A todos nos espera una misma noche; a todos nos toca pisar una vez el camino de la muerte
Horacio, Odas 1, 28, 15
Amada Libertad: conocí a tu mamá en medio del aire electrizante de una lectura de poesía. Era el San Salvador del 2003 y leía un poema dedicado a Arquímidez Cruz -tu compa- en un aula de la Matías Delgado. Paradojas de la vida, por supuesto, leer ahí, precisamente. Pero una sonrisa que no entendía venía de entre el público y esa sonrisa pronto se convirtió en un abrazo emocionado de quien hasta ese momento supe que era tu madre, es decir, Argelia Quintana.
Me abrazó y me agradeció el homenaje que le acababa de dar a Arquímidez sin saber yo que ahí estaban gentes tan cercanas a ese dolor.
Amada Libertad: ¡qué bello alias te llevaste al monte! Supe de vos en conversaciones posteriores con Otoniel y Argelia y fue en ese momento en que sentí que debía descalzarme -como el Moisés bíblico- porque pisaba territorios sagrados. Ahora te veo en esta foto en Guazapa y recuerdo que Argelia me contó sobre tu poesía, la misma que llevabas en tu mochila el día que caíste.
Te escribo estas palabras como un ciego palpa un rostro desconocido y creeme, tengo temor, ante tu ejemplo, de que me sigan llamando poeta.
1 comentario:
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