Tengo la vista con más alta definición del lugar. Casi puedo atravesar el simulacro. Casi podría señalar las grietas de lo invisible y bajar por ellas hasta encontrar la raíz tierna y jugosa y masticar, masticarla ceremoniosamente.
Todos,
y no he tenido la rapidez de elevar el pañuelo y decirles adiós.
Cada dos días hay menos pájaros en quién confiar. Han pasado semanas, así que sólo me queda leer sus vísceras, como buen augur, interpreto la forma de sus riñones y de sus detritos. Mascullo oraciones incomprensibles para un espíritu del siglo XXI. En ellas, existen nada más lo mejores dioses, los más escépticos y enviciados con el video. Ellos se apiadan de mí y comparten sus archivos.
Nos quedamos viendo a David Lynch, toda la noche.
F.E.
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