"Hay más verdad en un disco de Calle 13 que en todo el grupo
PRISA", dice. Gaza, Somalia, Chechenia, Irak, Afganistán… Unai Aranzadi
(Getxo, 1975) trabaja en lugares de los que la mayoría lucha por huir. Unai
busca a las víctimas y a sus verdugos y nos hace mirar al abismo de la guerra.
Unai en Khiam, Líbano.
Gaza, Somalia, Chechenia, Irak, Afganistán… Unai Aranzadi (Getxo, 1975)
trabaja en lugares de los que la mayoría lucha por huir. Unai busca a las
víctimas y a sus verdugos y nos hace mirar al abismo de la guerra y la locura
humana a través de su trabajo. New York Times, BBC o CNN son
algunos de los medios de los que se ha servido para acercarnos visiones de las
que muchos prefieren apartar la vista. Como ya sabemos que la guerra es una
mierda, le hemos pedido a Unai que nos hable desde las tripas de una profesión,
la de periodista de guerra, erigida en faro de la verdad pero que, a menudo,
proyecta más sombras que luces.
Vice: Llevas metiéndote en fregados muy serios
desde los 20 años, ¿cómo y por qué te dio por ahí?
Unai Aranzadi:
Siempre quise ser reportero
especializado en guerras, desde mi adolescencia. Era un sueño, una obsesión.
Imagino que el hecho de descender de políticos perseguidos, marinos viajeros y
periodistas exiliados por sus artículos, influyó en mi decisión, pues el
reportero tiene mucho de todo eso. En cualquier caso, hay algo que nos empuja a
ir a los lugares de los que todo el mundo huye, y siempre que nos hacen esta
pregunta no sabemos muy bien qué contestar. Sí te puedo decir que yo en un
principio miraba este oficio como una posibilidad de viajar y vivir la historia
en primera persona, pero luego me asqueé de esta visión egoísta y equidistante,
y descubrí que donde encontraba más fuerza, más verdad y más motivos para
informar, era en la utilización de la herramienta comunicativa para precipitar
el cambio social en el mundo.
¿Eres de los que cree que puede cambiar el mundo
con su cámara?
No creerlo sería de cínicos y creerlo sería megalómano, por lo tanto
pienso que el valor está en el intento. ¡Todas las conquistas son hijas de un
intento!
Logística: ¿cómo trabajas?
Desde la precariedad absoluta. Con 20 años, durmiendo en Gaza, me dije a
mí mismo: “Algún día regresaré aquí alojándome en un hotel y cenando a la
carta”. Han pasado 16 años, viajando mucho a Gaza, y sigo hospedándome en los
sitios más baratos o en casas de gente. Gracias a esto he tenido el privilegio
de encontrarme con el verdadero pueblo palestino. Si anduviese siempre en los
hoteles que visita la tribu deAssociated Press o Le Monde, cenando con
norteamericanos o franceses, me hubiese perdido conocer la realidad de la
franja.
En el aspecto técnico, llevo una videocámara con lo básico, un trípode,
un par de micrófonos y una lámpara. También llevo una cámara de fotos reflex
con un par de ópticas y un ordenador con disco duro externo. El B-GAN
(transmisor de datos por satélite) ya apenas lo utilizo, pues he dejado de
hacer Breaking news. Ahora sólo llevo
un Thuraya (teléfono satélite) para hablar con mi mujer antes de acostarme.
Seguro jamás he tenido, y chaleco y casco casi nunca llevo. El primer
chaleco lo pude comprar después de años cubriendo varias guerras importantes,
como la invasión de Iraq en el 2003. Entonces era un lujo inaccesible para mí,
y actualmente, salvo en los empotramientos de Iraq y Afganistán, casi nunca lo
llevo, pues yo soy más de compartir con guerrillas que con ejércitos. Además,
es mejor andar ligero para cuando te zumban poder salir corriendo.
