Foto: Fabricio Estrada, Serie "Celebra H"
“Colocándose bajo el signo de la seguridad, el Estado moderno sale del dominio de la política para entrar en una tierra de nadie (no man’s land) cuya geografía y fronteras son difíciles de ver y para los que carecemos de la conceptualidad. Este Estado, cuyo nombre hace referencia etimológicamente a una falta de preocupación (securus: sine cura), por el contrario, no puede más que hacernos más conscientes de los peligros que representa para la democracia, ya que la vida política en él se hizo imposible; ahora bien, democracia y vida política son -al menos en nuestra tradición – sinónimos.
Ante tal estado, tenemos que repensar las estrategias tradicionales de conflicto político. En el paradigma de la seguridad, cualquier conflicto o intento más o menos violento de derrocar el poder facilitan al Estado la posibilidad de gestionar (gouverner) los efectos en beneficio de sus propios intereses. Esto es lo que muestra la dialéctica que asocia estrechamente el terrorismo y la respuesta del Estado en un círculo vicioso.
"La tradición política de la modernidad pensó los cambios políticos radicales en la forma de una revolución que actúa como poder constituyente de un nuevo orden constituido. Debemos abandonar este modelo para pensar más bien un poder puramente destituyente, que no podría ser capturado por el dispositivo de seguridad y precipitado en el círculo vicioso de la violencia. Si se desea detener la deriva del estado de seguridad no democrático, el problema de las formas y los medios de tal poder destituyente constituye la cuestión política clave que tenemos que pensar en los próximos años.”
G.A.
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