Más que leer estos textos, siento el crepitante y minúsculo trazo de la pluma sobre las rugosidades del papel, como si Sabrina me permitiera acercarme lo más posible a las estructuras que sostienen la palabra poética, el sustrato donde nace la forma y las filigranas de la contemplación. Con una sensibilidad atenta a cada siseo, Sabrina puede distinguir -a través de la poesía- cuándo el viento atraviesa un ramaje y cuándo lo hace a través de los campos cultivados de cebada. En una mirada inversa al horizonte huidobriano -los caballos agrandándose cuando se alejan-, estos poemas crean una escala donde los hechos cotidianos que buscan alejarse en el silencio se agrandan y adquieren presencia totémica. Con todas las sensaciones de la poesía oriental, Sabrina nos brinda un recorrido museográfico a las levedades muchas veces impalpables de una rotunda piedra cubierta de musgo: la poesía.
De su poemario "Charco Hondo":
SECO EL VIENTO,
sopla, leve, a través de los ladrillos.
El trigo tiembla impaciente en las orillas
de la desembocadura de un río.
Escucho el discurrir de los cangrejos de agua
dulce
en los canales
que inundan la cebada de los cultivos.
HACE TIEMPO HE MIRADO LA SOGA,
cómo sus vellos
raspan la espesura de la piel.
He mirado mi rostro
en las aguas que moran lo terso y profundo
del pozo
y vuelvo a preguntar
sobre aquella oscuridad que desciende por el
túnel rocoso.
Un ruido desolado
retumba suave
y desciende escaso en el albor.
TUS DEDOS MANSOS
como un gamo que se acerca
y bebe en las orillas.
Uno de sus cuernos
perturba, leve,
la corriente.
AYER ENCONTRÉ UN NOMBRE EN LA ESPUMA;
el estruendo del agua era tan duro como tu
memoria.
Niño antiguo del desierto:
la corriente clama años de ausencia.
Gotas violentas caen
sobre los caracoles negros de tu pelo.
Entre el río y mi centro
hay leguas de piel vieja y cicatrices
sobran grasas y cenizas
en mi vientre
para un sorbo de agua del olvido.
TIEMBLAN LAS LUCES AMARILLAS
en el terror de extraviar el horizonte
constante del mar.
Estudio los efectos ópticos de la distancia
de cómo se ofuscan las cosas más sencillas
y pequeñas.
Cuando lo que juras tuyo se ha escurrido en la
niebla,
el salitre carcome túneles huecos bajo la
tierra
y el oleaje invade las columnas de caliza.
La quietud devora hasta el silencio.
COMO CUANDO SE DESHILA UN SACO
y se esparcen todos los granos en el suelo.
Así brota tu belleza.
LA POBREZA Y EL EXTRAVÍO
la bota violenta,
el lodo en la piel
cohabitan
con el querer escuchar
cada día lo mucho
que te gusta el olor
de la plancha sobre la tela.
Pesa la carencia
al lado de tus abrazos en vuelo.
CAMINAR EL DOLOR
como los pájaros
moran en las cavernas
y vuelan con los insectos
al caer la noche.
HAY UN FOSO ESTRECHO
lleno de agua
hasta el centro del planeta.
Hay paredes altas,
horas impenetrables.
Hay sordera triste en el barro seco.
Tanta sed entre las piedras.
Tanto ruido en los huecos polvorientos.
Tanta ruina dejó el terremoto azul.
Es poca la distancia entre el tiempo
y contemplar la noche clara.
Es larga la espera
para devorar estrellas caídas.
EL TECHO Y YO OTRA VEZ.
El calor sopla mustio en Río Piedras.
Los toldos que cubren los camiones han sido
revolcados
por el viento.
Quedan pocos árboles de pie.
Añoro tu garganta.
Tu silencio de barrunto
en el mar.
Aunque aprendiste desde niño a encontrar hábil
el olvido,
al menos recuerda,
cuando hagas filas largas bajo el sol,
mis manos sobre tu rostro
como el musgo que crece
sobre la piedra fría.
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