¿Eres un “paracaidista” que salta de guerra en
guerra o prefieres currártelo con más tiempo?
He saltado de guerra en guerra durante años, aunque ya lo hago menos.
Prefiero acercarme a ellas de otra manera, menos superficial. A lo colonial que
ha sido siempre este oficio, hoy se le suma lo turístico. Hordas de muchachos y
muchachas europeos, japoneses y estadounidenses con un equipo carísimo y sin
necesidad real de publicar, recorren los sufrimientos que el status quo mediático les ha sugerido denunciar
como si de un deporte de riesgo se tratara. Yo tiendo a huir de los escenarios
por los que se mueve la prensa mas oportunista. Elijo las historias de las
guerras que deben ser contadas y no acepto que el poder económico que paga por
historias determine qué historias cuento. También es muy importante regresar a
los sitios y reencontrarse con los personajes. He cubierto mas de una docena de
conflictos y puedo decir que he vuelto muchas veces a prácticamente todos.
Has trabajado para los medios internacionales más
potentes pero últimamente parece que te alejas del neón mediático…
Estoy tan orgulloso de haber sido invitado por la BBC a Londres para
editar un documental que rodé en la guerra de Somalia,
como de publicar gratuitamente en páginas alternativas de contrainformación
como Rebelión. ¿Sabes por qué? Porque no importa dónde publicas, sino lo que
publicas.
Actualmente estoy alejado de las plataformas convencionales porque hoy
necesito formatos amplios en los que poder contar una historia en profundidad,
algo difícil en los medios hoy. Prefiero tener una película mía en un festival
de cine documental, sin límites cronológicos o creativos, a una foto suelta en
Newsweek, 500 palabras en El País o un minuto y medio en Al Jazeera. Ya he
hecho todas estas cosas y me ha dejado de emocionar ver mi nombre en ese neón
mediático que apuntas. El “estrellato” se lo dejo a los “reporteros
aventureros”, que son legión.
De todas formas otro de los motivos por los que ando un poco
“desaparecido” es porque llevo unos 4 años metido en un arriesgado proyecto que
saldrá a la luz en dos. Es sobre la violencia en el mundo, algo muy
revolucionario. Por lo tanto creo que lo mejor de mí está aún por salir. Estoy
aprendiendo y confío en llegar a los 40 con algo interesante que decir, mas
allá de la crónica de información pura y dura que, francamente, no me interesa
mucho ni producirla ni consumirla. Camino hacia nuevas formas de contar
historias porque los periodistas es lo que somos, contadores de historias.
Recientemente has rechazado ofertas de trabajo de
grandes cadenas de televisión; dicen que estás loco, que el clima de Estocolmo
te está agriando el carácter…
Ja, ja, quizá estoy loco, pues creo que he sido el único reportero que
ha pasado por la CNN española, y en plena crisis. Tras un largo viaje como
enviado especial cubriendo desastres en África, les dije: “No me ha gustado la
experiencia de hacer periodismo para vuestra televisión”. Así han sido varias
oportunidades desechadas en medios de mucho poder. Quizá por eso cuando crítico
a los grandes medios lo hago desde la experiencia y la autoridad de quien,
pudiendo, no les ha hecho el juego.
