Gloria: ¿Acaso
no fue ayer que usted me agarraba de las mejillas y me decía “ajá, Fabricito,
para dónde va tan a la carrera”? ¿Acaso no fue ayer que estaba usted dándole a
la máquina de coser cuidando que Seidy, Banny, César y Juan no se salieran
todos a la calle para ir a subirse al camión de Paco?
Sabe, yo la
recuerdo a usted y no puedo dejar de asociarla con un brillo que salía de entre
el empedrado y que se iba haciendo hierba y que se iba haciendo sol después de
lluvia en Sabanagrande; pero la recuerdo aún más cuando se acercó a mis 13 años
que casi lloraban porque me habían dejado fuera de la banda del colegio por
malas notas, y usted supo en ese momento que aquello para mí era un serio
dolor, y que ver a los que tenían buenas notas tocando mi tambor, mi tambor que
siempre fue un pálpito más de mi ser, era en verdad algo que no me dejaría en
paz, ni aún retumbara el Momotombo, ni aun subiera al Momotombo corriendo bajo
las tormentas con mis compinches de aventura.
Usted, mi
querida Gloria, se sentó a mi lado y la luz de aquel día de 1987 vino de sus
palabras: “Fabri, usted tiene más que dar, no se me entristezca, usted tiene
más que dar…” y yo miraba que la hierba había crecido en el campo de prácticas,
y que la banda había enmudecido, y que sólo se escuchaban sus palabras. Tocó mi
cabeza con dulzura y me aseguró un “ya va a ver que sí”. Y días después, yo
regresaba a la banda y a mi tambor sin saber que usted había intercedido por mí
ante los profesores del Prevo, sin saber qué palabras habrá dicho para
conmoverlos; yo sólo supe agarrar las baquetas y verla sonreír cuando me vio a
los ojos ese 15 de septiembre, y volví a verla a los ojos cuando leí El Tambor
de Hojalata de Gunter Grass, porque no podía dejar de asociar a Oskar con
aquella partecita de mi vida en la que usted estuvo presente,
significativamente.
Fue Heisel quien
me contó que usted estaba hospitalizada, dos días antes de su partida. Este
enredo infernal al cual vine a vivir, me alejó del pueblo, Gloria, lo vine a
saber demasiado tarde…y ayer vi su fotografía…y ayer me di cuenta que Seidy,
desde España, había mandado esa imagen como sol de invierno, como una brisa
saltando de hierba en hierba.
Fabricio.
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