Jonás
- 29-IX hablar del mundo y
de un otro como el otro mundo. Y del lenguaje como el más completo medio
de comunicación humana. Y de una, de otra, o de ti; Muerte, como la otra
vida. Y de un blanco relámpago desnudo de dos blancos desnudos como dos
piedras juntas en la punta de una torre libres del río lejos una en otra
ya como un chorro de lluvia que era dos en la ventana de noche sin ver en
el cristal lo que se vio por el otro; o un barco que salió de dos nubes y
se fue sin verse más sobre la tarde, o dos raíces fuera de la tierra, sin
historia, una a otra, encarnadas bebiéndose sin medio ni distancia para
gritarse o decirnos amor, manzana, paraíso, entroncadas en uno en lo que
es de uno
- 16-IX Pues bien, en aquel
tiempo, una vez, y de esto hace bastante, iba en un carruaje. Oscuro. De
qué color, no sé, tal vez de arena, de insomnio, de camino. No sabía quién
era, ni lo suponía. Únicos viajeros nos confiábamos al cochero invisible.
Chirriaban las ruedas sobre la nieve, y en la oscurana de agua al fin se vio
que lo estampado era la carne viva de tatuajes.
- 17-IX Érase una noche
ocre como para callarse de no ser el ruido del coche oiríamos las
estrellas que nos vienen como gajos corintos, como racimos trasudando
escarlatas. Llegamos a una parte, sola: Página Blanca, y pensamos oír: no
ver demasiado lo blanco: ciega. A su tiempo cada quien deja su libro
mediando silenciosos solitarios. Uno baja después para no subir más. Al
bajar, ¿nos confundimos, confundimos los libros? El carruaje ha seguido,
metiéndose en el bosque, en una bruma púrpura. El día sigue a la noche en
des-cubrir la ciudad.
- 18-X La diferencia de
los hijos de la tribu de Leví está aquí en la verdad de su corazón. Que
esta poesía i-rreal de Jorge Trakl nos pese más que el realismo de “El
Canto General” es del vero cristal de mis ojos de Amnón de la noche
imposible. Vos, noche virgen, tenés el peso oscuro, y vos, verdad a
oscuras, peso de siglos.
- 18-X Manos llenas de
gasa de Muerte estas de Celan luchando por huir del velo de la palabra,
-no tu secreto fiel, Penélope-. Sagrado tuyo, Yocasta. Ay, que eres ciego
rasgándolo. Inservible tu deslumbrado rojo. Fuera, inútil, a arder vacío,
quedar para siempre en Colono perdido.
- 21-X Tú ansías expresar
las cosas. Déjalas. Se expresan. Que se expresen. -Si nos expresaren-.
Deja que la palabra se diga. Sea la pintura la que haya de buscar la
manta, el cuadro, el color. No al revés. Nazca con él. Bien sentimos que
en nuestra boca la palabra agoniza. Bien sabemos que en nuestra mano la
palabra muere para re-vivir en el poema, en poesía cuando Poesía la halla.
No encuentra. Es encontrada. La re-encontrada. A lo mejor se encuentren,
entonces, y siempre lo uno no es sin lo otro así como la flor no es por
hallarla, sino por hallarse. La energía crea a la materia como la función
al órgano. “Haya luz”; (Génesis-1), y hubo luz.
- 2-III Aquí se está en un
saco, cosido, con un gallo, un gato y un mono, en el mar, y dentro de la
ballena. Todo está en descocer el gallo –el saco-, deshacerse del saco
–del gallo-, del gato y del mono. Y entrar de lleno hasta el píloro,
quizás al cardias, más no, arriba no. Prohibido. Sagrado. La salida es por
el culo.
- 20-VIII Tú sabes, Muerte,
que si leo, es el perdido libro de Jaser cuando se detiene el plenilunio.
Mi poesía es todo lo que no es desde antes muy antes del primer
cautiverio. Que si alguien nos acompaña en este río de sombra, ah,
Caronte, es mi perro, gemelo del perro de Tobías en el único parto de la
hembra de Cancerbero.
- 27-V El carnicero
apareció ya con el alba degollada. Hubiera sido un claro día. Pero el
carnicero está aquí, con el cuchillo, blandiéndolo, y la sangre, ay,
manando de la garganta.
