domingo, 1 de mayo de 2011

LO QUE EL INTERNET SE LLEVO Juan Carlos Zelaya


Todo le podría perdonar al internet; menos que haya intentado derrotar la nostalgia. Con este invento la humanidad ya no es la misma, el Internet se llevó sin permiso previo la dulzura de las radionovelas, los programas de Pancho Madrigal que junto a mi Mamá, Mina Turcios escuchaba en un radito Sony a las meras cuatro de la mañana en la Normal de Varones justo cuando ella acomodaba la ropa de los muchachos para aplancharla, las delicias junto a la taza de café Oro en las tardes de mi ciudad natal junto a mis vecinos del Barrio de Los Caleros que -miedo incluido- disfrutábamos “Los Cuentos y Leyendas de Honduras”, luego esos personajes eran transportados como por arte de magia a nuestros infantiles sueños y dormíamos abrazados a la cama materna, no dijo nada y se llevó con sigilo el telégrafo que todavía alcancé a recibir un feliz cumpleaños con la aritmética exacta de cinco letras de un amor pequeño en el pueblo donde laboré como Juez de Paz, ya no evoco con picardía las telenovelas de las diez de la noche, en “el canal que transmite las mejores telenovelas de América”, pues a mi amada “Doña Bella” del cálido Brasil, la puedo ver en mi pecé a cualquier hora, ya no tengo que bajarle el volumen al televisor blanco y negro de mi hermana, para disfrutar las voluptuosidades de este mi primer amor televisado, la máquina de escribir que me regaló recién graduado la mamá de mi mujer fue depositada –con manos de notario-en el rincón de la casa y ahora escribo estas letras en Word actualizado cada cierto tiempo con la suscripción del internet, pero lo más doloroso es que me haya robado la palabra perfecta: “Arroba”, que ya no define esa medida de capacidad evocada siempre con alegría por mi Tío Fato para describir las bondades de su milpa, recién supe la amenaza que se cierne sobre el libro tangible que según los pronósticos será definitivamente desplazado por el libro virtual.


Ya no aspiro a conocer en un futuro viaje la casa de algún poeta caído pues en una página electrónica me ofrecen invadir palmo a palmo la privacidad de su estancia, créame; ya no hay sitio que no sienta su presencia, pues hasta la soberanía que los militares decían defender con su vida ya no es necesario tanto sacrificio de nuestros “abnegados” soldados pues a nivel de un click podemos entrar sin permiso igual que a un lejano país de oriente (que ya no es tan lejano) como al poderoso “amigo” del norte.

En fin; hasta la música que evocaba nuestros antiguos amores ( “Procuro olvidarte/ siguiendo la ruta de un pájaro herido”) y que juramos solo escucharla con ese amor de manera exclusiva, hoy la podemos disfrutar tantas veces queramos en nuestra laptop de moda, asi es la vida, no tenemos derecho a redundar en nuestra nostalgia. Ya no sigo pues ahora escribiré en mi féisbuc.

Juan Carlos Zelaya .- Comayagua

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué belleza Juan Carlos, de verdad la nostalgia me invadió. Ligia