Respecto a mi fama de crítico, sé que la tengo y lo curioso es que a los
lectores les gusta, pero no a los periodistas. Eso dice mucho del daño hecho
por la prensa, de lo corporativistas que son, de su prepotencia y del divorcio
existente entre ellos y el pueblo. La crítica a este cuarto poder está muy mal
vista y aún mas si se hace desde dentro del oficio. Esto sucede también en mi
país de residencia, Suecia, pero mucho menos. Aquí el pensar “fuera de la caja”
no está tan mal visto. Un dato comparativo: España tiene regulada una relativa
libertad de prensa desde 1978, y Suecia desde 1766; es decir, nos llevan
literalmente mas de dos siglos de ventaja. Son 200 años discutiendo en
democracia, rompiendo muros y abriendo mentes. Si bien obviamente esta
democracia no es perfecta, como periodista oficialmente acreditado aquí me
siento mucho más libre para pensar, crecer y expresarme que en el País Vasco,
por ejemplo. Digamos que en Suecia la caverna mediática y la persecución de las
ideas no existe. Luego también está la forma de hacer las cosas. Un reportaje
de televisión español –cuando los hay– no contiene un plano de más de 3
segundos, son pura histeria... Para evitar que la gente cambie de canal, tienen
un ritmo frenético que casi no permite pensar al espectador. En la SVT sueca o
la NRK noruega, además de producir docenas de grandes documentales al año, lo
hacen sin caer en sensacionalismos, respetando al sujeto de la historia y al
consumidor de ésta. Si una explicación requiere un total (plano continuo) de un
minuto, pues se mete. Eso no lo he visto yo ni cuando trabajaba en el elitista
Canal Plus.
Periodistas “empotrados”, “infiltrados”… Yo pensaba
que uno era periodista y punto.
Todos esos términos y conceptos nacen para darle al consumidor de
noticias una ilusión de exclusividad, de acceso único o privilegiado. Se han
utilizado sobre todo en televisión y con él se refuerza ese imaginario del
reportero aventurero, que es lo que se estila ahora. Tiene mucho de periodismo
“gonzo”, que es el periodismo en el que el periodista forma parte de la
historia. Lo que pasa es que quien acuñó este término, Hunter S. Thompson, lo
reconoció, y los “reporteros aventureros” de hoy en día no lo reconocen.
En Tele 5, Cuatro o Televisa se han dado muchos ejemplos de ello. Yo
personalmente tengo muy poco interés en los reportajes en los que el periodista
se pone en medio, especialmente por estos actores metidos a periodistas, que se
ponen el casco y el chaleco, o se disfrazan de afgano. Son ridículos por
vanidosos, y canallas por explotadores; utilizan la miseria de los conflictos
para darse a conocer ya que el periodismo de guerra es la forma más fácil y
rápida de hacerse un nombre en los medios.
Aunque suene raro, este oficio, para mí, cuando no es honestamente
político tiene un punto “exploitation” muy fuerte. Hablar de guerras y decir
que uno no hace política es sencillamente una contradicción.
He oído hablar de crónicas “de calle” escritas
desde una habitación de hotel y de “directos” sin apenas bajarse del avión.
¿Los cínicos parten con ventaja sobre el resto en esta profesión?
Los periodistas no se sustraen de la cultura postmoderna que vivimos,
que no es otra cosa que el individualismo feroz, la ridiculización de las
utopías y el entretenimiento por encima de la reflexión. Sí, prima lo
inmediato, el estrellato efímero, la representación espectacular de la verdad
se vuelve más importante que la propia verdad. La mentira, en definitiva. Todo
eso tiene un reflejo en los reporteros y se traduce en que cobra más
importancia el personaje periodístico y su forma de hacer entretenimiento que
el sujeto informativo mismo. Digan lo que digan, salir en la televisión o en
una publicación conocida te convierte automáticamente en buen profesional per se, quedando en segundo plano el contenido y la
calidad de tu trabajo.
En esta línea, conozco y admiro a grandes profesionales que no los
conoce nadie, y a su vez, conozco a auténticos golfos que los conoce todo el
mundo, precisamente por no decir nada interesante. Y si dicen algo es para
criticar a los que el sistema espera que critiques (Chávez, Irán, China, Putin,
Gadafi, el ELN, los musulmanes, vascos, izquierdistas, etc...)
Has cubierto guerras desde ambos lados de la
trinchera. ¿En qué se diferencia un “luchador por la libertad” de un
“terrorista”?
