jueves, 14 de junio de 2012

Deriva continental o la incierta ruta


La incierta ruta
          
                    “Esta es la era del cambio y el riesgo… la gran deriva ha comenzado” (Henry Miller)

No es el tiempo el que importa. Importa aquello que hace al tiempo, que lo transforma o lo fija en su infinita deriva. Los miles de puntos particulares que somos, tal vez, intentando fijar las masas continentales que definen nuestro hartazgo o nuestra hambre, alejados de cualquier indicio de nacionalidad o de exótica interpretación.

El deseo de anclar la deriva de la humanidad, entonces, tiempo muerto y fraccionado que hace fuerza centrífuga y tensiona hasta romper las coyunturas de lo que fue esencial, de lo que fue asombro existencial y que ahora, hace surgir el tiempo nuevo que es arrastre, vórtice en la ilusoria consideración de los filántropos globales con sus cenas benéficas y sus miles de mondadientes desperdigados en todas direcciones, como semillas del hambre.

El trabajo donde perdemos toda nuestra energía y el empleo que nos esclaviza en una de sus dicotomías más perturbadoras; la articulación de lo inútil en una sola herramienta que se abandona  a la pleamar de un océano sin vida.

Estas son las primeras impresiones que recibí al entrar al espacio de la Alianza Francesa de Tegucigalpa, donde Léster Rodríguez dispuso su más reciente obra instalativa, Deriva continental, una de las incisivas muestras que, con gran empuje y oficio asumido, se han dado a conocer en nuestro circuito artístico-visual. Una vez que me permití la fascinación inicial, dejé que mi sentido espacial tomara las riendas de la lectura y así captar la correcta dimensión de la propuesta, sin atavismos, solo dejándome llevar por el ritmo visual ya impuesto por Léster.

"Si los mitos tienen un sentido, éste no puede depender de los elementos aislados que entran en su composición, sino de la manera en que estos elementos se encuentran combinados." Continúo mi apreciación desde Levy Strauss por una simpleza que asumo con un dejo de cansancio: la actual tragedia humana reside en su dispersión mediática y en la consecuente insignificancia que se le da a la calamidad de millones de seres, todo esto a través de los segmentados y risueños resúmenes noticiosos. La realidad se ha convertido en una rueda de la fortuna donde una bella presentadora le da vueltas y vueltas para extraer “lo que interesa”, “lo que puede convertirse en masivo”. El azar, precisamente, es lo que define la importancia o no de nuestras tragedias.

Resulta paradójico, por igual, que una vez que el gran ojo mediático ubica su atención en un acontecimiento, la realidad misma es sobre-expuesta hasta el exceso, y bien lo acotaba Camus: “todo exceso produce insensibilidad” (en este caso, la sospecha de que algo realmente ocurre), de la misma manera en que los miles de mondadientes terminan siendo –ante la portentosa obsesión artística de Léster- apenas un efecto para llenar la forma.

La mediación del dolor, de la necesidad con todas sus aspiraciones (trabajo, recompensa, salario) es un simple destello en el zapping del aburrimiento enajenado. Podrían transcurrir siglos antes que la maquinaria se estropeara y nos permitiera advertir el gran lago de sal que nuestra fragilidad ha moldeado y concentrado, limpiamente, como lo pudiera hacer un avión de papel que describe círculos concéntricos y que termina multiplicado en miles por causa de la reiteración, de la redundancia, de la incierta ruta de los débiles, que en sí misma, es la auténtica e implacable fuerza de los excluidos.

Esta movilidad –el piso que ya se está desplazando bajo los pies de la ciega globalización- imperceptible desde la Mass Media, es la que Léster Rodríguez intenta fijar conceptualmente. En manejo de espacio y síntesis, en la sensación de estar ante un aspaviento mágico (el prodigio dentro del mito)y, por supuesto, en la contundente atracción estética, puedo asegurar que Deriva continental ha logrado desplazarnos de la idea de la modernidad hasta el punto de retorno donde el tiempo retoma las fuerzas del mito y el mito vuelve a fraguar lo humano.

 Fabricio Estrada
14 de junio del 2012

1 comentario:

RaYuELa dijo...

De la manera más simple, lo más complejo: impresionante.