- 29-11 Y sucede que Judit
vuelve, y está aquí, ante Holofernes, ebrio, denso púrpura quitándose los
espaldares de oro, el pectoral de plata, el férreo casco azul, las
perneras de bronce, tendiéndose en la invalidez del cuello, el descuido
del pecho, la confianza del vientre, dejándose a la impotencia de la
periferia y franqueándonos por el centro. Soledad. El amparo del arma,
afuera. Yacente. Judit, desvistiéndose. Huele la selva virgen de la noche,
bullen las cataratas de la noche, llamean las antorchas en la gruta de la
medianoche. Desnuda: suntuosa, vestida, de sortijas, sonríes. Centelleo de
alfanjes circulares, constrictores, succionantes. Labios ibis en vuelos
rozándose las alas encerrando lo hondo del encuentro. Pupilas dilatándose,
contrayéndose, suspendiendo, adormilando la paloma del viaje. Aluzas,
Ciegas. Se y se cierra para gustar, saborear, devorar, engullir lo que no
posee. Troya arrastra el caballo de palo, el oscuro trofeo equino, y en el
animal obscuro Edipo vuelvo y entro en demanda de Tebas, del hogar, de mi
cuna, del reino de mi madre. Edipo busca por adentro. Judit busca por
afuera. La madre se ha cortado al romperse el cordón y Holofernes, por
degüello, te escapas de un salto mortal. Lloro de troyanas. Desbande de
asirios. En tierra dos ejércitos, dos detritos, dos bultos, vencidos, en
la blanda arena azul de un agrio abandono lunar, amaneciendo. El sucio
barrendero deja las calles limpias.
- 13-IV Hay que cazar la
hora. Cuando Dante la cace escribirá La Comedia. Un minuto más, un minuto
menos, no podría. Hablará con los muertos de él como antes Homero con sus
dioses. La poesía es un diálogo consigo mismo, aún en momentos cuando
parece ser con otro semejante. Diálogo de uno ante algo, ante alguien –en
esencia- fuera de forma, de la forma. Nunca entre hombres. En poesía no
hay ilusiones ópticas, ni auditivas, ni de ninguna otra especie. Si tal
fuere, sí, pues equivaldría a la conversación que el hombre -como en una
sala de espejos- sostuviera con sus imágenes (anamorfosis) equívocamente
reales. Real el surrealismo. Para conocerse mejor hay que conocer a los
demás. No hay mundo si no hay un hombre en él y no hay hombre si en él no
hay un mundo. Para verse, ver; para ver, verse. Aquí el encanto fatal del
iris de Narciso. En un mundo en que no existiera lo que la costumbre
considera únicamente como espejo, el hombre se vería, volvería a verse en
los otros, o en los no otros. Aquí el fatal desencanto del iris de
Narciso. El ojo hace el espejo de él. Del ojo –espejo vivo- al espejo
muerto -la copia-. Siempre se ha tenido espejo, aunque estuviere
encubierto. El hombre es el espejo del hombre. La viva imagen, consciente,
fuera del espejo. El espejo es hacia atrás. Y hacia adentro. El espejo es
la muerte de la imagen. Si no hubiera cómo ni en qué poder verse – y vera
para mirar, distinguir para diferenciar- el hombre se ignoraría en su
precario instinto de conservación a tal modo de enojarse, si esto le
cupiere, contra el estorbo en que casualmente tropezare, y le diría: -si
esto le cupiere también- bruto, imbécil, estúpido, y le daría una patada,
pues el estorbo no sería esto que es sino otro, imbécil, que me molesta.
He aquí lo que hubiera sido hombre. ¿Qué? ¿Qué digo yo sin no ser acto de
decirme, sin moverme en el ansia, en el sueño, en la memoria? ¿No se es ni
se tiene más que el acto solo? ¿Qué puedo decir que soy sin moverme en el
saber, en el sentir que soy? ¿Y qué es lo que sido sin el hombre? ¿Ha
habido hombre aquí, allá, ayer, ahora? Si así fuese hubiera sucesión, y si
hubiere sucesión habrá permanencia, si habría permanencia hay
universalidad. Sucesión no es repetición como repetición no es igualdad
fuera de sí, si no en sí, sino en sí por esto de lo móvil del hombre a lo
inmóvil del ser, no al ser inmóvil, no de ser, y conquistar, re-conquistar
desde el ser del estar la permanencia universal del ser. Ser sin imagen.
Fuera de ella, caos, confusión, bruma de Babel, la torre trunca. ¿Si no en
ella en dónde entonces, ya asunta, la colmada asunción de él, por él, con
él y para él? ¿En dónde si no en ella el ser del tiempo, el tiempo del
ser, de ser del ser; de ser, y ser tiempo en esencia y permanente esencia
única de verdad?
- 14-X Vivimos de amor y
con amor, de la fe nos mantenemos, de la esperanza que nos sostenemos
verdaderamente pobres de solemnidad de las cosas de la tierra. (El mundo
es otra cosa.) Vivimos de caridad sin comprarnos nada regalándonos todo.
Vivimos de la caridad, de por vida suya, de la caridad de vida de por
vida. Nada nos sobra. Nada nos hace falta. Nuestra abundancia colma los
veranos para los otoños y los inviernos pálidos. No conocemos otro cielo
más que éste que a lo mejor es el único, el mismo que da sobre esta parda
ciudad la comba ala de su pájaro azul reclinando de tarde en tarde la
bella cabeza sobre nuestra cabeza alzada en alto, en vilo, rozándose.
