Sergio Badilla, al fondo, junto a Moisés Pascual, poeta panameño.
Sergio comenzó a hablar. En las mil lenguas yuxtapuestas del país de los matices lingüísticos. Le interesaba ir encontrando los modismos de cada país que representábamos en aquel festival de Xela, y al mismo tiempo nos iba desgranado todos los usos chilenos del bajo rasero, desde Atacama a Puerto Montt. La historia es para él un entramado casi promiscuo, lleno de roces, copulaciones y encuentros de ríos con mares; de abajo hacia arriba, llena de verbos y sintaxis insurrectas. Un delta la historia, el transrealismo, como así la denomina y amalgama dentro de sus textos. En un mundo de repeticiones constantes donde las atrocidades y lo sublime conviven, la historia es un espejo quebrado al que se le pueden sacar aleatoriamente sus reflejos para luego unirlos en un rompecabezas fenomenal. ¿Quién ha venido a decirnos que el poder determina la vitalidad de los que no tienen poder? El poder imaginar, el poder transgredir los parámetros del entendimiento, el trastocar el camino lineal y poco expresivo de los que se asumen la reglamentación del tiempo y del idioma. Después de horas y horas escuchándolo desplegó su poesía. Era una enorme sonrisa su poesía. En ella estaba su aleph personalísimo, su capacidad de hacerse dueño de los efectos alucinatorios de un lenguaje llevado a las tensiones y contradicciones máximas para sacarle sus esferas poéticas, no su hilo historiográfico, no sus picos para enciclopedias, sus tensiones y contradicciones ubérrimas y lúdicas, como suele suceder con tan poca frecuencia en el canon real y el irreal. Yo le quedé muy agradecido por haberme mostrado esos agujeros de gusano que atraviesan cuanto texto exista, una mecánica cuántica de palabras y de concepciones multidimensionales, esos dobleces en un tiempo tan poco solemne y tan necesitado de interacciones, en todos los sentidos.
El temporal de ese martes de junio
en el ateneo nos dejó con el alma de un hilo
más bien turulatos y rogando que no fuera el diluvio
aunque Luis Felipe Noé pintaba ya un arca en la calle Pueyrredón
para salvarnos del destierro.
De pronto se taparon los drenajes
y de las alcantarillas como manantial virtuoso
comenzó un hervidero de boñíga a surtir el suelo
al mismo tiempo que caían las granadas de
los hebreos en la Franja de Gaza
y sacamos pues los amuletos de la Internet
para protegernos
y vimos que todo era una farsa manejada por Bill Gates
para que le compremos más chirimbolos productos a Microsoft
y aún así continuamos asustados más con la lluvia que con el
bombardeo que destruía a diestra y siniestra
y lo único que se nos ocurrió entonces
fue encogernos de hombros y poner la tele
para estar seguros que no habría golpe de Estado
y que no faltara el vino en la bodega de Lucano.
Canto séptimo.
Las preciosas eran de lo más jocundas
no conocían la obscenidad
aunque en verdad eran pulentas del sexo
se echaban de lomo al camastro
y se prodigaban satisfacción instantánea
haciendo uso de cualquier adminículo práctico
en escasos minutos como si fueran un
disco de wurlitzer.
Eso nos causó una fascinación insólita
sobre todo entre los ancianos conocedores del trivium
que en sí eran excomulgados por masones
y revelados.
Las preciosas eran por ende joviales
en partes resueltas de aberturas
pródigas en labia y en obstinaciones
y procedían de manera diestra para lograr sus fines.
Y vino una época de sequías infinitas en la metrópoli.
El desierto comenzó a avanzar tres metros por día
mientras caían en picada los gansos y
los insectos con una sed inaguantable
que les hacía que los globos oculares se les
adentraran en sus cuencas.
El páramo estaba invadido de jip joperos
con sus ropas anchas y pantalones a medio estrago
simulando estar vaciados de esfínter
así merodeaban los pantanos con sus M16 y AK-103
a cambio de rescates por rehenes y rapiña.
Ahora todos caminábamos con los glutos tiesos.
El agua tenía una estimación divina.
A veces en la noche se paseaban los carros
a todo dar entre los montículos de arena
con sus motores afiebrados.
El emporio cerraba sus celosías y mamparas
para evitar la ira de los washos.
