Caminando por senderos complejos:
“La mirada de Adriano Corrales al
Teatro comunitario de Rafael Murillo Selva”
Por Edgar Soriano Ortiz
El teatro popular tiene raíces profundas en
las distintas sociedades, para interpretarlo es importante abrir nuestras
percepciones reinterpretativas. Durante siglos los cuerpos teatrales
deambularon en plazas y atrios, utilizados y no utilizados desde el
poder, no tuvieron la complejidad interpretativa para entender los movimientos
y contradicciones socio-culturales. Sería de esa manera que el mundo
“universal” desde el siglo XIX, bajo la hegemonía burguesa, avanzó en la nueva
colonización del capital controlando con sus grillos de alienación en la
mentalidad colectiva. Sin embargo ese siglo significó un debate que reconfiguró
el pensamiento dialéctico, la concepción de “la dialéctica del derecho” de
Hegel pasó por las manos críticas de Ludwig Feuerbach y, más acertadamente, por
la reinterpretación de Marx. En otras palabras el pensamiento dialéctico
vendría a replantear los paradigmas del liberalismo burgués, lo que no evitaría
–y con mayores argumentos- que la lógica del orden hegemónico republicano
siguiera su camino, en América Latina la vociferación del “orden y
progreso” resonó como la punta de lanza del nuevo orden hegemónico occidental.
El teatro en la lógica del capital tendrá que ser mercancía, y más aún, la
mentalidad colectiva se desenvolverá en un gran escenario teatral alienado,
como lo manifiesta el teórico francés Guy Debor, decorado por el
capital-opresor. El paso al siglo XX nos recalca el deseo y accionar
sistematizando de raciocinio burgués para vender y apropiarse del teatro
(el Barón de Meiningen, por ejemplo, afinaba con electricidad y decorado la
escena). Fue así, que en un país de barbárico capitalismo represivo, la Rusia
zarista, el espectáculo tendría la brillante aportación de la psico-técnica
ideada por Kostantin Stasnislavsky; su resultado sería el método de las
“acciones físicas”, ampliamente utilizadas y a la vez cuestionadas en adelante.
Sería el período entreguerras (1919-1939) en que nuevas reinterpretaciones
transformarían el teatro, siendo algunos discípulos de Stasnislavsky que
cuestionaban desde la revolución: Meyerhold y Vagtangov. Pero ineludiblemente,
es Bertold Brecht que propondría el “teatro dialéctico” tras el amplio debate
en los sectores artísticos e intelectuales entre la tendencia dialéctica
materialista y el fascismo. Y toda esa movilidad socio-cultural
occidental influenció a la América Latina que tendría desde la segunda
década intentos revolucionarios frente a la dura represión. Lo dialectico
brechtiano - inclusive los aportes teóricos de Rolland influyeron en la primera
mitad del siglo XX- y la realidad socio-cultural de la mayorías excluidas por
el capital colonizador serán las herramientas de un teatro popular de
personalidades teatrales, que van desde el teatro obrero-revolucionario de las
primeras décadas del mencionado siglo hasta los proyectos como el de Augusto
Boal con su teatro del oprimido y Luis Valdez con su teatro campesino-chicano.
El ensayo del escritor costarricense
Adriano Corrales “Teatro, comunidad, liberación e interculturalidad: el
proyecto teatral de Rafael Murillo Selva-Rendón” nos abre una puerta necesaria
para reinterpretar nuestra realidad teatral, entendiendo el gran escenario
socio-cultural, como lo plantea Debord después de Mayo del 68. La
propuesta teórica reinterpretativa de Corrales nos incita a enfrentar la
tradicional historiografía latinoamericana, que ha consolidado códigos
socio-culturales, como la idealización de la “consolidación del Estado
Nacional”, y traigo el ejemplo de la “ciudad letrada”(de Rama), que debe
interpretarse como el camino de consolidación hegemónica desde la perspectiva
de la clase dominante liberal-burguesa. Desde esa propuesta, en los seis
capítulos, conclusiones y anexos nos muestra una obra de trascendencia mundial,
recorre y propone la descolonización, en un amplio sentido, para poder mostrar
el proyecto teatral de Murillo Selva, como un ejemplo de replantear el trabajo
escénico frente las adversidades de la exclusión sistémica. El autor tendría
que recorrer las comunidades, conocer en trabajo de campo y a través de
artículos y entrevistas al artista en cuestión (principalmente por la
recopilación de Helen Umaña del 2003), como lo hizo con la historia del
teatro y las propuestas teóricas reinterpretativas. Tomó 5 obras de muestra del
teatro comunitario de Murillo Selva: “El Bolívar descalzo”(experiencia de artista
en Colombia), “Loubavagu o el otro lado lejano”, “El caso de Riccy Mabel o creo
que nadie es capaz de mentir”, “La danza con las almas” y “Historia de una
ceiba o antes del huracán”. Estas experiencias escénicas para Adriano Corrales
son una apertura a un teatro descolonizado, que muestre las propias
características socio-culturales, desde las ceremonias (que
tradicionalmente en Centro América han tenido fuertes elementos prehispánicos y
coloniales) y las manifestaciones comunitarias frente al capital-colonizador, o
sea una nueva “aesthesis” desde la comunidad.
Sin lugar a dudas concluyo que el libro de
Adriano Corrales Arias es un aporte al teatro latinoamericano y con
trascendencia pluriversal, el debate queda abierto y habrá mucho que hablar;
por ello a mi juicio es vital el entendimiento de propuestas reinterpretativas
como la de Murillo Selva para enfrentar un mundo en “el abismo de
incertidumbre”, como dice el filosofo Edgar Morin, un mundo sumergido en
la miseria capitalista, donde el problema no es de ética sino de lógica
sistémica, y que mejor que el teatro colectivo desde las entrañas de la
comunidad para enfrentar la lógica del capital-colonial…
Tegucigalpa,
26 de octubre de 2011.
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