Entre nos hablamos de tus ojos, de tus manos mías, de mi frente tuya, de
tus zapatos y mi camisa, de las sábanas con nombre tuyo y mío, en
monograma; de las dificultades para mantener siempre limpia la casa con
tanto polvo afuera, silenciosa con tanta bulla de carros, fresca ante
tanto calor y seca entre tanta humedad. De lo caro de los víveres, la
subida de precios, los impuestos, el alto costo de la vida. De los poco
amigos que tenemos pero buenos como el pan y escasos como los buenos
libros, y hasta de lo desconocido. De los mismos gratos recuerdos que sólo
a nosotros hacen gozar porque somos nosotros mismos; de lo que hicimos
este año y de lo que haremos en el próximo; del sueño que tuvimos y
resultó verdad. De los niños que se pierden en la plaza, de los jóvenes
que se embriagaron antes de que comenzara la fiesta y no se dieron cuenta,
y de aquella que se volvió triste bajo la lluvia; del baile que no hubo
porque no había luz, y de la vieja lámpara que hicimos funcionar en la
tiniebla hasta que nos halló el alba, en nuevo día, solos uno en el otro,
los dos en nubes en verdadero música bailando enamorados. Del juego que
iba a haber y era mentira. De la muchacha que encontraron muerta y no se
supo quién era. Del joven que con varios amigos tuvo un accidente fatal
pero sobreponiéndose los llevó a la clínica, llamó a los padres y se fue a
su casa a darse cuenta con su madre que iba muerto.
- 21-X En absoluto no es
necesario para nada el poeta en el mundo. Nunca. Desde la vida de su
poesía nunca se da solo, sólo en su poesía para entrarnos a la poesía, a
la vida poética, a la vida de la poesía, a la otra vida, a la poesía del
hombre, de la vida y del mundo, y darnos de todo a lo sumo sólo la imagen
sola para hallar en ella nosotros solos la medida sólo de nuestra sola
imagen, la medida del silencio, del silencio a la palabra, del espejo al
espejismo, de la realidad, de la realidad a la ficción, de la verdad a la
mentira, de la muerte, de la muerte a la vida, la proporción de que la
ficción es a la muerte lo que la muerte es a la nada, o la identidad de
que la verdad es al amor lo que la realidad es a la vida, y en esta
dimensión poder saber hasta dónde son en ficción amados los bellos ídolos
del amor o en verdad amado el dios vivo de Amor, y hasta dónde somos y
estamos de verdad en el tiempo de la vida o en la vida del tiempo y en el
ser de la vida o en la vida del ser y ser vivo tiempo del ser, o si
estamos y no sabemos en la ficción del ser como ciegos peces de una
imposible antártica inexistente para un principio desde el principio
muertos en el fondo, o en el boomerang de nadie perdido para nadie, o en
el salvaje hielo de una navaja de afeitar no tanto porque se nos empuje
una muerte distinta, brutal, salvaje, que al fin y al cabo se habría de
conocer, sino que por ella se nos presenta como humano algo no humanoide,
humanesco, algo que no llega desgraciadamente ni siquiera a la más triste
sombra de un árbol hecho piedra. Es nada. Casa del ser: casa de Dios.
Nada. Puras palabras. No más acto de ser del ser. Esta flor. Esta hierba.
Nada. Sangre de Abel y sombra. Nada. Palabras. Cuajos de luz. Simples
palabras; pura palabra, pura. No sé dónde qué en lo más recóndito de este
pañuelo blanco.
- 22-V Yo no hube, no
habría querido esto. Hubiera querido, no sé, otra cosa. Hasta habría,
quise huir de la Voz. Yo no he querido esto. Quería otra cosa, otra orilla
de luz. Qué importa lo que yo haya querido. La voz me subía por acá, y
hoy, con los labios quemados, no querría más, no quisiera menos. Y qué
importa lo que quiera o quisiere, lo que hubiera o habré querido. Aquí,
desencantado, des-encantado todo, no puedo ser feliz. Sin espejo ni marco
esta alegría: no seré feliz. Gozo este infierno. Vivo. Alegría sin marca
en esta ardiente arena. No querré nada en este hirviente polvo. Ya este
infierno es mi paraíso. No quiero nada.
Edilberto Cardona Bulnes nació en Comayagua en 1935 y murió en 1991. Obtuvo en 1973 el Premio Café Marfil de España con el poemario Los Interiores. Jonás se publicó en 1980 en EDUCA, Costa Rica, y –según el mito- sus cuatro mil ejemplares desaparecieron a su llegada a Tegucigalpa.
"Jonás… es un poema mural. El único, en el país, al cual se le podría adjudicar tal categoría". La Palabra iluminada, Helen Umaña.
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