El “terrorista” de unos es el libertador de otros, todo depende de a
quién se lo preguntes. Un “terrorista” es quien practica actos de terrorismo,
¿y qué es el terrorismo por definición? Dominar a otros por el terror. Por lo
tanto, muchas otras formas de violencia, como la machista en España o la de los
Zetas en México debería de ser calificada también de “terrorista” y sin embargo
no lo son. ¿Por qué? Porque el término es político y lo utilizan los Estados
dominadores únicamente contra organizaciones político militares, precisamente
para evitar el debate político con sus dominados.
Desde la era Reagan, el uso de la palabra “terrorista” responde al
primero de los 11 principios de propaganda propuestos por el nazi, Goebbels. Se
trata del principio de la simplificación. Todo lo que se me enfrenta, es
“terrorista” y de esa manera te anulo, cualquier cosa que digas o demandes será
siempre proscrita y vacía de razón.
En lo cotidiano y para quien lo quiera ver, se producen muchos absurdos
que deslegitiman el uso del término. Por ejemplo, Anders Breivik asesinó a 96
personas en Noruega y no es considerado terrorista, como todas las
organizaciones de ultraderecha que matan inmigrantes u homosexuales tampoco lo
son. Un cantante catalán, como Pablo Hasel, ha sido detenido recientemente por “terrorista”. A la policía no le
gustaban sus canciones sobre los presos y la familia real, y hoy se juega la
cárcel por ello. ¿Tiene sentido? No, es político y arbitrario, y es muy
lamentable que la prensa de algunos países se preste a ello.
En este sentido, dentro de la propia prensa europea hay grandes
diferencias. En el Reino Unido o Suecia, países con una enorme tradición
periodística y en pos de la libre expresión, no se utiliza mucho el término
“terrorista”, ya que es considerado –incluso oficialmente por medios como BBC–
como de “inexacto”, poco profesional. Por el contrario, en países como España o
Turquía, estados sin ninguna tradición democrática donde se cierran periódicos
y aún hoy se encarcela a periodistas vascos y kurdos, el término es utilizado
por toda la clase periodística de forma masiva. Es más, a menudo se dan casos
de periodistas tildados de terroristas por otros periodistas cuando rehúsan
utilizar el término oficialista.
Lo más patético de toda esta retórica es que si aplicamos, por ejemplo,
la definición actual que utiliza Estados Unidos, ellos mismos resultarían ser
los mayores “terroristas” del mundo. El propio ex secretario de defensa gringo, Robert
McNamara lo reconoció en una entrevista antes
de su muerte.
¿Por qué oímos hablar de Libia pero apenas de
Chechenia o Colombia? ¿Quién decide la importancia de un conflicto?
En Occidente, el Poder dice a la clase periodística qué conflicto se ha
de cubrir y cuál no, pagando por lo que quiere y no pagando por lo que no
quiere. En un sistema-mundo en el que todo depende del dinero, ésa es su forma
de censurar ciertos temas o conflictos. Su criterio no responde casi nunca a
una urgencia humanitaria como pretenden vender. Eso es una mentira
contrastable. Su criterio responde a la agenda de intereses de Washington y
Bruselas. Sí, vale, en este “mundo libre”, del “libre mercado”, tú puedes
montar una agencia con otros colegas y viajar a donde quieras con tu cámara.
Eres todo lo “libre” que tu cartera te permita y si puedes pagarlo lo haces,
pero luego nadie de los medios que pueden asumir esos costes pagará por el
reportaje. Ése es el mecanismo censurador del latifundio mediático y eso es lo
que lo hace totalmente político, además de mercado.
Por ejemplo, a principios del 2004 yo estaba en Uganda, una dictadura
protegida por EE.UU. Había entonces una guerra civil con datos terroríficos,
entre ellos 1 millón y medio de refugiados y 30.000 niños secuestrados. Pues
bien, cuando en el vecino Sudán, se juntaron 50.000 refugiados, yo veía desde
la televisión de un amigo misionero en Kitgum, que todos los medios el mundo,
alentados por Washington, ponían el grito en el cielo por lo que pasaba en
Darfur, Sudán. De Uganda, aún siendo mucho peor, no hablaba nadie, pues es una
dictadura aliada de Washington que colabora militarmente con los intereses
Occidentales y por lo visto convenía dejar las cosas como estaban, sin
injerencias ni testigos incómodos...