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A quién se le podía creer en esta hora de descréditos
nuestros bonos en la bolsa se habían ido al carajo
porque los funcionarios que nos suplían
no sabían leer.
Eramos felices sin tener tarjetas de plástico.
El nuevo César iba a retirar las tropas de Babilonia
sin embargo las aumentaba entre los afganos
cuando los hebreos invadían Filistina
ya que los sarracenos insistían en su guerra santa.
Los valores de los aceites bajaban y subían como la fiebre
en un enfermo de malaria
ya no quedaban sestercios para encender las lámparas del
Domus Aúrea y por eso pedíamos otra guerra.
Petronio dijo haber oído que un bisnieto de Escipión
el africano
atravesaría el mar ignoto
con los dioses del panteón a través del Potomac
hasta llegar a Washington.
"Será difícil ocupar la oficina oval de los arios
a este hombre con cara de aceituna" comentó soltando el
trapo de la Chechy.
La corrupción cundía como la peste bubónica en 1347
y los burócratas falsificaban sus curriculum para aparecer
más dignos y lacayos.
La discusión se tornó bizantina durante la sobremesa
casi al borde de instituir la torre de Babel bajo la cúpula
del seminario.
Habíamos comido ciervo a la gandula con salsa de
espinacas
y miel de ulmo.
El Archipoeta blandió sus argumentos a favor del Dante
y su celeste farsa
y no hubo acuerdo posible con Virginia que se la jugó
a brazo partido por Byron.
Ya sabíamos que Lucano habría preferido los tangos de
Homero Manzi si estuviera vivo.
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Levaban túnicas con capuchas de remisos
dispuestas sobre los ojos
al modo de las que llevan los ermitaños
con sus cabezas rapadas de skin heads.
Uno de ellos se acercó al Arcipestre y le dijo sin
mirar su rostro: "Sé lo que buscas forastero
en la lejanía del mar existe un país humillado
que ha perdido su nombre en la apatía...
Si yo fuera un espejo
no distinguirías en mí su perfil tanto
así yo veo su inanimado espectro...
podréis encontrar aún sus ruinas que se hallan
tras una serranía."
Después con su estúpido sollozo hirió los oídos del
Arcipestre-
Nadie puede cerrarme el paso que el desierto
ha despejado para los que nacimos en su tierra.
Vete de aquí con los otros perros -regañó el monje-
este suelo tiene ahora otros sueños y señores.
¿Quién se atreve a impedirme entrar a la morada de mis
padres?
gritó el Arcipestre simulando la marcha de los victoriosos
y no el renguear de los vencidos.
Una arena yerma y espesa esclavizaban los pies del retorno.
Oscilaciones del navío que encalla.
A Juan Gelman
Los mundos reflexivos se silencian a la sombra de una benévola
ruina
crece la devastación del cuerpo
como un barco que encalla en la bajamar.
(No existe otro epílogo posible).
La naturaleza en concordia con la sustancia
es quebrantable y limpia
de ningún modo se vuelve a la torpeza (al desecho)
y es la oscilación del organismo que acentúa la mudanza.
Así la materia
no obstante sus variaciones
prosigue siendo totalidad que sorprende.
El tiempo no consta de plazos sino de casualidades.
Aquello que ha ocurrido antes de ayer es lo permanente
acogido en la decoloración de una foto
o en una flor marchita
en el guijarro que queda en la memoria aún sin llegar al suelo
o en la caricia pendiente que no acogió tu cuerpo.
El navío se vara en cualquier escollo de la marea baja
el cabrestante se paraliza porque la maroma cede
y ya no hay más ímpetu para reanudar la marcha.
El velero tiene carcomido sus mástiles solemnes
ya no sirve la brújula ni el sextante
y las estrellas/ para engañar la exactitud del astrolabio /
se mantienen quietas en su espacio.
Los universos ciegos se desvían en la bruma
y transitan a la muerte
como una nave que se hunde en el reflujo
de un mar imaginario
y zozobra en la devastación de la propia mente.
Se aniquila todo/ Todo se aniquila.
A Adrian Santini
Se aniquila todo, todo se destroza
los perros ladran afuera en un ceremonial de espanto
el cerebro me arrincona contra una muralla
y una mandíbula me mastica con sus dientes
como si fuera una cucaracha.
