viernes, 8 de junio de 2012

De tus manos por el último círculo



1

No puedo resistir el peso de tu mano, Esteban. Dos veces has pesado como un dios y la calle se ha rajado lanzando hacia todas direcciones, y a partir de vos, un árbol de negros ramajes.

¿Quién era ese demonio que de pronto frena su bicicleta frente a nosotros? Los policías vienen detrás, preguntan y éste les señala a dos muchachos en la acera entre la Iglesia San Francisco y el Museo del Hombre.  Los muchachos revisan unas bolsas blancas, los policías bajan de sus motos, corren agachados ocultándose en los autos aparcados. El hombre que ha señalado a los muchachos ríe viéndome la cara y así, a la misma velocidad con que llegó, huye.

Cruzo la calle para protegerte en la esquina, Esteban. Vos no sabés qué sucede. Te oculto en un ángulo donde solo el cielo se ve, donde tus ojos vean las aves. Soy tu Virgilio, hijito, y estoy a punto de contemplar una descomunal patada en la cara, y golpes de pistola en la cabeza, sangre.

Una señora comienza a llorar y a gritar. Se escucha un disparo. Todos nos agachamos. La mujer grita que son sus hijos, nos ve a todos, gritando que son sus hijos. Los policías siguen golpeando con maneras asesinas, pero la gente se arremolina y grita que se detengan. La señora llora, golpeando con sus puños la espalda de los policías. Les pregunta por qué hacen eso con sus hijos y vos, Esteban me preguntás, con la voz apagada, el por qué los policías golpearon a los muchachos. Uno de ellos sangra por la boca y se retuerce del dolor. La gente ya es mucha y comienza a gritarles a la policía. Estos se van, sin dar explicaciones. Pero yo tengo en la cabeza la cara del que los inculpó riéndose...

2

Tu mano me pesa como la de un dios, Esteban. "Vamos donde el poeta Codrington", te digo, y pienso inmediatamente que debo agarrar valor para entrar a su oficina en el Cuartel San Francisco. Sí, donde el poeta Codrington que trabaja en los archivos militares. Llevo para él un ejemplar de la antología "Honduras, Poesía Negra", edición póstuma de Roberto Sosa. Me muerdo la lengua para solicitarle al milico atravesar el portón enrejado. En el patio están las piezas del museo, como viejos huesos de guerra: ametralladoras Browning, cañones anti-tanques... Codrington no disimula su sorpresa ante la visita. Con voz cansada me pregunta: "¿en qué puedo servirle?", "En nada -le respondo- al contrario, le traigo este ejemplar donde usted está incluido."

Esteban se pasea entre las ametralladoras muertas. Lo veo dando vueltas en el patio central del viejo cuartel ahora museo sin visitas. Sobre el escritorio de Codrington hay una máquina de escribir destartalada, una bolsita de café Oro y unos papeles mecanografiados con muchas tachaduras. El anciano poeta negro trata de explicarse esta súbita aparición mía pero se levanta despacio y se recompone amable. "Estoy trabajando un documento sobre los gobiernos militares... es interesante dar a conocer esto... me debería ayudar a ver con qué imprenta puedo editarlo".

Escucho tus pasos en la otra sala, Esteban. Las MG-42 y los Mauser te ven desde sus cañones rencorosos. "Debo irme, poeta". El hombre, con todos sus 83 años me sonríe al fin: "Me disculpa que me sienta un poco cansado y con la cabeza dándome vueltas... hace mucha calor..." Nos estrechamos la mano y voy en busca de vos, pequeño, que te has metido en una sala y me llamás: "Papí, vení a ver qué interesante". Estás en una sala donde se abre la compuerta a un sótano. Un pequeño letrero dice: "Aquí funcionó la bodega para guardar municiones y pólvora. Pase adelante". Una vieja escalera conduce al sótano que se alumbra por una bombilla amarilla. Las paredes estás caleadas y descascaradas. Una opresión terrible me dice que te saque de ahí, hijo mio.

En el pasillo se encuentran dos cañones anti-tanques. De uno de ellos cuelga una foto de soldados del Tercer Batallón preparándose para dirigirse al frente sur-occidental, en 1969. El mismo Tercer Batallón que fue aniquilado por las tropas del General salvadoreño Medrano. Salimos al parque Valle pero sigo con la imagen del sótano y de todos sus posibles usos durante tantos años...

3

El sol es un chirrido de metal contra metal. De pronto llorás, Esteban. Me decís que en la Escuela te ha puesto triste la canción que cantaron en el acto cívico. Luego de mucho preguntarte doy con ella: Mi árbol y yo de Alberto Cortés. Pero yo sé que se ha acumulado en vos el espanto, y que buscás un pretexto para llorar.

El último círculo nos tiene preparada una escena: una humilde madre arrastra por los cabellos a una muchacha resistolera. Se la arrebata a un jovencito que la sujeta fuertemente de un brazo sin dejar de inhalar pegamento. En el forcejeo el pantalón de la muchacha baja a sus rodillas. Ella trata desesperadamente de subírselo. La madre le pega en la cabeza y grita, le pega en el rostro, en medio de la acera y de la gente que pasa frente a los almacenes de la antigua Rivera & Compañía.

Tu manita pesa doble, Esteban. "¿Qué pasa, papi? ¿Qué está pasando?"...


"Peregrinos que vais meditabundos
talvez en algo que no veis presente:
¿Venis desde una tan remota gente
que os miro, con agobios tan profundos

y sin llanto en los ojos errabundos,
ir a través de la ciudad doliente,
como si ciego, sordo, indiferente,
la viera vuestro ser desde otros mundos?"



(Soneto XL - La Divina Comedia, Canto I)



2 comentarios:

Fabricio Estrada dijo...

Lo vi, lo veo; una y otra vez se repite con dolor esta larga escena en mi cabeza, en mi memoria... (Sue Villacorta)

Compita me dejo hecho verga su relato. Estoy esperando mi primer o primera hija, aún no lo se. Pienso en el mundo en el que tendrá que crecer y me da espanto. Salga de Teguz compa, vaya y pasee de la mano de Esteban por algún camino de herradura en donde lo único que aún asusta son los fantasmas del pueblo, déjese servir una taza de café y unos guineos asados.

Un abrazo (Mauricio Santos)


SOMOS EXCECRABLEMENTE VIOLENTOS.NOSOTROS NO SOMOS UN PAIS, SOMOS UN INFIERNO. (Fabricio Herrera)


muy bueno tu envio a fian.

refleja el horror cotidiano que como padres
debemos afrontar y tratar de argumentar a
nuestros hijos, aunque con tanta crudeza
la realidad misma se encarga de sus
enseñanzas y pareciera que nuestras
posibles respuestas pudieran estar de más...

Un abrazo compa! (Diana Dulcey)

Fabricio Estrada dijo...

¡Qué cuadro estimado Fabricio, qué cuadro!!!!

Adriano Corrales



No puedo ser más gráfico, Adriano. Creo que es de vital importancia seguir transmitiendo y dando a conocer lo que a ras de suelo provocó el reconocimiento de la OEA y del Pacto San José-Tegucigalpa. La descomposición es total, es decir, los estrategas del golpe de Estado lograron trasvasar el concepto de la insurrección social hacia la descomposición social, que es muy diferente: la fuerza histórica de insurrección fue canalizada hacia esto.

Siempre mi abrazo, compa.