¿Un minuto de vídeo desde Somalia vale lo mismo que
uno desde Honduras?
Honduras no vale absolutamente nada en el mercado de las noticias. ¿Por
qué? Porque el mercado de las noticias lo llevan unos pocos grupos mediáticos,
y “perro no come perro”, es decir, habiendo ahora una dictadura de derechas
pitiyanki, amiga del libre mercado y contenedora del ALBA no conviene sacar a
la luz que desde el golpe de Estado se han asesinado a 18 periodistas o que la
oposición al régimen de la oligarquía esté siendo semanalmente masacrada. Un
rico opositor venezolano o un disidente cubano en huelga de hambre cuentan más
para los mercaderes de la información, que docenas de catrachos asesinados. Es
un hecho verificable si hacemos un recuento y comparación de artículos
publicados. No es ideología sino ciencia. También me gustaría decir, que en
esta batalla por visibilizar lo que pasa en Honduras he estado prácticamente
solo desde el mismo momento del golpe de Estado. Han sido casi 3 años de viajes
y gastos, de recibir duras críticas de organizaciones conservadoras y de ver
que incluso muchos freelance y medios daban la
espalda a esta izquierda sacada por la fuerza del gobierno. En fin, al menos me
queda el consuelo de haber mantenido viva la llama que advertía, “señores de la
prensa, algo pasa en Honduras”, aunque el coste personal y profesional ha sido
grande.
Por el otro lado, Somalia vende como un espacio descontextualizado, es
decir, como una historia morbosa de estado fallido tipo Mad Max que, por el riesgo que tiene el
visitarlo, vende de vez en cuando en los mercados. Eso sí, nadie te va a decir
que EE.UU., junto a su aliado regional, Etiopía, han fomentado la guerra al
imposibilitar la continuidad de un sistema relativamente pacífico como fue el
de las Cortes Islámicas. Jamás reconocerán esto como sí lo reconocemos los
pocos que cubrimos el país de forma independiente en aquella etapa de la
guerra. El mercado te va a retratar Somalia como un excitante bastión de
bárbaros, donde, como decía un medio español: “La guerra es parte de su
cultura”. De nuevo, el periodismo como actor racista y colonial.
Parece que últimamente te has centrado en América
(centro y sur). ¿Ya vende eso?
Puede vender mucho. Si vas a Venezuela y haces montajes periodísticos
contra Chávez, como han hecho varios reporteros españoles, venderás muy bien.
Si vas a Colombia para hablar de las víctimas de crímenes de Estado que se dan,
no venderás nada. Es un hecho.
Hablando de Colombia, los salpicones de aquella
guerra tan sucia parece que nos caen muy cerca, ¿no?
Hubo un momento en el que la necesidad de arrinconar internacionalmente
a las FARC-EP, coincidió con la ofensiva mediática contra Chávez y la clásica
criminalización de todo lo vasco que, lógicamente, siempre es bien recibida por
España. Digamos que se dio una buena oportunidad para matar tres pájaros de un
tiro. Colombia, junto con España, a las ordenes del patrón estadounidense,
fabricaron la matriz de opinión para crear un disparate. Disparate que contó
con periodistas sin escrúpulos. Gentes de ABC, CNN, El Mundo, Cuatro, TVE, El
País, en fin, casi todos. De entre otras muchas cosas jamás probadas, decían
que, gracias a Chávez, existen vascos viajando a la selva colombiana a través
de Venezuela para darse cursos mutuos de guerra de guerrillas, explosivos y
“terrorismo”. Han pasado tres años desde que arrojaron la piedra y, aun teniendo
todos los medios económicos, militares y políticos del mundo, no han aportado
ni una sola evidencia. Ni una. Todo lo publicado y emitido hasta ahora es pura
basura, no es periodismo. A falta de pruebas, en su propaganda criminalizadora
del proceso democrático que se vive en Venezuela, hablaban de rumores y de
sensaciones como si fueran hechos, algo muy zafio. Amo Colombia y Venezuela,
conozco los esfuerzos por la paz de Caracas y he estado con las guerrillas de las FARC-EP y el ELN en esa región, por lo que ver el matoneo de ciertos
pseudoreportajes me produjo asco e indignación.