Mi cuerpo por cualquier lado es una pared de adobes
que se derrumba
una ciudad sucia, sucia su gente y su cultura sucia
estuve con ella y su vientre retuvo mi semilla indecorosa
y la observé descansar en calma antes
del ofensivo desprecio de dormirse.
Sale humo de la chimenea que diviso a través de la ventana.
Tropiezan mis ojos una y otra vez con la claridad del día.
Me veo en una esquina de Santiago trastornado
entre una turba de rufianes cuando mengua el sol de la tarde
entonces divisé a mis hermanos en busca de la muerte.
El arrabal abre sus puertas mientras te envuelves
al entrar y salir por esos callejones
y me dices que aún soy el más bello entre los ángeles
que has amado.
Pienso así que en toda hembra apaciguada florece un fruto
toda hembra inmóvil es proclive -porque no decirlo- al fruto
mientras ocultas bajo el plumón de la cama
la escasa prominencia de tu vientre encinta
un gusano de seda que hila la hebra en su capullo
como un espejismo que se ofrenda ante los ojos encendidos
de un desesperado.
Se aniquila todo, todo se destroza
los mastines aúllan afuera en la ciudad que duerme.
En la lucidez que me intimida frente a un muro ruginoso
y unas fauces me trituran con colmillos fantasmales.
Estudió periodismo en la Universidad de Chile de Valparaíso, entre los años 1968 y 1972 y posteriormente Antropología Social en la Universidad de Estocolmo. En sus años de estudiante universitario, trabó contacto, tempranamente, con los poetas más relevantes de su ciudad natal, tales como: Juan Luis Martínez; Juan Cameron y con los principales grupos poéticos chilenos de la década de los sesenta. Como consecuencia del Golpe Militar de 1973, Badilla tuvo que abandonar Chile, iniciando un largo periplo en su destierro que los llevaría a Argentina, Rumania y Suecia por casi dos décadas.
La primera parte de su exilio la vivió en Argentina, país que por correspondencia materna le resultó familiar, ya que desde niño había tenido repetidas estancias en Buenos Aires, en casa de su abuela, Domitila. Allí mantiene una cercana amistad con el pintor Luis Felipe Noé, y se relaciona con los escritores Miguel Briante y Antonio Skármeta. Debido al clima de desasosiego político que surge después de la muerte del presidente, Juan Domingo Perón, Badilla Castillo debe abandonar Argentina y se radicó en abril de 1975, en Bucarest, Rumanía hasta mediados de 1976. En ese período se relacionará con otros poetas expatriados chilenos: Alfonso Alcalde, Tito Valenzuela, Omar Lara y con el poeta rumano Marin Sorescu. Como consecuencia de las relaciones políticas imperantes, debe, una vez más, abandonar este país, del este europeo y se trasladó a Estocolmo, Suecia.
Durante su permanencia en Escandinavia desarrolló un contacto muy próximo y afín con los escritores suecos, Sun Axelsson, Östen Sjöstrand y Willy Granqvist, al mismo tiempo que formó parte del Grupo Taller de Estocolmo, y del Pelican International Group of Arts y fundó las revistas Polo Norte y Pasión. En octubre de 1989 organiza en Suecia, el primer Festival Latinoamericano de Poesía: La reconstrucción del tiempo, que se desarrolló en la Universidad de Estocolmo y en el Moderna Museet (Museo de Arte Moderno). Fue periodista de cultura de Radio Suecia Internacional y del programa Panorama de Radio, durante 13 años, entre 1980 y 1993.
A finales de marzo de 2008 participó en el IV Festival Internacional de Esmirna, Turquía, dedicado a Latinoamérica, junto a los poetas Pablo Armando Fernández de Cuba, Diana Bellessi de Argentina, María Baranda de México, y Rei Berroa de República Dominicana.
En agosto de 2008 realizó un célebre recital en la Isla de Pascua y en noviembre del mismo año, efectuó dos lecturas en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.
En abril del 2009 es invitado a realizar lecturas de su obra poética, en la Biblioteca del Congreso de Washington y en la Universidad George Mason. de Virginia, Estados Unidos.
En Julio de 2010 participa en el festival de poesía: Voix Vives su Méditerranée, donde presenta su nuevo libro: Ville Asiégée, editado por ediciones Al Manor.
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