Foto: Diario El Heraldo.
Todo país o nación necesita un centro de donde emane o gravite el
ordenamiento político, territorial, espiritual, identitario. La población
tiende, de manera natural, a ubicar en él su centro geofísico como en cada
ciudad la orientación ciudadana se da en perspectiva de su centro histórico o
su centro de gobierno.
Siguiendo el hilo de los estudios del alemán Otto Friedrich
Bollnow y sus relaciones espaciales cito lo siguiente, de su ensayo El hombre y su casa:
"La cuestión sobre el punto central de las coordenadas se ha
de determinar, por eso, a base de la sociedad y no sólo del hombre. Se repite
así, en plano superior, lo que hemos desarrollado hasta ahora sobre el
individuo aislado. Hasta las casas de una población se ordenan alrededor de un
punto central… El hombre no puede vivir únicamente en el mundo exterior con sus
puntos de orientación, regiones, calles y caminos. Perdería su apoyo si no
tuviera un sólido punto de referencia hacia el cual estén dirigidos todos sus
caminos, punto del cual salen éstos y al cual regresan. El hombre precisa tal
centro por el cual se arraiga en el espacio y al cual van referidas todas sus
relaciones espaciales. ”
De todos es conocido que los grandes imperios antiguos reglaron su
mundo auto afirmándose como "el centro del mundo". Los chinos, los
persas, los romanos, los aztecas, los incas, los mayas todos identificaron su
propio ombligo como el punto desde donde el poder político dictaba leyes y
costumbres (ningún otro símbolo mayor que las grandes plazas mayores, estadios
o coliseos: enormes ombligos), pero de igual forma, los países actuales tienen
su corazón definido, su centro de pulsión geofísica que le da equilibrio a todo
su territorio.
En Honduras, este centro desde donde se alcanza a proyectar o ser
punto de fuga territorial y, por ende, punto de partida de nuestra interpretación
política, se puede identificar en la posición geofísica de la ciudad de
Siguatepeque, no sólo centro de Honduras sino también de todo el continente
americano. Sin embargo, fue hacia el valle de Comayagua, un poco más al sur,
donde se desplazó este punto geofísico para convertirse en geopolítico: Palmerola.
El centro de nuestra ubicación espacial viene a resultar entonces la imposición
de la base estadounidense más grande de Latinoamérica, el lugar desde donde
toda América queda más cercana. Centro de dominio e intervención. Centro para
ubicar –ya sea en el mapa o en la realidad- a todo habitante que pasa en
automóvil de norte a sur Honduras, centro inevitable en el paisaje a aún
pasemos a la mayor velocidad posible. Todo converge en Palmerola.
Adonde vayamos, Palmerola extiende su presencia en disposición
radial y nos dará su mensaje y normativa
esencial: el centro de todo lo que suceda en Honduras está aquí, así como
cuando se forma el vórtice de un remolino, así como cuando no se ha invitado a
la fiesta humilde al poderoso del pueblo y el poderoso ve con ojos inquietantes
a la muchacha recién crecida.
El Anahuac pre-colombino, el Palacio del Emperador del Cielo, el
Hellas griego, los Campos Elíseos franceses con una enorme yunta invisible en
lugar de arco de triunfo –quizá de arco de la derrota- y sin embargo, con su
misma presencia y voluntad imperial.
Todo centro tiene un peso enorme. ¿Qué pesa más en la ingrávida
Honduras? El centro de apoyo de esta clase política que hace y deshace, que se
va y regresa siempre al mismo punto de partida es sin duda alguna Palmerola.
2 comentarios:
Me parece que el Estadio Nacional Tiburcio Carías Andino sería el candidato de Juan Pueblo...este que es tan sencillo, simbólico, y punto del accionar despótico del poco respeto que se le tiene a todo lo que el deporte representa, a varios niveles.
¡Y claro que Carías lo hizo en ese orden de cosas que hablamos! Instauró su centro para contener un pueblo nómada, arriero, y lo hizo elevando el deporte a categoría de dominio, como los Flavios.
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