Volviendo a guerras más “comerciales”, ¿cómo ves la
reciente salida de las tropas USA de Irak y su debacle en Afganistán?
La salida de un ocupante es siempre una buena noticia. En el caso de
Iraq, recuerdo haber llegado a las calles de Mosul (cantera militar del Baaz)
minutos antes de que entrase la columna de blindados estadounidenses. Cuando
ésta llegó, los jóvenes y adultos abucheaban a los soldados desde las aceras.
Estaba claro la que se venía. Hoy, tras 10 años viajando al diezmado país y
rememorando aquello, no puedo hacer otra cosa más que alegrarme ante la salida
de los norteamericanos. Sin embargo, vislumbro que el Imperio e Israel, buscan
un mundo árabe de estados fallidos o, cuanto menos, disfuncionales. País que
tocan, país que rompen. Débiles les sirven mejor, o al menos eso piensan. En
todos ellos propiciarán –aun más– la llamada “violencia sectaria”, alentando
divisiones y realizando infiltraciones y atentados de bandera falsa.
Afganistán es diferente. Mas parte del “gran juego” de Kipling, ese del
tránsito de energías y del andar cercando a los verdaderos enemigos del
Imperio, que son los mismos de siempre, Rusia y China. Antes o después
alcanzarán algún tipo de acuerdo con el movimiento talibán. ¿Y sabes qué? Para
los Estados, entablar o no negociaciones con “los terroristas” no tiene nada
que ver con la ética, sino con la fuerza. Precisamente por
Has visto sufrir y morir a mucha gente. ¿Cómo
digiere uno todo eso?
Llevar tantos años viendo sufrir a gente en diferentes guerras y crisis
tiene un coste psicológico aún por evaluar, sin embargo, la atención la merecen
los protagonistas de mis historias, no alguien como yo, que acude a conocerlos
voluntariamente. En cualquier caso, mi terapia es no olvidarlos, hacerles
justicia con la memoria. Se podría decir que la lucha por los derechos de
quienes protagonizan mis historias es mi mejor terapia.
Para terminar, ¿cuál es tu consejo para un
periodista que empiece en este mundo? ¿Y para un consumidor habitual de
actualidad internacional?
A un periodista que empiece le diría que haga lo que su conciencia le
exija, lo que le pidan sus entrañas, que construya su mirada con lo que lleva
dentro y no con lo que le impongan de fuera. Sea cual sea, esa será siempre la
historia atemporal, esa que siempre será releída por muchos años que pasen.
Al consumidor de noticias le diría que consuma menos prensa y más
literatura, cine, política o arte. Hoy en día, el periodismo está
peligrosamente sobrevalorado y no ha de ser más representativo de la realidad
que cualquier otra forma de expresión. Hay más verdad en un disco de Calle 13
que en todo el grupo PRISA.
Independent Docs http://www.independentdocs.com/
1 comentario:
Unai querido. Felicitaciones por tu trabajo que es impresionante.
Asi que de Getxo?
Soy biógrafo de Mezo Bigarrena, un vasco de Getxo cantautor. No se si lo conoces.
Me gustaria charlar contigo.
Soy cantautor, periodista, documentalista y activista socialde Mendoza, Argentina.
Mi e-mail es : fcproducciones@yahoo.com
Publicar un comentario