Coincidíamos hace unos días con Rafael Murillo Selva, en un punto que consideramos la mayor tara de nuestra colectividad hondureña: el darlo todo por sobre-entendido.
Hay mucho de "eso ya lo sé ¿y para qué escucharlo de nuevo?" y en esa actitud sobrada comienza a llegar el olvido, los detalles, el cómo se hablaba durante x momento, qué cargas emocionales llevaban las palabras... y se pierde todo, todo, hasta las últimas marcas donde nos cayó el golpe y las ideas de lo que en verdad sufrimos o anhelamos, es decir, se pierde la historia a ras de suelo y comienza a aceptarse la explicación de "las alturas", la verdad oficial que no concuerda con la tensión vivida.
Iris Mencía ha sido una especie de corresponsal de nuestra guerra íntima y cercada mediáticamente. Libreta en mano, ha descrito hechos terribles ocurridos durante las grandes represiones avaladas por la OEA en los meses más críticos del golpe de Estado. Mientras en "las alturas" se discutía si era no procedente enjuiciar y expulsar a la élite criminal del golpe en interminables diálogos diplomáticos, en las calles, periodistas como Iris Mencía esquivaban las balas y elevaban los testimonios del dolor, del estupor, de una nueva cultura de resistencia que nacía entre todos, desde las manos que tomaban una piedra o desde los cuerpos acuchillados y baleados. Iris misma fue la que tomó la pala para echarle la tierra al ataúd de un Walter Trochez, de la misma forma en que, posteriormente, férrea tomaba el lápiz para describirnos la rabia de los presentes. Iris misma fue la que envió las primeras notas de las 42 puñaladas a Pedro Magdiel, en Alauca y caminó con miles hasta la frontera de nuestra indignación.
Los relatos de Golpe (s) sin olvido, tienen el tono de conversaciones tomadas al vuelo, entre las carreras provocadas por las bombas y entre el desconcierto de una mentalidad hondureña que no se esperó semejante brutalidad y que muy pronto empezó a reconocer como normal los hechos que se sucedían con pasmosa crueldad. Textos construidos para salvar la memoria de las pretenciones de la vacua reconciliación, guardan en sí las voces sencillas que irrumpieron desde la resistencia popular hacia los que cientos de miles guardan ahora como un recuerdo del pundonor vivido, en las calles más anónimas y en los gritos más colectivos en una forma de literatura de la experiencia que Helen Umaña señala como literatura de la reviviscencia, instantáneas de la esperanza.
¡Felicitaciones, compañera!!
F.E.
2 comentarios:
Gracias Fabricio- Fraternos abrazos en estos caminos donde cientos fuimos corresponsales de una u otra manera. Y que.. se me ocurrió a ojo de vuelo imprimir. Gracias de nuevo.
Ojalá muchas personas adquieran estos sencillitos textos del Golpe(s)
Muy lindas palabras, las tomaré prestadas, si no es problema?
Amiga!
Abrazos!
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