Foto: Fabricio Estrada
V
Lo más dulce es dormir. Convertirse en Piedra. Piedra
rodante.
Tener el cielo por sábana. El resplandor de lo absoluto.
Contemplamos el mar negro, tan pronto blanco. Infinita
ceguera.
Memoria oscurecida por el trueno y el relámpago de un
acto tempestuoso.
Cuando el tiempo es más largo y generoso,
Cada número contiene una palabra, cada palabra un número.
Dices y no dices nada. Te desdices.
Lees lo antes escrito y no comprendes nada. Lo mejor es
beber.
Mirar lo resplandor de lo absoluto en una botella de Absolut.
No te calles, aun cuando guardes silencio. Declara lo que
has
visto,
el invisible rostro de todo lo visible.
Muchedumbres Soledades. El cuervo financiero. El honorable
mendigo.
La Diabla y La Condesa.
Mala fe y devoción. Una visión del infierno, sus demonios
y dominios.
En el corazón de toda historia yace el misterio de lo que no
logra decirse.
El sonido de alguien pensando en la soledad de
una habitación
oscura.
Esa verdad cercada por montañas enormes, mentira para el
mundo que vive
al otro lado.
II
(Fragmento)
Ahora estoy cansado. El peso de los años me confunde.
Caminas. Nada ha cambiado.
Siempre la misma noche que el insomnio prolonga
hasta un amanecer de lento
vuelo.
Arroja todo al fuego. Conviértelo en ceniza. Borra lo
escrito.
Entrega el vano empeño de tus obras a
las manos ávaras del olvido.
Sólo así alcanzarás la perfección, su falso resplandor, su
límite.
Sólo así lograrás obtener con honor el claro misterio de la
imperfección.
El agua herida sobre las piedras del día. Palabra tas
palabra.
Alza la memoria su pirámide.
La silenciosa esfinge.
Las puertas del jardín cerradas para siempre.
En los ojos del anciano se refleja una ciudad en ruinas.
Apocalipsis, Apocalipsis. Babelia.
Alejandría.
Isla de Patmos. Ítaca. San Juan de los milagros. Miseria
y esplendor.
Usura contra usura.
Río de un lenguaje ajeno a toda corrupción. Palabra encerrada
en la
semilla de su origen.
Libro oscuro de palabras muertas. Del pájaro de fuego solo
ha quedado
el nido,
la
rama estremecida: el vuelo de su ausencia.
Cenizas. Esplendor.
Luminosa presencia donde el tiempo oficia su misterio.
Las aguas
del significado de una mañana ciega,
un río sin origen. El sol. La sal ardiente de todos los
sabores.
La esencia
de las cosas.
Lo simple y lo complejo. La llave y el candado conspirando
en silencio.
En las cenizas del ayer duerme el presente, incierto, fugitivo,
como el sueño al
insomne. Agua en la red.
La poderosa ceniza del presente disueltas en el pasado. Las
ruinas de la historia.
Un rumor más entre los vastos rumores del mundo. Río
que desvanece
la distancia y la memoria inventa.
Una palabra nueva en el horizonte del lenguaje.
La estrella que nos guía en la calle desierta.
Crece el tiempo vacío de la noche y el sueño no llega. La
flecha
de tiempo lanzada al azar.
¿Dónde encontrar los signos? ¿Las palabras perdidas?
Lo que ayer tenía contenido y sentido es ahora una tumba
Vacía.
Piedra
indiferente a la vara del profeta.
Un sabor absurdo deja en la boca el misterio, la fibra que
muestra la
pureza del color.
Desde lejos te dicen que regreses al lugar que ya no existe.
Materia
deleznable, ya no corriente clara.
Putrefacción, flores malignas del plástico asesino.
La ceiba madre fue talada. En su lugar se alza un adefesio
de piedra y argamasa.
¡Oh!
Desterrado príncipe del polvo.
Rey de mendigos. ¿En qué lugar del mundo no has dejado
tus piojos
pensativos?
Desde entonces, otra clase de murciélagos habita tu
vetusto campanario.
Solitario entre viejos enigmas, no te cansas de buscar la
inescrutable sustancia del lenguaje
cuyo eco se
escucha en otro mundo
el mundo donde se reconcilian la palabra y el fuego. Quemar
un libro
es un arte de magia.
Un
homenaje a la humildad de la ceniza:
la más indiferente de todas las materias.
Ayer, hoy y mañana. Anochecer y amanecer. Nacimiento y
Muerte.
Sueños y sombras.
La eternidad dura el instante que llamamos presente.
Ese segundo de
asombro en que perdemos toda noción del
tiempo.
El día en una frase corta.
Te creíste inventor de la palabra que redimiría el mundo.
Sólo fue un sueño,
Porque solo en los sueños se mira esa palabra,
escrita en una
página, blanca como el abismo.
La realidad ha terminado por superar la pesadilla.
Después de tanto golpe.
Uno ya no vuelve a ser el mismo.
Del suave doloroso fuego de la inteligencia sólo quedan
rescoldos.
Tras la ventana veo a la joven dama del infierno, rodeada de
enfermos miserables,
exiliados monarcas escapados de un asilo.
Los sueños son animales de un mar profundo que mueren
fuera del agua.
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