Mas las nieblas del olvido
no han de empañar los reflejos
del hogar que miro lejos
tras de los mares perdido!…
no han de empañar los reflejos
del hogar que miro lejos
tras de los mares perdido!…
Lola Rodríguez de Tió
Más que alas de un mismo pájaro, Puerto Rico y Cuba
comparten una historia de contrastes radicales -aparentemente en común- en toda la década de 1890. No solo se acercaba
la sombra de una guerra, sino que esa guerra que Estados Unidos emprendería
para arrebatarle a España sus más preciadas joyas le quitaría a la población de
ambas islas su dinámica de producción y auto sostenimiento. Puerto Rico era la
isla más productiva de las Antillas mayores en proporción a su área geográfica y
“la más densamente poblada y la más
establecida en sus costumbres e instituciones”[1].
Esto nos da una idea del impacto real que tuvo la invasión de
Estados Unidos en 1898 y en perspectiva, podemos darnos cuenta de la situación
actual de Puerto Rico respecto a su dependencia, casi total, en la importación
de alimentos. De igual forma, debemos recordar que el intento de independencia
del 23 de septiembre de 1868, conocido como El Grito de Lares, fracasó en gran
medida porque las armas que debían de llegar de República Dominicana no
llegaron. Los organizadores de la breve revolución, sofocada por las tropas
españolas, decidieron que las armas fueran donadas a la causa de libertad
cubana, la misma lucha que hizo que José Martí se exiliara en los Estados
Unidos. Al respecto, el escritor Antonio Quiñonez, afirma que “El Grito de Lares fracasó por la apatía de
los puertorriqueños al uso de la fuerza para adelantar causas políticas”[2],
lo que podría explicarse con la bonanza que existía en la isla, donde la “la tierra no estaba monopolizada por grandes
plantaciones -como lo estaba en Cuba-, sino
que estaba dividida principalmente en pequeñas tenencias independientes”[3].
Así, uno puede imaginarse al llamado jíbaro, muy a gusto de
sus propia producción, acomodado a una colonia española que lo mantenía lejos de
su órbita política y al que la guerra le llegó, históricamente hablando, en los
ya lejanos siglos XVII-XVIII, en la forma de piratas que asolaban la isla
intermitentemente, pero sobre todo, era a los ricos quienes afectaba, no a la
población que contribuyó con tripulaciones a esos mismos piratas ingleses,
franceses y holandeses que atacaban el fuerte del Morro y San Cristobal
poniendo en aprietos a las élites criollas. Prueba de ello, es la admiración que
causó el ahora legendario pirata puertorriqueño Roberto Cofresí [4](
nombre mestizo que se le dio a Roberto Kupferschein, de padre austríaco y madre
boricua) quien llegó a contar con el patrocinio de la corona española para que
sirviera como bucanero contra otros bucaneros. Esta realidad la supo siempre
Betances -el José Martí boricua-, quien llegó a decir: “Nosotros no queremos la separación; nosotros queremos la paz, la unión
con España; más es justo que pongamos también condiciones en el contrato”.[5]
F.E.
[1] Hill, Robert T. National
Geographic magazine, march edit., 1899. https://abeyno.wordpress.com/2018/02/10/de-como-y-por-que-los-invasores-estadounidenses-tildaron-a-la-isla-de-puerto-rico-de-mendiga-majadera-rafael-rodriguez-cruz/
[2] Calderón,
Antonio Q. Historia Política de Puerto Rico, Tomo I. The Credibility Group,
2002.
[3] Hill, Robert T.
[5] Betances,
Ramón E. Proclama de los Diez Mandamientos de los Hombres Libres.
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