He visto cada cosa... pero de lo reciente, recuerdo esa mañana blanca, tan blanca que mi recuerdo es de haber estado en medio de un salar en Bolivia. Pero era la aldea Los Nanzales, en Sabanagrande, al pie de una pequeña colina de piedra caliza y hablándoles a un grupo de hombres y mujeres. Ellos se guarecían del sol bajo el alero de una casa junto a la escuela. Yo era un reloj de sol a punto de incinerarse.
Les hablaba del país que tenemos, arenoso y amorfo. Les hablaba de un bolsillo roto -insisto- y del concepto pobreza vrs. empobrecer. No sonó la cabalgata de las Walkirias en los aires pero el rotor de un helicóptero comenzó a burbujear con estruendo. Miramos hacia arriba, y en dirección sur, como dirigiéndose al horizonte yermo, pasó Ricardo Alvarez hacia su concentración política de lanzamiento de pre-candidatura en Choluteca. Era él, no había duda pues los medios lo habían anunciado, además, la prisa del vuelo era la de un helicóptero contratado por horas.
"Ahí van 25,000 lempiras de combustible, un hombre que gana 180,000 y un helicóptero que cuesta 6 millones" -les dije a las y los campesinos. La mirada de ellos siguió al aparato con poderes de rayos x, el fuselaje se transparentó, Ricardo Alvarez flotó desnudo y se perdió en el temblor del mediodía. Luego me miraron, se miraron, asintieron, convencidos de que algo no había marchado bien durante tantos años. Algunas mujeres entraron a la cocina de la casa para proteger del sol a sus niños y todos y todas, comenzaron a escuchar con más atención, en un silencio que permitió que se escuchara el mismo instante en que el helicóptero de Ricardo aterrizaba en Choluteca y también, el indeciso arranque de las cigarras que inauguraban el verano.
F.E.
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