ODA AL BESO
I Tengo atoradas dos palabras, al principio se atascaron, luego las sujeté bien fuerte. Al final, se acomodaron ahí, ahora viven sin encontrar la salida. ¿Recuerdas cuando comíamos besos y era suficiente? ¡Qué días los de la fuga! Los amaneceres llenos de sueños, las noches llenas de fantasías, ideales a seguir para que el juego del amor, funcione siempre. ¡Qué días los de la fuga! La utopía era nuestro idioma, la rebelión nuestra bandera, y ellos, con la lengua sedada, siempre decían espera, espera, pero no había paciencia. ¡Qué días los de la fuga! Los besos eran pimienta, el amor algo tangible, la verdad, perfecta armonía. ¡Qué días los de la fuga! Nos fuimos de casa, rompimos raíces, atrás dejamos toda su locura, toda su desidia. Al mundo normal, le cerramos la puerta. Cerramos los ojos para esconder la llave. El lixir lo arrojamos al drenaje; las galletas las dimos a las aves que se fueron del planeta. Y emprendimos la fuga, sabíamos que no había retorno, soñábamos con lo imposible, estábamos dispuestos a olvidarnos de las fronteras. ¡Qué días los de la fuga! De a poco, hemos huido de ese mundo preconcebido, de ese modelo armado, de tal forma, que no hay puertas ni ventanas, ni pequeños orificios en el muro, por donde el anhelo se nos vaya. Derruimos el todo, al muro le encajamos las garras. Poseídos por una extraña fuerza, a la que le re niegan la presencia, la que es motor y pretexto para cualquiera de nosotros, nuestro propósito es emprender la fuga, una vez más, y siempre que sea imprescindible. ¡Qué días los de la fuga! Quién diría que los besos son granadas de mano que arruinan lo preconcebido...
[MUTACIÓN] Esta mañana descubrí que muto. En la espalda me nacen dos cosas extrañas, comienzan a salir y causan en mí la urgencia de saltar desde el punto más alto de la copa de una Jacaranda. -Tengo pies que se transforman en bruma, las manos se levantan en horizonte, mis labios, se han sellado- No sé, creo que pronto desenterraré la ansiedad almacenada. Soltaré las amarras del navío. Volveré al ojo del huracán. Contemplaré el todo como antes, en medio del mar en celo, abrumador, abismal. Esta mañana, mis ojos se abrieron ante el espejo como dos planetas en colisión. Muto de a poco, me transformo. Comienzan a señalarme cuando camino ligera por la calle, floto entre rumores. Muto y de la espalda me nace polen, semillas, cúmulos gigantes. Es inevitable. Muto y mi cerebro sólo piensa en aduanas, fronteras, montañas. Muto y canto para saludar al cielo que me recibe y me habla de intensas batallas entre aquellos que se amarran al mástil del barco que se hunde y quienes prefieren nadar en medio del mar en brama. Esta mañana me di cuenta de que muto, quedé entre dudas atrapada. No me decido. Creo que cambiaré de nombre, creo que renunciaré a ser un nombre, creo que dejaré de lado cualquier nombre, creo que desplegaré las alas. Por lo pronto, me uní a una parvada. Por lo pronto, decidí que cerraré el archivo muerto y despegaré los pies de la montaña.
FRAGMENTO VII América te he dado todo, ahora no soy nada Allan Ginsberg América, mis raíces vienen de la tierra negra & a la tierra negra he devuelto la semilla blanca. Esto que soy, este montón de huesos, convertidos fueron sobre el canto del viento; se tornaron juego, palabras, suspiros; todos se cubrieron de ego: me calzaron, me vistieron, me domaron y luego me abandonaron al tiempo & me quedé con el canto escurriendo por mi mano. América, esta mancha blanca, esta sangre depredadora, esta idea tuya de la vida: me hace nudo la calma, me rompe cada mañana. Al amanecer de mi memoria lo estalla; me deja en silencio, me resguarda en medio de la pesadilla humana. América, del trigo vengo & el maíz está en mi sangre: soy mar, del río caigo. Soy espada, soy jade: soy guerra, violencia, amor impuesto, una oración nocturna ante la duda absurda. Si canto, las cañadas estallan. Si bailo, los ríos sangran: no sé tejer la tierra, no sé bailar para unir al universo, no veo el ombligo del fuego nuevo: tu lengua se me escapa. América, soy niña, flor, tierra negra; en el vacío monto sobre el terrible silencio. El paisaje es roca, las ciudades histeria, los gusanos delirio que traga viento. Soy duelo, moneda rota, semilla perdida. Soy una roca pintada por la mano de una niña; soy palabra en medio de la niebla, una cruz blanca en la guerra, una granada que cae entre tus hijos. Sigo siendo la prueba de tu derrota. En mis manos, en mis piernas, veo a las mujeres humilladas en tiempos de guerra; en mis ojos veo los del depredador furtivo: demonio blanco de oscura mirada, de cabello negro, de piel nevada, de implacable deseo. A morir vengo; exploro mis polos, descifro mis códigos, doy trazo a mi paso. Sueño con dar dirección a mi aliento en el universo; sigo contemplando la belleza de otras dimensiones donde soy la niña flor, la tierra negra, el aire volcánico, el agua marina, el fuego de estrellas. Allá, soy la voz de la niña que se hunde en las nubes para alcanzar las palabras vueltas mariposas en ruta al sur, invasoras de la miseria humana. Allá, soy hoja seca migrante de la brisa, una gaviota atrapada en la tempestad, un grano de arena cayendo desde una estrella en agonía. Me reconozco en el dolor de la tortuga sobre la arena. Destilo violencia.
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