ENTREVISTA: IV CONGRESO DE LA LENGUA Antonio
Gamoneda
"Todos los idiomas tienen
un lado oscuro"
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ 24/03/2007
El
español es el cuarto idioma más hablado del mundo. La euforia de su expansión
se confirmará durante las reuniones de académicos, escritores, científicos y
otros profesionales en el IV Congreso Internacional de la Lengua en Cartagena de
Indias, que se celebrará del 26 al 29 de marzo. Babelia repasa la diversidad,
problemas y retos del idioma. Un panorama del que habla el poeta español
Antonio Gamoneda, último premio Cervantes, en una entrevista con el narrador
colombiano Juan Gabriel Vásquez.
Soy un provinciano vocacional",
me dice Antonio Gamoneda. Y lo cree de verdad: Gamoneda nació en Oviedo, en
1931, pero a los tres años ya estaba instalado en León -su madre asmática había
obedecido al médico que le sugirió buscar ambientes menos húmedos- y ya nunca
se movería de allí. Vive muy cerca de la catedral, en una casa que el poeta
define como "la obra menor de un gran arquitecto". La palabra luz
es, para los lectores de Gamoneda, casi una contraseña, casi un fetiche; y esa
luz, al mediodía, invade la casa entera, el patio pequeño y el estudio donde el
poeta trabaja y donde me recibe para hablar. Hay algunos marcos vacíos en las
paredes, porque el contenido ha ido a parar a una exposición sobre la vida y la
obra del último premio Cervantes; hay ediciones de algunos de sus libros,
incluida la antología Sólo luz, en la que él mismo reunió lo mejor de
casi medio siglo de actividad poética; y hay, sobre el escritorio, un
ordenador. Los sistemas de trabajo de los escritores siempre me han interesado,
y comienzo preguntándole cómo escribe, si se vale de las nuevas tecnologías.
"Escribo a mano", me dice. "Pero el ordenador da limpieza al
poema en los estados intermedios, y eso es útil. Salgo mucho a caminar: la
rítmica andariega del paseo es excitante para el pensamiento poético. En la
oreja interior, el pensamiento poético es rítmico. Claudio Rodríguez, el gran
poeta español de la segunda mitad del siglo XX, escribía andando. No apunto
ideas, claro: apunto versos, líneas que me interesan en cuanto las identifico
con el lenguaje poético. No son ocurrencias. No soy un poeta de
ocurrencias".
La
noticia en otros webs
"Todo
pensamiento procede de la lengua, no a la inversa; el idioma genera actividad y
esa actividad genera sufrimiento"
PREGUNTA. En Descripción de la
mentira
leemos: "Es perverso el idioma
pero es enjundia de mi cuerpo". ¿Cuál es el lado oscuro de la lengua
española? Y en estos momentos de celebración del español en todo el mundo,
¿cómo entender el lema "unidad en la diversidad" que rige esas
celebraciones?
RESPUESTA. Todos los idiomas tienen
un lado oscuro. Puedo decir que todo pensamiento procede de la lengua, no a la
inversa; que el idioma genera actividad, y esa actividad puede generar
sufrimiento. En esa relación, cómo el idioma puede generar sufrimiento y de
hecho lo hace, hay una cierta perversidad. Ahora bien, el asunto de la unidad y
la diversidad para mí se resume en la integración de otros léxicos al mío. Me
ha sucedido que he tenido a veces que recurrir a léxicos que no son los míos.
En cierta ocasión no quería utilizar "cuenco" ni "taza"
para un verso, y acabé utilizando una palabra gallega: "cunco". ¿Por
qué no habría de hacerlo? ¿Por qué no incorporar otros léxicos a mi poesía?
P. ¿En qué forma se ha enriquecido su
español con el español venido de ultramar?
R. Es cierto que del otro lado del
Atlántico he recibido una importante donación (me gusta llamarla así) en
relación con el lenguaje. Pero es muy posible que esta donación no consista
demasiado en versos puntuales -no soy capaz de rescatar con la memoria
donaciones léxicas en particular- sino, a partir de los grandes poetas, en una
cierta riqueza que he ganado. Pienso en Rubén Darío, Vallejo, Neruda, Huidobro,
que realmente fueron alimento para mi propio pensamiento poético. Esto tiene
que ver con esa especial configuración que un Darío o un Vallejo tiene del idioma.
Es decir, se trata para mí de determinada articulación del lenguaje que tiene
el español de América más que de cuestiones de léxico en el sentido
terminológico. En algunos de mis poemas, sobre todo de juventud, puedo ver un
reflejo de esto que he llamado articulación particular del lenguaje, pero no
tanto en el préstamo de léxico. Por supuesto, donde es realmente fundamental el
aporte del español hispanoamericano es en el modernismo español. Hay que decir
de una manera rotunda que sin Rubén Darío no se hubiera dado con la intensidad
con que se dio aquí en España.
P. Se habla mucho ahora de la
contaminación como fenómeno del cual las lenguas deben defenderse. En general,
las culturas latinas parecen obsesionadas por proteger su lengua de la
influencia del inglés. ¿Cómo se relaciona usted con esos fenómenos?
