Pienso que a esta hora Francisco Udiel estaba vivo aún, hace un año exacto, y no dejo de sumergirme en el vasto silencio del preludio.
Quiero ver la cinta donde nos entrevistábamos divertidos en Madrid. Aquí la tengo y ahí hablamos pasmosamente vivos, dueños de una palabra verde y despreocupada. Lo que inicia con Pink Floyd termina con Pink Floyd, pareciera ser ésta la nueva fórmula de mi generación. Y bueno, hace un gran día para rememorar tu vida, Fran, bastante agradecido yo de haber vislumbrado parte de tu inquieta humanidad.
Fue un año extraño, sabés. Fue algo así como abrir de pronto el tapón de la bañera y dejar que se fueran todos los pececillos de colores. Hubieron risas, sí, pero muy adentro se congelaban como carámbanos tocando el fondo de un alma que se fue congelando despaciosamente. Así en todo lo que estaba a nuestro alcance, pero resistimos con flores y versos, no hay duda.
Qué extraña herencia la que nos dejaste, cabroncito, qué extraña herencia.
F.E.
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