Todo libro me da un privilegio, pero no todos me hacen sentir un alumno en una especialidad de altísimo nivel. Esta biografía de Charles Nicholl es realmente una obra maestra sobre Leonardo da Vinci. Voy leyéndola como se lo merece: anotando, cotejando información, reflexionando, produciendo ideas o vías de interpretación para mi precaria realidad. Esto me ha conducido a cargar el libro como si llevara en mi bolso la piedra fundacional de algo que aún no veo con claridad pero que en definitiva se construirá.
Nadie que lea "Leonardo, el vuelo de la mente" podría quedar indiferente o inactivo. Hace un mes, por ejemplo, volaba hacia Costa Rica justo en el asiento que daba al ala derecha del avión y, al ver el majestuoso y simple diseño, no pude más que pensar en lo que Leonardo merecería ver en lugar mio.
Me resulta de particular interés observar que los diseños para construcciones en tierra eran solucionados por Leonardo con mayor estilización que aquellos diseños para conquistar el vuelo. En éstos, Leonardo sobrecargaba su ingenio obligado por la ausencia de materiales livianos (nuevas aliaciones metálicas) y claro, obligado por los que algunos críticos consideraron "falta de concentración de su espíritu". Porque Leonardo era impresionante en su vastedad de intereses y, en muchas de sus investigaciones, creo que supo que no podía llegar a más y terminó concentrándose en definir (si se es capaz de ello) la intuición para que alguien pudiera retomarla.
Este es el caso de su intento por vender la idea de un puente a Bayaceto II, Sultán de Estambul en 1503, algo que no llegó a realizar. Sin embargo, en 1952 fue descubierta una carta en el Museo Topkapi de Estambul, en la que Leonardo intentaba venderle la idea al Sultán. "Ha llegado a oídos de vuestro humilde servidor que tenéis la intención de levantar un puente desde Estambul hasta Gálata, pero que no lo habéis podido realizar hasta ahora porque no habéis encontrado a un hombre capaz de hacerlo. Yo, vuestro servidor, sé cómo realizarlo..."
El artista noruego Vebjorn Sand, enterado y obviamente fascinado por aquel proyecto en el limbo de la genialidad davinciana, decidió proponerle a la Administración de Carreteras de Noruega la realización del puente, no solo con entusiasmo sino que también con un detallado estudio de ingeniería y de arquitectura. El producto es lo que se muestra en estas fotografías. El Arco de Akershus -como es llamado- demuestra todo lo que hubiera sido capaz de concretar Leonardo de no haber vivido los condicionamientos políticos de su época, y sobretodo, el escepticismo con que se topó cuando los reyes, duques, sultanes o marqueses se preguntaban el cómo un delicado artista podía llevar a cabo obras concretas de uso práctico.
Vebjorn Sand ha impartido con ello justicia histórica y además, nos ha dado una gran lección humana llena de profundos significados artísticos.
Mientras tanto, no quiero terminar el libro... me encantaría que fuera el Libro de Arena de Borges.
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