R. Yo entiendo que en el caso del
español -y creo que es el caso de otras lenguas- no son procedentes, aunque
suceden, las incorporaciones relacionadas con otros troncos lingüísticos. Pero
quiero advertir que desde mi punto de vista esto no afecta a todos los países
iberoamericanos, que se han caracterizado por desarrollar un español que es
local para ellos pero que puede ser asimilable para nosotros. Este comercio
lingüístico, evidentemente, puede tener también la otra dirección: de España
hacia América. En una palabra: la asimilación del desarrollo lingüístico del
español por parte de otros países no equivale a escapar de su propia lengua. Al
mismo tiempo, debo decir lo siguiente: la incorporación de palabras que no
pertenecen a ese desarrollo particular de nuestra lengua no me interesa.
P. ¿Qué deberes tiene hoy en día un
escritor de lengua española con respecto a esa lengua? ¿Es el escritor guardián
de su lengua o más bien es el encargado de ampliarla?
R. No pienso que la ampliación
lingüística sea obligada para un escritor. Pero sí que en el escritor se da un
fenómeno que es ajeno al resto de las personas: en el escritor de lengua
española siempre habrá una especie de incorporación selectiva de otros españoles.
Yo encontraré sin duda palabras que en algún momento servirán a mi poesía. El
día en que realmente disponga de ellas, estaré enriqueciendo selectivamente
nuestro idioma. Pero esto no implica una obligatoriedad. Y tampoco quiere decir
que deba haber un español globalizado.
P. La globalización del español es un
concepto más bien sensible.
R. Yo tengo claro que, por lo menos
en el sentido de la creación, la lengua no debe globalizarse. Sí es verdad, en
cambio, que se debe tender desde las academias y desde la literatura a esa
unidad fundamentada en la diversidad de que me hablaba antes.
P. Una de las cosas que me inquietan
como novelista latinoamericano es que mi tradición siempre se ha alimentado de
otras lenguas, en parte porque en novela de lengua española hay un vacío muy
grande entre el Quijote y el siglo XX. ¿Cómo ocurre en poesía? La influencia del
simbolismo francés es muy marcada en su obra. ¿Hay también una genealogía en
lengua española a la que se siente pertenecer?
R. Yo doy por hecho que mi escritura
está simultáneamente en la tradición y en la modernidad. La tradición no tiene
por qué ser regresiva ni reaccionaria, ¿no? En la lengua poética en español hay
una inflexión fortísima que tiene que ver -y esto tiene mucha miga- con la
tipografía. En ese momento, la poesía ya no tiene que informar, porque cada vez
hay más libros que cumplen esa función, hasta llegar al frenesí mediático de
hoy en día. Al desaparecer la necesidad de la poesía informativa -alabar o
denostar al poderoso, estimular la religiosidad, trasladar ideología y
noticias-, surge Garcilaso. Ésa es la tradición que va hacia Juan de Yepes,
también conocido como San Juan de la
Cruz , que, creyendo que hablaba de la experiencia mística,
dice que es un "no saber sabiendo". En esta línea estoy yo. Es la
línea de Góngora y Quevedo. En los siglos XVIII y XIX hay un bache que no
aporta nada, como no aporta nada el bachecillo actual. Luego hay un salto a la
vanguardia del primer tercio del siglo XX. Ahí están Lorca, Vallejo, el Neruda
de Residencia en la tierra. Ésta es mi familia en lengua española.
P. ¿Y cómo se relaciona su lengua con
las otras lenguas? Pienso en esa traducción que hizo junto con su hija Amelia
de Herodías,
de Stéphane Mallarmé. En el prólogo
defienden ustedes las extraordinarias libertades poéticas que se tomaron
haciéndola: "No se trata, en poesía, de significados precisos sino de
palabras gloriosamente imprecisas, sistemáticamente turbadoras".
R. Esa traducción fue en realidad un
trabajo a cuatro manos, muy interesante. Amelia es filóloga, pero también es
escritora. (Yo estoy convencido de que, en secreto, es también poeta, pero le
falta matar al padre). Hubo mucha discusión, porque ella, claro, no podía
prescindir de su condición de filóloga. Pero al final coincidimos en que se
trataba de crear un poema nuevo que no hubiera podido existir sin el Herodías
de Mallarmé. Es decir que tendría valores no de igualdad léxica, pero sí de
equivalencia. Así que no, no queríamos hacer un texto informativo. De una
traducción literal no sale un poema de Mallarmé: sale un texto que informa al
lector de cómo era el poema de Mallarmé.
P. Permítame que termine con una
pregunta sobre su poesía más reciente. 'Claridad sin descanso', la última parte de
Arden las pérdidas
(2003), es para mí lo más próximo a
una confesión que hay en su poesía. El último verso dice: "Ésta es mi
relación, ésta es mi obra". ¿Es 'Claridad sin descanso' su
testamento literario?
R. Puedo darle algunas pistas, pero
me temo que no puedo contestar directamente a la pregunta. Hay dos versos: uno,
de Arden las pérdidas, dice: "Así arden en mí los
significados". El otro es de Cecilia, un libro que al parecer no es
tan menor como yo creía: "Todo es visión, todo está libre de
sentido". Cecilia se abre con una cita que le interesará, porque es
de un hispanoamericano: José Lezama Lima. Dice: "La luz es el primer
animal visible de lo invisible". Esas palabras tienen una fuerte relación
con lo que ocurre en 'Claridad sin descanso'. Hablo de una luz última,
que participa ya de lo invisible. Hablo del término del extraño y hermoso y
terrible accidente que es la vida.
Juan
Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) es autor de las novelas Los informantes (2004) e
Historia secreta de Costaguana (2007), ambas publicadas por Alfaguara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario