Existe una perversa costumbre en el criterio conservador de Honduras: la de ensalzar hasta la santidad a sus creadores cuando el tiempo ha pasado y las relaciones se distienden, atomizadas por la falta de archivos y memoria colectiva. Pero una vez que la obra y el autor encuentran su complemento exacto con la época que visionaron, inicia un absoluto silencio y hacerse los pendejos.
José Adán Castelar -nuestro querido adancito- publicó Entretanto en 1979, un 18 de marzo, en la Editorial de la UNAH, la misma que hoy dirige el ruin Segisfredo Infante, y al decidir por su portada decidió que fuera la bandera que flameaba en su dignidad. No tuvo ningún temor. No midió lo políticamente correcto que hoy es medida de muchos. Eran los días en que la Revolución Sandinista estaba a punto de triunfar y José Adán Castelar lo estaba anunciando, y a la vez, creaba unos puntos suspensivos calientes para Honduras.
Hoy, después de ser Premio Nacional de Literatura, para ningún golpista o asalariado cultural de ellos es conveniente sacar pecho con él. El manoseo de su nombre terminó, dichosamente. Hoy, José Adán Castelar marcha con el pueblo hondureño en Resistencia, tan fiel y valiente como siempre lo ha sido. El mejor homenaje que podemos darle es leerlo de nuevo, concienzudamente, con toda la rebeldía que nos queda por reserva o con toda la rebeldía que todavía desconoce quiénes son sus tatas.
F.E.
No hay comentarios:
Publicar un comentario