palabra bien pegadita a la otra al igual que las casas del pueblo.


 Los soldados del batallón se ven divertidos pero la policía tiene un rasgo oscuro entre sus ojos. La música se eleva. La ridiculización sale a flote a través de los siglos, la ridiculización a los engreídos criollos y sus coronaciones de reinas. Aquí va el rey feo, nadie lo eligió pero él elige a quién desmontar de su trono, ya sea hombre, mujer, institución o autoridad. El desenfreno interior que se esconde cada día del año está suelto, la sátira mayúscula ha roto sus cadenas.

 Se lee el testamento en medio de un silencio sepulcral. Esta vez quien guarda silencio y no impone su palabra es la moral reconocida y bendecida. "¿Lo quieren con chile o sin chile? pregunta desde el escenario el maestro de ceremonias burlesque. "¡Con chile!" responde la sedienta multitud. La policía aprieta las mandíbulas y reciben la estocada anual: "Ay policía hijue... aquí te vamos a dar la batuta, porque solo por robar y por matar el sueldo te van a pagar"...
 Solo se espera que termine la lectura cuando ya la policía se le va encima al cortejo completo, pero los soldados del primer batallón se interponen, defendiéndolos. ¡Esto es teatro señores, esto es teatro! grita el de los parlantes, pero soldados y policías hacen el suyo mientras el cortejo se escabulle entre las sombras. Unos, disfrazados aún, van entre las callejuelas y otros ya se han quitado la máscara y hacen fila para entrar a la fiesta, total, debajo del disfraz ya estaban listos para el otro baile.
 De nuevo, el pueblo se ha salido con la suya. No hay censura que valga en la insurrección más antigua de Sabanagrande: el rey feo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me encantó esta bitácora!